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Dos o tres cosas sobre el proyecto Memorial al Coronavirus.
La propuesta no es la primera ni única en el mundo. Pero se presenta de esta forma, obviando lo realizado en España, Gran Bretaña, Italia, New York o Médico DF. En esos lares el monumento ya se emplazó o es oficial su implantación. Solo los uruguayos vamos a considerarla como algo distintivo en el mundo, que les gana a todos en originalidad. Desde este punto de vista, el relato es erróneo.
Se afirma que la obra no implica gastos para el sector público. Es cierto que no habría desembolso de dinero, pero sí hay un acaparación del espacio público, que es un bien intangible. Gómez Platero Estudio se apropia de una parte del bien común y se aprovecha de él para conquistar posicionamiento como empresa, a escala nacional e internacional. Los ciudadanos no ponemos plata, pero sí un espacio supercalificado, como es la rambla. Pesa más el espacio que la obra en cuestión.
El memorial pretende eso: recordar hacernos partícipes de una referencia al Covid-19. Se ha mencionado reiteradamente que un memorial tiene sentido si ya pasó el evento que lo motiva. Los memoriales sobre el Holocausto, el genocidio armenio o el de los desaparecidos durante la dictadura cumplen con esa función. De todos ellos hay distancia temporal; los hechos sucedieron en el pasado. En cambio, la pandemia sigue su curso en todo el mundo y no se sabe cuánto más durará ni qué consecuencias tendrá.
El memorial se presenta como un acto de reflexión sobre lo vulnerable del hombre ante el medio ambiente. La historia de la humanidad es la historia del control del hombre sobre la naturaleza. La ciencia, la técnica, las formas del capital y del trabajo, los aviones, las viviendas, todo está en tensión con el medio ambiente. Se lo debe respetar, pero no hacer gestos vacuos como el que se proyecta. Además, en este aspecto la serpiente se muerde la cola: el propio memorial es una imposición sobre la naturaleza, como también lo es toda la gloriosa rambla.
El memorial es una figura abstracta, que no evocará nada a los ciudadanos. Le va suceder lo que tristemente le pasó al monumento a Luis Batlle Berres, que se lo conoce popularmente como “los cuernos de Batlle”.
Por último, un ejercicio que está circulando en las redes consiste en preguntarse por qué gastar en el memorial y no en alimentos para las ollas populares, en un instituto de enseñanza como el Jubilar u otros similares. La pregunta es pertinente y la respuesta parece obvia, las alternativas al memorial son más atendibles que este.
