Delfines y ballenas

Delfines y ballenas

La columna de Andrés Danza

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Nº 2158 - 20 al 26 de Enero de 2022

Es inevitable pensar en ellos. Imaginarlos nadando con elegancia, dando un salto por el aire sobre el océano, sacando a relucir sus aletas o jugando con varios de su especie, intercambiando sonidos y piruetas. Cuando alguien dice tal persona es el “delfín” de quien circunstancialmente esta a cargo del poder, lo primero que viene a la mente son esos mamíferos acuáticos simpáticos, sin entender por qué están asociados a una cuestión vinculada con la sucesión política. Pero así es la tradición, que se ha mantenido por siglos, aunque casi nadie esté al tanto de sus orígenes.

La verdad es que la palabra que se utiliza para estas cuestiones de candidatos oficialistas, elegidos a dedo por el mandatario de turno, nada tiene que ver ni con el mar ni con los delfines ni con algo que se le parezca. El lugar originario ni siquiera cuenta con costa oceánica y se caracteriza por sus montañas. Es una antigua provincia situada en el sureste de Francia, en la zona de los Alpes, denominada Dauphiné. Ese es el sitio del que surgió la palabra “delfín” para designar en su momento al primogénito o heredero del rey de Francia.

A mediados del siglo XIV, la provincia de Dauphiné pertenecía al conde Humberto II de Viena. En 1349, ese aristócrata decidió vendérsela al rey Felipe VI de Francia, con la única condición de que el heredero del trono francés debía lucir el título de Dauphin –Delfín-. Así ocurrió por cinco siglos, hasta que estalló la Revolución francesa y la monarquía se transformó en república. Desde esos tiempos lejanos quedó el término “delfín” para el elegido como posible heredero en el poder, especialmente en el terreno político.

En Uruguay casi todos los presidentes desde la restauración democrática en 1985 tuvieron delfines. Pero se ahogaron antes de tiempo. Empezó Julio Sanguinetti a fines de los ochenta con Enrique Tarigo y perdió la interna partidaria con Jorge Batlle y después las elecciones nacionales con el Partido Nacional. Cinco años después, el entonces presidente Luis Lacalle Herrera eligió a Juan Andrés Ramírez. No solo su partido fue derrotado por los colorados sino que dio protagonismo a uno de sus principales enemigos políticos en los años siguientes. Sanguinetti, en su segunda presidencia, optó por Luis Hierro López y perdió otra vez con Batlle. Tabaré Vázquez se inclinó por Danilo Astori, que fue derrotado en una interna partidaria por José Mujica. A su turno, Mujica optó por no elegir a nadie pero tenía a Vázquez como un candidato indiscutido. En las últimas elecciones, Vázquez fue más cauto aunque trasmitió varias veces en privado su simpatía por la candidatura de Carolina Cosse, que perdió con Daniel Martínez. Ni uno solo de los delfines logró llegar a la orilla.

Claro que eso es todo pasado y puede cambiar. “No creo en los delfines”, decía hace tres semanas en una entrevista con Búsqueda Sebastián Da Silva, uno de los senadores blancos más allegados a Luis Lacalle Pou. Esa parece ser también la opinión del presidente y da la sensación de que no está en sus planes tener un elegido a la hora de iniciar la próxima campaña electoral. Al menos así lo ha trasmitido a su entorno más cercano y también a algunos de los eventuales postulantes.

Pero no es la única forma que tiene para tratar de incidir en la futura contienda electoral. Lacalle Pou se caracteriza por ser un gran admirador y conocedor del mar y, como tal, sabe perfectamente que más que los delfines, lo que realmente llama la atención bajo el agua salada son las ballenas. Su gran tamaño y despliegue hacen que todo alrededor de ellas se distraiga y se detenga a observarlas con asombro. No pueden pasar desapercibidas aunque quieran, es imposible que no sean el centro de atención.

Haciendo un paralelismo con la política, quizá Lacalle Pou optó por olvidarse de los delfines y en su lugar resolvió colocar en el agua a algunas ballenas. Esto es: poner en un lugar de protagonismo y muchísima visibilidad a dirigentes políticos que él entiende tienen chances de ser sus sucesores. Después, como siempre, dependerá de cada uno de ellos cuál logra acercarse más a la costa.

Al secretario de la Presidencia, Álvaro Delgado, hay muchos que lo ven como el sucesor natural de Lacalle Pou. Es más: ese es su delfín para varios. Pero no es lo que dicen las personas más allegadas al presidente. Lo que sí está claro es que los une una alianza política de años, exitosa, y que a Delgado le gustaría correr la próxima carrera presidencial. Desde el lugar que lo colocó el presidente, puede que no sea su delfín pero seguro que es una de sus ballenas.

Algo parecido ocurre con el ministro de Desarrollo Social, Martín Lema. Lo que dicen en la cúpula del gobierno es que la próxima no será la elección para Lema, que se tiene que afianzar y recién intentar conquistar la cúspide del poder en 2029. De todas formas, Lacalle Pou eligió sacarlo de la Cámara de Diputados y darle a su cargo un ministerio con muchísimo contacto con la gente, como el de Desarrollo Social. Si le va bien, quizá la espera no sea necesaria. Allí parece haber otra ballena.

La excandidata a intendenta de Montevideo Laura Raffo también parece cumplir esa función desde hace un tiempo, aunque solo en la capital uruguaya. De todas formas, al elegirla como la postulante única de la coalición multicolor en Montevideo -la principal ciudad del país-, Lacalle Pou la ubicó en un lugar de privilegio, con una visibilidad enorme. Por lo tanto, en cualquier momento Raffo puede intentar adentrarse en el océano para que todos la vean y probar suerte. Si esa es la opción, quizá en breve haya movimientos a nivel de las principales jerarquías públicas que la involucren.

A otro dirigente político que el presidente mira con simpatía, aunque sea del Partido Colorado, es a Pedro Bordaberry. Cada vez crece más el rumor en los ámbitos vinculados al poder de que en breve le ofrecerá a Bordaberry hacerse cargo del Ministerio de Relaciones Exteriores, ante la intención de Francisco Bustillo de dar un paso al costado. Es más, algunos dirigentes colorados de primera línea aseguran que ambos se reunieron y que Lacalle Pou le trasmitió que le gustaría que fuera candidato presidencial y que se comprometió a apoyarlo de alguna forma. Ahí puede llegar a haber otra ballena, que todavía está en reposo.

Sin delfines, en principio, y con algunas ballenas asomando por el horizonte, el año que apenas comenzó se perfila como clave en ese delicado asunto de todo gobierno de intentar mantenerse por otro período. Por supuesto que el resultado del referéndum sobre los 135 artículos de la Ley de Urgente Consideración va a ser fundamental pero igual o más importante será elegir bien al embanderado o la embanderada para 2024. El panorama no está para nada claro y no falta tanto tiempo.