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    Días de Jazz

    N° 1915 - 27 de Abril al 03 de Mayo de 2017

    , regenerado3

    Todos sabemos que el Estado uruguayo gasta mucho más de lo que recauda; todos sabemos que a febrero de este año, el déficit fiscal era 3,8% del PBI (U$S 2.056 millones); todos sabemos que la deuda pública (es decir, del Estado) equivale a 63% del PBI (U$S 33.332 millones); todos sabemos que esa deuda la tenemos que pagar los ciudadanos con impuestos y tarifas muy altas; todos sabemos que cada uruguayo debe, desde que nace, U$S 10.000 dólares; todos sabemos eso y mucho más; todos, excepto el gobierno.

    Aunque tiene acogotados a los empresarios —es­pecialmente a los medianos y pequeños— y a los ciudadanos, y a pesar de sus declamaciones en cuanto a que el gobierno debe ser austero en estos momentos de estrecheces económicas, al presidente Tabaré Vázquez le “jopean” la pelota todos los días. Y él no advierte esas “jopeadas”, o se hace el desentendido, y, por supuesto, no pide el cambio al entrenador.

    La semana pasada, Búsqueda publicó un informe sobre los gastos superfluos en que incurren las monopólicas empresas del Estado, a despecho de las afirmaciones del presidente en cuanto a que su gobierno está cuidando el dinero público que es —nunca hay que olvidarlo— propiedad de los ciudadanos y jamás de los circunstanciales gobernantes.

    El título del informe es bien claro: “Las empresas públicas actúan como patrocinadoras de artistas, deportistas y eventos diversos; algunas recortaron ese rubro”. Pero, aunque menos que antes, los administradores de esas empresas, cuyos accionistas son los habitantes del Uruguay, siguen disponiendo a su antojo del dinero que recaudan gracias a las tarifas que les obligan a pagar precisamente a los accionistas.

    Ancap, Antel y UTE —las de mayor recaudación— son, como era de esperar, las que tienen la mano más floja. Y no se trata de los montos “invertidos”, sino del comportamiento despreciativo de sus administradores: directores y gerentes.

    El caso de Ancap es especialmente indignante debido al enorme déficit que todos los uruguayos están cubriendo a raíz de la pésima gestión de los directorios anteriores y con el pago de los combustibles más caros de América.

    Por ejemplo, durante el año 2016, mientras el gobierno recapitalizaba a la empresa que estaba casi fundida, poniendo arriba de la mesa casi U$S 900 millones, el Directorio decidió alegremente destinar U$S 100.000 para un piloto de automóviles. La resolución dice que este patrocinio “se enmarca en el apoyo a los valores de disciplina, esfuerzo y talento deportivo que conjugan los éxitos de este joven uruguayo”. Es muy probable que “este joven uruguayo” efectivamente sea un deportista disciplinado, esforzado y talentoso. Eso no está en discusión. Pero la empresa que le dio ese dinero generó aquel enorme déficit y encarnó bajo la dirección del actual vicepresidente de la República, Raúl Sendic, todo lo contrario: la gestión se caracterizó por una absoluta indisciplina, la ley del mínimo esfuerzo y una monstruosa carencia de talento.

    Un argumento similar empleó Antel para auspiciar a otro enjundioso deportista. El presidente de la empresa estatal de teléfonos dijo que resolvió garantizar ese respaldo económico porque el deportista fue el “más destacado de Uruguay”. Tampoco está en tela de juicio la jerarquía de este nuevo deportista. Como no lo está la del futbolista Luis Suárez ni la del basquetbolista Leandro García Morales. No es ese el tema. El problema es la arbitrariedad de las decisiones de gastar plata que pertenece a la sociedad en función del exclusivo criterio personal de los administradores.

    Si seguimos el razonamiento de los directores de las empresas públicas, ¿por qué no auspiciar al mejor escribano, al ingeniero más destacado, al mejor abogado, al más encumbrado científico, al mejor escritor, al mejor carpintero, al mejor empresario, al mejor sindicalista, al mejor plomero, al mejor obrero de la construcción o al médico más calificado? ¿Por qué razón se pone dinero en una profesión u oficio y no se pone en otra? Si la austeridad es la consigna oficial, ¿qué mensaje creen que están enviando a la ciudadanía esos administradores?

    La opacidad suele rodear a estas resoluciones antojadizas. Búsqueda informó en el artículo referido que pidió a Antel las actas de las sesiones del Directorio de 2016 —que la empresa no publica, lo mismo que sus resoluciones— pero como respuesta el semanario “recibió una copia de la que se eliminaron los ‘datos de carácter personal’ aludidos en los documentos y cientos de hojas en blanco que corresponden a aspectos clasificados como reservados”. ¡Qué maravilla! Gastan plata que no les pertenece sin pedir permiso a los propietarios y cuando los propietarios les piden cuentas sobre los gastos, alegan que eso es “reservado” y no informan nada. A ver: los dueños del dinero y de la información son los ciudadanos, no los administradores. El asunto es que los administradores se sienten propietarios y buena parte de los propietarios (la gente común y corriente) acepta que las cosas sean así.

    El caso de UTE, que debe dedicarse a generar y proveer energía a los habitantes del país, es muy interesante porque, al menos, no se negó a informar sobre sus “auspicios” en 2016. Allí se puede leer que, por decisión de los administradores de la empresa, usted y yo financiamos, entre otras actividades completamente alejadas del rubro energía, el Festival del Lago-Represa de India Muerta, la Fiesta de la Sandía y la Forestación, los carnavales de Salto, Cerro Largo y Artigas, el Festival Nacional de Folklore en Durazno, la Semana de la Cerveza en Paysandú, la Semana de Rivera, la Semana de Rocha, la Fiesta de la Frutilla-Colonia Wilson, los Días de Jazz, el Festival de la Patria Gaucha, el Festival de la Primavera y el Festival a Orillas del Olimar.

    En total, UTE destinó a todo eso $ 5.290.000 (unos 185.000 dólares).

    El jueves 20, en el programa “En la mira” de VTV, el presidente Vázquez declaró: “Hemos tratado de actuar con gran austeridad. (…) Hay épocas y épocas. En esta época, donde hay dificultades económicas y donde hay que destinar fondos para asuntos prioritarios, estamos tratando de actuar con mucha severidad y con mucha rigurosidad en el gasto de los dineros públicos”.

    Señor presidente: avísele a sus colaboradores que están interpretando mal aquello de “¡festejen, uruguayos, festejen!”.