La llegada de un nuevo año siempre trae aparejada la idea de realizar balances y proyecciones de cara al futuro. Y para la producción agropecuaria uruguaya, al igual que para otras actividades económicas, uno de los principales desafíos es encontrar respuesta a la demanda laboral y adecuarse a las exigencias de las innovaciones en los procesos productivos, especialmente en este caso vinculado a la elaboración de alimentos.
Uruguay tiene una tradición ganadera, pero también lechera, arrocera, triguera, lanar, entre otros rubros vinculados a las labores del campo, que tienen una incidencia importante en la generación de divisas mediante las exportaciones.
La dinámica del sector agropecuario uruguayo en la última década y media tuvo impactos en el mercado de trabajo local, que alcanzó su máximo nivel de ocupación hacia 2010-2011, cuando se llegó a 190.000 puestos de trabajo, y actualmente registra entre 140.000 y 150.000 empleos, lo que es algo por debajo de la estimación de 2006, según un estudio realizado por técnicos de la Oficina de Programación y Política Agropecuaria (Opypa).
El agro muestra “dinámicas diferentes”, dependiendo del rubro analizado, y el sector forestal y particularmente las actividades de servicios realizados en predios vinculados tanto al sector agrícola como al ganadero fueron de “los más dinámicos” en la creación de puestos entre 2006 y la actualidad, según el estudio.
En cambio, la ganadería y el rubro hortifrutícola, que son los que actualmente absorben la mayor proporción de la ocupación en términos absolutos, registraron descensos en los niveles de empleo.
Las características de los ocupados en el sector primario guardan relación con la historia y las transformaciones registradas en la última década y media. A modo de ejemplo, los técnicos comentan que mientras la ganadería y la horticultura ocupan “individuos relativamente más envejecidos”, la agricultura extensiva presenta una estructura de edad “relativamente más rejuvenecida”.
Esa situación detectada en la producción de granos podría vincularse con el “fuerte proceso de innovación y cambio organizacional que dinamizó la actividad y atrajo a individuos generacionalmente más familiarizados con dichas transformaciones y relativamente más capacitados para administrarlas”, así como involucró una “mayor incorporación de tareas asociadas a la gestión y administración de los negocios o la investigación”, plantean los técnicos.
Socioemocionales.
El diagnóstico realizado por Opypa, a partir de las Encuestas Continuas de Hogares (ECH) del Instituto Nacional de Estadística, refleja que “los bajos logros educativos formales afectan a todas las actividades del sector agropecuario, aunque también se observa que la correlación entre el nivel educativo máximo alcanzado y la tarea desempeñada no es perfecta”. Eso “se justificaría en que en el sector agropecuario importan además los conocimientos específicos para cada actividad que pueden ser adquiridos a través de la experiencia, la transmisión generacional o mediante capacitaciones de las empresas empleadoras u otros circuitos no formales, lo cual no es recogido en las ECH”, destaca el estudio.
Explica que “todos los planes estratégicos o estudios prospectivos de las distintas actividades del agro plantean un desafío por el lado de la fuerza laboral, en el entendido de que no cuenta con las habilidades y calificaciones adecuadas para el desarrollo de tareas que surjan de las trayectorias tecnológicas futuras e incluso actuales”.
Para esa oficina técnica del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca “es fundamental la disponibilidad de servicios de capacitación oportunos y acompasados a las transformaciones científicas y tecnológicas” registradas en las actividades agropecuarias.
Valora además la necesidad de una “coordinación público-privada y el involucramiento de los trabajadores e instituciones de formación para superar esa restricción, que de no solucionarse significaría una limitante al desarrollo de mediano y largo plazo” para los sectores.
Los análisis internacionales advierten de los procesos de intensificación y automatización de tareas que deberán registrarse para satisfacer una demanda por alimentos creciente en un contexto de elevados costos laborales, considera.
Opypa indica que “la intensificación que habilitaría una mayor productividad no implica necesariamente la creación de más empleos a nivel primario”.
