Cuatro muchachos corren perseguidos por guardias de seguridad. La voz en off de uno de ellos relata lo que podría ser una especie de manifiesto: “Elige la vida. Elige un empleo. Elige una carrera. Elige una familia. (…) Elige tu futuro. Elige la vida. (…) Yo elegí no elegir la vida: yo elegí otra cosa. ¿Y las razones? No hay razones. ¿Quién necesita razones cuando tienes heroína?”. Así comienza Trainspotting (1996), dirigida por Danny Boyle.
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Vertiginosa, alucinada, amarga y al mismo tiempo llena de humor, la película fue para muchos la puerta de entrada para leer la novela original. El escocés Irvine Welsh (Edimburgo, 1958) escribió Trainspotting en 1993 y el libro muy pronto fue un éxito de ventas en el Reino Unido y después un éxito mundial. Y se instaló como una novela diferente, no solo por su contenido, sino por su especial estructura y su desordenada forma de narrar con muchas voces.
“Al principio pensé que la iban a comprar los músicos, los punks, pero a la gente en mi país le gustó enseguida. Cuando vendí 10.000 copias, decían: ‘Este es un genio’. Pero cuando llegué a vender un millón de ejemplares, decían: ‘Ah… este sorete”. Así contó Welsh cómo fue la aceptación de su primer libro. Lo hizo el sábado 24 en el Centro Cultural de España (CCE), frente a un público que desbordó el anfiteatro.
El escritor bien podría haber sido uno de esos muchachos que corrían por los suburbios de Edimburgo. Creció en un barrio obrero, abandonó los estudios cuando tenía 16 años, participó en pandillas, anduvo al borde de la ley, consumió de todo, se hizo punk, emigró a Londres. Luego volvió a Edimburgo, se graduó en la universidad y se dedicó a la escritura.
Ahora es un hombre alto y pelado que viste camiseta de algodón y chaqueta de cuero. Efusivo y desfachatado para hablar, hizo reír varias veces a la audiencia, incluso al traductor, que se tentaba con algunas de sus expresiones. Welsh llegó a Montevideo para participar en el Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires (Filba). Unos días antes, había contestado por correo electrónico algunas preguntas para Búsqueda.
—¿Escribió alguna vez bajo los efectos de la droga?
—La resaca siempre fue maravillosa para la creación, pero no creo haber podido escribir intoxicado. Ese estado era para las fiestas.
En el CCE, amplió un poco esta respuesta. “Antes yo podía tener esas resacas espantosas y entraba en un estado demente. Me encantaba la resaca. Pero ahora no podría, me quedaría tirado en la cama y daría lástima”.
Trainspotting forma parte de una trilogía junto con Porno, que apareció nueve años después, y con Skagboys, de 2012, una precuela que cuenta cómo los personajes se iniciaron en la heroína. En total, Welsh escribió cuatro libros de relatos y once novelas. La última es de 2015 y está traducida al español: La vida sexual de las hermanas siamesas.
— Los personajes de sus obras comparten un mismo mundo en el que abundan el sexo, las drogas, la corrupción, la pornografía.¿No teme la saturación al lector?
—No, porque creo que las personas estamos abrumadas por la vida. Y los libros, incluso los que hacen propuestas más extremas, ofrecen un escape.
—¿Cuánto de ese mundo son experiencias propias?
—Todos los escritores comienzan a partir de su propia experiencia y luego trabajan hacia el exterior. La escritura es un intento de pasar de lo conocido a lo desconocido.
En Porno, Welsh se nutrió con sus propias vivencias en los pubs donde participaba en fiestas de música rave. “Eran fiestas que transmitían la energía celta. Las tribus se insultaban unas a otras y había pequeñas orgías en pequeños bares”, recordó.
Una curiosidad: Welsh siempre le dio a leer sus libros a su madre antes de publicarlos. Así lo relató en su charla: “Con Trainspotting, me dijo: ‘Hijo, estás mostrando la ropa interior de la gente’. Siempre le parecieron bien mis historias, pero La vida sexual de las hermanas siamesas no le gustó y me dijo que no iba a funcionar. ‘Demasiadas lesbianas en ese libro. ¿Qué sabes tú de lesbianas?’. Y yo le contesté que probablemente sabía más que ella. Es bueno cuando tu madre te dice que un libro no va a funcionar, eso quiere decir que el libro es incómodo”.
A diferencia de sus otras novelas, La vida sexual de las hermanas siamesas se desarrolla en Miami, donde actualmente reside Welsh.
—¿Por qué vive en Miami?
—Porque es muy cálido, a diferencia de Edimburgo, que siempre está gris y húmedo. Es una ciudad multicultural, con gran arte. Y además, la gente se ve muy bien.
En un gimnasio de Miami, donde trata de broncearse, Welsh presenció una escena que inspiró a los dos personajes de La vida sexual de las hermanas siamesas. “Vi a una entrenadora que le estaba gritando a una mujer obesa que no podía con las mancuerdas. Yo pensé: ‘¿Le pegará?’. Quise conocerlas y me senté a mirarlas mientras simulaba hacer ejercicio. Así nacieron mis dos personajes”.
Esos personajes son Lucy, una escultural entrenadora de fitness, que un día en la calle desarma a un hombre que estaba por matar a dos personas. Desde entonces, se transformó en una heroína y en un personaje mediático. Por otro lado está Lena, una mujer obesa que se obsesiona con Lucy y la quiere contratar como entrenadora personal. Entre ellas comienza una relación cargada de excesos sexuales y alimenticios. Además están las hermanas siamesas, que quieren separar sus cuerpos y hacer de la operación un show mediático.
El tema del doble aparece también en su novela Escoria, en la que a un policía corrupto y tan desagradable que resulta repulsivo, le crece una tenia. Curiosamente, ese gusano interior es más agradable que su portador, y es en realidad su conciencia. Lo más divertido de la historia son los diálogos que mantiene el policía con su gusano.
—¿Le interesa el desdoblamiento como tema?
—La dualidad es una parte importante de la vida. Soy de Edimburgo, el hogar de Dr. Jekyll y Mr. Hyde, por lo que está arraigado en mi cultura. Somos siempre más que una sola cosa.
—¿Y qué tiene de especial Edimburgo con respecto a otras ciudades del Reino Unido?
—Todas las ciudades tienen sus costados diferentes. Edimburgo ha tenido como parte de su carácter la exclusión social. Por desgracia, el resto del Reino Unido se ha puesto al día también con esa exclusión.
Welsh utiliza en sus historias el vocabulario de sus personajes, por eso están cargadas de palabras del slang que él escribe fonéticamente, sin tener en cuenta la corrección ortográfica del inglés.
Cuando se traducen al español, esas palabras se transforman en un slang de España que suena ajeno, forzado y a veces ridículo. “Soy terrible con los idiomas”, dijo el escritor. “Entonces dejo todo en manos de los traductores. Me han señalado ese problema con el español y consulté a las editoriales para que hubiera una traducción para España y otra para Latinoamérica. Pero no es fácil porque no es igual el español de México que el de Uruguay y seguiríamos en lo mismo”, explicó el autor.
—¿Qué música está escuchando?
—Grime (significa “mugre” y es un tipo de música electrónica). Estoy recibiendo grandes cantidades de grime.
—¿Le queda algo de su época punk?
—Sí: nunca confíes en un hippy.