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    El Frente Amplio hacia 2019 y el ajuste fiscal

    N° 1870 - 09 al 15 de Junio de 2016

    “El problema es: ¿de qué manera los contribuyentes, según sus posibilidades, deben contribuir para poder tapar ese agujero en las finanzas públicas que toda o casi toda la opinión experta considera necesario tapar ahora? Lo que obliga a responder esta pregunta es el acuerdo básico (en el oficialismo y en la oposición) sobre la necesidad del ajuste. Por eso el debate de los próximos días será tal vez el más importante en lo que va de este gobierno”. Así se cerraba esta columna la semana pasada (“La política del ajuste fiscal”, en Búsqueda, 2 de junio).

    En apenas una semana la situación cambió drásticamente. Todavía es posible que ese debate sea “tal vez el más importante en lo que va de este gobierno”. Pero fue extremadamente veloz (ya terminó) y ocurrió solo dentro del oficialismo. Visto desde afuera, más que un debate pareció ser una conversación interna del Frente Amplio en la que todos estaban de acuerdo en lo esencial, las metas, aunque discrepaban en cuanto a los medios apropiados para alcanzarlas. Esa conversación se limitó a encontrar el denominador común que todos podían aceptar y el paquete quedó aparentemente bien atado en apenas una semana.

    Así lo ha visto la prensa. A fines de la semana pasada todavía se advertía conflicto interno en el oficialismo (“El gobierno cedió ante la presión del Frente Amplio”, en “El País”, viernes 3), pero a partir del lunes pasado el enfoque cambió: “Cierran filas: Gobierno y Frente Amplio asumen en bloque el costo del ajuste fiscal”; “El presidente logra alinear al Frente detrás del ajuste fiscal” (ambas en “El País”, martes 7); “El ajuste los unió: El gabinete hizo una muestra pública de unidad ante la suba tributaria” (en “El Observador”, martes 7).

    Algunos aspectos del proceso parecen claros. En primer lugar, el presidente decidió que era preferible intentar un acuerdo interno, con el oficialismo votando en bloque, a pesar del riesgo de una mayoría propia muy ajustada y por lo tanto vulnerable a pequeñas disidencias. La decisión incluyó trabajo político con detalles reveladores, como la atención brindada a Darío Pérez y a la diputada recién asumida en reemplazo del fallecido Víctor Semproni, Mariela Pelegrín, para asegurar su asistencia a la reunión de los sectores del jueves 2. Pérez dijo después: “Se actualizó el liderazgo de Vázquez, tomó al toro por las guampas”. En la práctica esto evita un debate público con la oposición sobre el ajuste (y especialmente sobre su contexto), debate que el Frente Amplio probablemente no podía ganar.

    En segundo lugar, aunque la frase de Pérez sea opinable, lo finalmente resuelto parece estar más cerca de la propuesta inicial del gobierno que de las demandas de los críticos dentro del Frente Amplio. Hubo concesiones en las franjas del IRPF que tendrían o no aumento, y también en un par de detalles adicionales (algunos cambios al régimen de deducciones y la no postergación para 2018 de los recursos adicionales previstos para la innovación, la ciencia y la tecnología). Pero no las hubo ni en el IRAE ni en Patrimonio; esto es, no se grava más “al capital”.

    Es probable que la sustancia y velocidad de estas decisiones resulten de una visión compartida o muy mayoritaria en el Frente Amplio sobre las dificultades del momento y sobre la necesidad real del ajuste (o “consolidación fiscal”, como prefiere llamarlo el oficialismo, porque este no sería un ajuste “como los blanqui-colorados de antes”). Para este año se espera crecimiento muy pequeño (según algunos analistas, podría ser nulo). El lunes 6, Standard & Poor’s mantuvo su calificación de la deuda soberana uruguaya (y su grado inversor), pero cambió la perspectiva de “estable” a “negativa”: el equivalente futbolístico es una tarjeta amarilla.

    En este clima de la opinión frentista, predispuesto a encontrar alguna clase de solución porque las cosas venían complicadas, el gobierno hizo un trabajo político probablemente más intenso y más fino que el habitual. Astori entrevistó a todos los sectores para escuchar sus sugerencias y al final se reunió con Vázquez para informar de las conversaciones y para expresar el acuerdo de su Ministerio con la incorporación de algunas de esas sugerencias. Luego, “en varias ocasiones durante el Consejo (de Ministros)…Vázquez le preguntó a su gabinete si había acuerdo. Y sus ministros siempre le devolvieron una respuesta que se volvió redundante. Algunos aprobaron con un gesto mientras que otros fundamentaron su posición” (“El ajuste los unió”, en “El Observador”, martes 7). En definitiva, la propuesta fue aceptada por unanimidad, sin imposiciones ni ejercicios autoritarios.

    Aceptando lo esencial de esta descripción, con el tradicional “diario del lunes” en la mano es posible arriesgar alguna interpretación más especulativa. La presentación pública de las decisiones muestra claramente dos responsables: el presidente y su ministro de Economía. Pero no en un pie de igualdad: las decisiones políticas generales, difundidas el viernes 3, son responsabilidad del presidente. Los detalles prácticos de la propuesta, difundidas el martes 7, son responsabilidad de su ministro. Ambos presiden las fotos de los respectivos eventos.

    Esto significa que de alguna manera Astori asume el riesgo: es el fusible del presidente y del gobierno. Si las cosas descarrilan, esto seguramente limita la eventual influencia residual de Astori en esta administración y bloquea sus eventuales aspiraciones presidenciales (para regocijo de sus muchos adversarios internos). Aquí no hay solo un acto de compromiso militante de Astori. El riesgo para el ministro es real y considerable, pero también lo es la eventual recompensa. Si las cosas terminan saliendo razonablemente bien (baja el déficit fiscal, el grado inversor se mantiene, las cosas mejoran a partir de 2017), los méritos personales son del presidente y de Astori, en ese orden. A esta altura de la presente administración, ese es tal vez el mejor punto de partida posible para una eventual candidatura presidencial del ministro en 2019, asumiendo que la voluntad y la salud acompaña. En este caso la oposición interna al astorismo no haría una fiesta, pero el premio consuelo, nada menor, es que el ministro y su equipo habrían sido decisivos para superar una circunstancia realmente complicada.

    ¿Es una apuesta razonablemente equilibrada, con aproximadamente las mismas chances en un sentido y en el otro? Sí, lo es. Casi todos los analistas profesionales creen que, salvo accidentes adicionales y extraordinarios, en materia de crecimiento 2016 será probablemente el peor año de la serie; las cosas comenzarían a mejorar ya en 2017. Ahora solo queda esperar.