“Sin embargo, continuarán impulsándose los servicios asociados y se registrará una mayor demanda de técnicos especializados con habilidades diferentes a las tradicionalmente empleadas (las cognitivas y socioemocionales serán habilidades especialmente valoradas)”, sostiene.
En cuanto a otros desafíos para el agro el Ministerio de Ganadería destaca que “el recambio generacional continuará generando oportunidades laborales para individuos de menor calificación, pero aun en roles que tradicionalmente no requerían calificación formal se generará una mayor demanda de habilidades y formación”.
Considerando “los cambios tecnológicos y organizacionales que se seguirán produciendo con el surgimiento de nuevas demandas laborales que no es posible anticipar”, los técnicos reconocen que “se torna cada vez más importante el rol de la capacitación en general y de la no formal en particular (de especial importancia en el sector agropecuario)”.
Por sectores.
Al analizar la situación laboral de diversos rubros del agro, Opypa se basó en un reciente informe del Banco Mundial en el que señala que en el sector ganadero de carne “la mayor intensificación en el uso de los recursos implicaría una mayor especialización y un potenciamiento de la demanda de servicios” en los predios.
Identificó algunos “obstáculos” para el logro de este objetivo, como “la falta de capacidad de transferencia de tecnologías, las limitaciones en términos de infraestructura y acceso al agua, la investigación y el desarrollo”.
Hay una serie de obstáculos relacionados con el capital humano que van desde la falta de formación y habilidades específicas hasta la edad de los agricultores y sus preferencias.
En la lechería también visualizaron al “capital humano como una limitante tanto en términos de costos laborales como de la calificación y formación”. En particular advierten sobre la necesidad de contar con recursos humanos capacitados en la gestión empresarial y en investigación.
Respecto al cultivo de arroz, los técnicos del MGAP analizaron que Uruguay se encuentra entre los 10 principales exportadores mundiales del producto, a la vez que se posiciona próximo a la frontera tecnológica con niveles de productividad de los más altos a escala mundial. La meta productiva al 2030 tiene en cuenta la historia del cultivo y plantea un nivel alcanzable de reducción de brecha de rendimientos dentro del país y reducción de la brecha respecto a la potencial.
Los rendimientos por hectárea en promedio registraron entre 8.000 y 8.500 kilos desde 2008, pero hay un 10% del área que logra niveles cercanos a los 10.000 kilos por hectárea, puntualizaron. Comentaron que “esa expansión de la frontera tecnológica del sector se ha logrado en base a la innovación y automatización de procesos, sin embargo el costo laboral sigue presentando una incidencia importante en el total”. De esa forma, se estima que “habría margen para continuar automatizando tareas y potenciar la productividad de la mano de obra”, consideraron.
A partir de un plan estratégico del sector de granos oleaginosos, como la soja, los técnicos indicaron que “escasean los recursos humanos con formación especializada en temas prácticos” y que se constata una “falta de oferta de capacitación vinculada con las nuevas tecnologías y las herramientas de última generación”, también hay un “déficit en formación en gerenciamiento empresarial, gestión y planificación”.
Bajo el supuesto de la instalación de una tercera planta de celulosa en Uruguay, “el sector forestal tendrá un incremento en la demanda laboral en tareas de alta especialidad”, como el manejo de maquinarias y en las plantaciones, según Opypa. La mayoría de esas tareas son contratadas por las grandes compañías propietarias de las fábricas de pasta de celulosa, que identificaron “deficiencias en las habilidades” de los trabajadores y decidieron involucrarse en la capacitación de esos empleados.
En el caso de la producción de frutas y hortalizas, que es un rubro intensivo en el uso de mano de obra y segundo generador de empleo detrás de la ganadería, registró una reducción en los niveles de ocupación entre 2006 y 2016, advirtió. Y planteó que esa situación podría explicarse, entre otros factores, por “el encarecimiento de la mano de obra, las dificultades para conseguir personal frente a otros rubros más dinámicos y con ingresos comparativamente mayores, y la mecanización de los procesos”.