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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acá¿Quién fue más importante, Diana de Gales o Werner Heisenberg? Estoy seguro de que de 100 personas por lo menos 90 sabrán quién fue la princesa, y dudo de que más de cinco tengan idea de quién era el sabio alemán que formuló el principio de incertidumbre, pilar de la teoría cuántica, una de las dos en las que se funda la física moderna —la otra es la teoría de la relatividad general de Einstein—. Sin embargo, podrían desaparecer de la historia Diana, su suegra Isabel, su gran suegra también Isabel, toda la realeza británica e incluso todas las realezas que son y han sido y Gran Bretaña y todos los reinos, e incluso el planeta en que se asientan, y los hechos de que da cuenta la teoría cuántica seguirían produciéndose en cantidades casi infinitas por miles de millones de años siguiendo las mismas reglas y principios, incólumes. Y seguramente en algún planeta lejano otro físico tal vez un tanto verdoso y de gran cabezota habría ya desentrañado los secretos cuánticos de una forma muy parecida a la de Werner, y si el extraterrestre y Werner usaran un traductor Google Interstellar, se entenderían perfectamente.
Esto nos lleva a un fenómeno, que es el de la inteligencia. En cuanto a esta cualidad, los dos ejemplos que he dado son antagónicos. Para comprender el primero se necesita muy poca, y para sentir atracción por él aún menos, en tanto que para entender los intríngulis cuánticos precisamos toda la que podamos conseguir, y como dijo otro gran físico, Richard Feynman, esto no sería suficiente. “Si crees que entiendes la física cuántica, en realidad no entiendes la física cuántica”.
En utilidad también los dos ejemplos se diferencian mucho, ya que todo lo relativo a la princesa es bastante inútil y en cambio las aplicaciones de la física cuántica tales como láseres, superconductores, la resonancia magnética, los microscopios de electrones, los transistores, los computadores y casi toda la alta tecnología electrónica son muy valiosas e imprescindibles para la sociedad que venimos inventando.
¿Es mejor tener más y mejor inteligencia a disposición? Al parecer sí, porque nos permite cumplir una cantidad de funciones indispensables para la vida actual, y eso además va en aumento continuo.
El problema es que nos topamos con que hay una cierta cantidad (y calidad) de inteligencia que podría ser demasiada y volvérsenos en contra, como una carga que de repente se vuelve excesivamente pesada para nosotros. Para peor, esta carga podría incluso cobrar vida y atacarnos, con lo que este problema y todos los demás podrían dejar de existir. Pero mientras existen pensemos en ellos un poco.
Es paradójico, irónico, sorprendente y muchas más cosas que la facultad que nos sacó de la oscuridad pueda devolvernos a ella de un golpe.
Pero pienso más probable que la inteligencia artificial no se vuelva una especie de Skynet y que se genere una alianza de mutuo beneficio. La especie tiene mucho que ganar porque tendríamos acceso a una masa de conocimientos y tecnología que nos facilitaría, alargaría y mejoraría la vida. Por otro lado “ella” podría contar con nuestra base biológica construida y probada durante miles de millones de años y que contiene probablemente mucha más información que la que la IA manejaría por lo menos mientras vamos arreglando la cosa. No quiere decir que no haya que preocuparse, sería muy imprudente hacerlo. Pero sí se pueden ir construyendo sistemas de colaboración y resguardo para evitar que el asunto se vaya de las manos. Seguramente se conseguirán formas prácticas de acotar el uso de fake news, imágenes truchas y otras modalidades perniciosas que puedan surgir. Por otro lado, no nos queda otra alternativa, o sea, mejor intentarlo.
Además, no olvidemos que el buen Heisenberg intentó conseguirle la bomba atómica a Hitler, y por suerte fracasó. La historia la pueden ver en la excelente serie Operación Telemark en Amazon Prime o Filmin. Por mala que sea la inteligencia artificial, no puede ser mucho más peligrosa que la nuestra.
Y mi opinión no pretende ser despreciativa para Diana, a la que si pudiera le importaría un bledo lo que yo opinase; y tampoco para sus seguidores, de los cuales hay muchos a los que estimo. Por otra parte, me divertí con The Crown y entre Diana y Camilla guardo una prudente neutralidad.
Alberto Magnone