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    Desaforados

    No es broma

    Montevideo, 3 de setiembre de 2040. (De nuestras agencias). Los uruguayos continúan enfrascados en un interminable debate acerca de la pertenencia (o no) de levantar los fueros parlamentarios al anciano senador Guido Manini Ríos, en un dramático episodio que ha trastornado la vida institucional y política del pequeño país sudamericano.

    En efecto, como nuestros lectores recordarán, hace 20 años se planteó ante el Parlamento uruguayo la posibilidad de levantar los fueros del entonces novel senador que comanda el partido denominado Cabildo Abierto, ante la solicitud de la Justicia local de juzgarlo por eventuales infracciones con visos de implicancia penal. El senador, cuando ejercía la comandancia del Ejército uruguayo, habría omitido informar en tiempo y forma, en el pasado reciente, graves irregularidades cometidas por militares durante el gobierno de facto. Manini sostenía que no había omitido ninguna obligación e insinuaba que las omisiones eran imputables al entonces presidente Tabaré Vázquez y a sus más próximos colaboradores.

    Las discusiones sobre este espinoso tema habían desplazado entonces a los graves e importantes problemas que aquejaban el país, como la pandemia de coronavirus (que aún subsiste) y, en el ámbito parlamentario, la discusión del Presupuesto Nacional (que aún no ha concluido, debido a las constantes postergaciones para dar lugar al debate sobre los fueros), así como la designación de la escuela No 156 de Carreta de los Molles, de la 6ª Sección de Tacuarembó, con el nombre de Teresita Minarrieta de Beretervide.

    Cuando en setiembre de 2020 los uruguayos se aprestaban a elegir a las autoridades departamentales, en una elección que había sido postergada por varios meses debido al Covid-19, el Parlamento decidió no solo volver a postergarlas para no distraer la atención de la opinión pública sobre el desafuero, sino que —en un acto sin precedentes en la vida institucional del país— aprobó una ley constitucional por tres quintos de votos, postergando las elecciones nacionales sine diae hasta que el tema del desafuero a Manini quedara resuelto.

    Ello ha derivado en la renovación de los cargos electivos en todo el país, cosa que el sexagenario presidente Luis Lacalle Pou viene manejando con singular eficiencia. No ha sido igual en el ámbito parlamentario, ya que muchos de los legisladores de entonces conservan hoy sus bancas, pero no así todas sus facultades mentales y su lucidez, las que han venido sufriendo del inexorable paso del tiempo.

    En una reciente sesión de la Asamblea Nacional se suscitaron diálogos como el que sigue:

    —Tiene la palabra el senador Mujica —dijo la rutilante (y siempre elegante y bella) presidenta de la Asamblea General, doña Beatriz Argimón. —¡Dije senador Mujica! —repitió la senadora en alta voz—. ¡Mu-ji-ca! —reiteró.

    —¡Ej quejtoy medio shordo, mhija, y shi no me grita no la shiento! Yo dije que miba pal carajo en otubre del 2020 y entoavía toy acá, vamo a votar de una vé el deshafuero del milico ejte que ya ni me acuerdo cómo she yamaba, ¿por qué mierda era que lo teníamo que deshaforá? Moshión de orden, vuélvame a ler la propuejta del Boca pa mandarlo en cana de una vé al milico, ¿era ashí?

    —Que lo silencien de una vez a este ignorante, que ya no se acuerda de que lo que estábamos por votar era un cuarto intermedio hasta que los legisladores de Cabildo Abierto unificáramos posiciones —dijo el anciano senador Domenech, agitando unos papeles amarillentos que contenían los dictámenes de la Comisión de Constitución, fechados en julio del 2020—. ¡Déjennos reflexionar con tiempo! —enfatizó.

    —¡Que venga Tabaré primero y explique por qué tenían las actas del Tribunal de Honor del coronel Vázquez y se hicieron los osos y las ignoraron, sustrayéndole al pueblo las verdaderas razones del ocultamiento! —dijo en voz alta el octogenario senador Gandini, que había propuesto en 48 oportunidades la citación al centenario expresidente Vázquez, sin haber logrado que el mismo encontrara una oportunidad para concurrir a declarar “debido a problemas de agenda”.

    —¿Tabaré Vázquez era coronel? —preguntó entonces el muy anciano expresidente Sanguinetti, cuya indiscutible lucidez empezaba a flaquear dado lo avanzado de su edad.

    —¡No! —dijo la presidenta de la Asamblea—, se trata de una coincidencia de apellidos entre el expresidente Tabaré y el militar Gilberto, los dos se llaman Vázquez…

    —¿Y si lo llamaron al coronel, por qué no viene? —dijo Sanguinetti…

    —¡Porque el que tenía que venir era el expresidente! —replicó la senadora.

    —¡Que vengan los dos, va a ser más fácil resolver lo que hay que hacer si vienen juntos y nos cuentan lo que pasó, así podemos sumariar a Manini! —replicó Sanguinetti.

    —¡Pero no es sumariar, sino levantar los fueros! —intentó aclarar Argimón.

    —Shi she van a levantar todos, yo tamién me levanto y me voy a la mierda, quejtoy canshao dejcuchá tanta pavada shin que she reshuelva nada! —informó Mujica, en su tradicional estilo campechano.

    La opinión pública ha seguido de muy cerca todos estos debates de relevancia institucional, que tienen al Uruguay en vilo desde hace dos décadas.

    Los informativos de televisión transmiten las extensas sesiones parlamentarias en forma directa y sin interrupciones, y el PIT-CNT ha declarado una tregua sindical sin huelgas ni paros hasta que el país encamine este tema de dramática importancia para la vida política uruguaya.

    Por su parte, la Asociación Uruguaya de Fútbol, sensible a la trascendencia de las discusiones parlamentarias sobre el levantamiento de los fueros de Manini, ha suspendido todos los torneos del popular deporte, dedicándose los espacios de la transmisión de los partidos en televisión de los fines de semana, a la repetición de los debates que tienen lugar de lunes a viernes en el Parlamento.

    Los datos de los contagios por coronavirus se informan una vez por mes, para no quitarle a estas discusiones tan trascendentales el espacio que requieren.

    El Uruguay una vez más ratifica, con esta actitud, su calidad de democracia republicana, obsesionada hasta el extremo por dedicar el tiempo que sea necesario a debatir los asuntos que realmente hacen a la esencia de su ser nacional.