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    El área de colza cae 200.000 hectáreas con respecto a la superficie sembrada en el invierno pasado

    La oleaginosa registra su primera caída en Uruguay, por menores precios, exigencias de mercados y rotaciones

    En la actual zafra de invierno el cultivo de colza registra una caída “muy importante” de la superficie sembrada, al estimarse una siembra en torno de las 150.000 hectáreas, de acuerdo a los datos de la encuesta agrícola difundida por la Dirección de Información y Estadísticas Agropecuarias (Diea) del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (Mgap).

    Cabe recordar que el año pasado se sembraron casi 350.000 hectáreas, siendo este el principal cultivo de invierno en la agricultura local.

    La expansión del cultivo tomó fuerza en la zafra 2020/21, cuando llegó a 114.000 hectáreas y superó por primera vez las 100.000 hectáreas. Pero desde que Diea lleva registros (2012/13) el área de colza siempre creció, hasta este año.

    La encuesta de esa dirección del Mgap también señala que los otros dos cultivos de invierno, trigo y cebada, no tienen grandes variaciones al comparar las áreas de esta zafra con las del ejercicio precedente. El trigo tiene un piso de siembra de 300.000 hectáreas y la cebada 200.000 hectáreas.

    En su momento el crecimiento del área de colza estuvo impulsado por la demanda de Alur, para la producción de biocombustibles. Luego el destino más importante de la oleaginosa de invierno fue Europa, el año pasado quedó operativo el mercado chileno y recientemente el Mgap informó la habilitación de México.

    Razones de la caída

    Según Diea, la menor área se asocia con factores como la caída del precio de la oleaginosa y las rotaciones de chacras por sanidad. El productor agrícola Gabriel Carballal señaló que el precio de la colza “bajó prácticamente a la mitad” frente al precio que había el año pasado (de casi US$ 800 a unos US$ 430 por tonelada), y que en los casos del trigo y la cebada los precios disminuyeron 30%.

    Además está la “historia reciente”, dado que “todos los cultivos de segunda sobre colza anduvieron muy mal”, y “los cultivos de segunda sobre gramíneas anduvieron algo mejor”, indicó para explicar los fundamentos de la menor superficie sembrada en la presente zafra.

    Juan Foderé, director Fadisol, consideró que la fuerte caída del área se debe a las complejas condiciones de siembra, producto del atraso en la cosecha de verano. También influyeron los resultados del año anterior, pero que sobre todo la colza tiene un mercado internacional “totalmente desinflado”.

    Para Marcos Guigou, director de Agronegocios del Plata (ADP), este año la colza fue el cultivo “menos atractivo” porque los precios de los aceites han bajado mucho”, pero “a su vez el negocio de la colza se ha ido enchastrando bastante por más requisitos vinculados con la trazabilidad”, y otros que “probablemente sean importantes, pero al final del día terminan costando mucho y agregando poco valor”.

    Exigencias europeas

    En los últimos años el mercado europeo se ha transformado en el destino más importante para la colza uruguaya, porque tiene una demanda fluida y precios más altos, pero a la vez tiene altas exigencias de inocuidad. Guigou consideró que ese mercado “tiene muchos requisitos”, que en muchos casos se pueden transformar en “restricciones”.

    En declaraciones al programa Punto de Equilibrio, de radio Carve, Guigou puso en duda si las regulaciones vienen todas de Europa o si “son ideas hiper proteccionistas de quienes están a cargo” de esos temas en Uruguay. Hay “millones de palomas y hormigas que te pulverizan los cultivos”, aludiendo a las pocas o nulas herramientas que permiten controlar esas plagas.

    En el caso de colza está prohibido el uso de insecticidas en la semilla. “Y si vas a impactar poco en el ambiente es con la colza, porque se siembra apenas con 3 kilos por hectárea. Pero son cosas que son necesarias, porque tenemos insectos y plagas”, dijo.

    Guigou acotó que “nos tapamos de regulaciones, inventamos cosas sin medir los impactos” y “el sistema no lo soporta”. Cuando “los números son holgados” esa situación se sobrelleva, pero “cuando se aprietan todo te empieza a dejar debajo de la línea de flotación”.

    Señalan falta de herramientas para el control de hormigas en colza

    Hoy “te quedan de 30 a 50 metros” en las orillas de las chacras que se la llevan las hormigas, si pudieras usar insecticidas en la semilla se podrían controlar esos insectos que se comen las planta”, comentó el director de Agronegocios del Plata (ADP), Marcos Guigou. ADP terminó resembrando unas 1.000 hectáreas de colza, debido a esos problemas, comentó.

    Por su parte, el director de Unicampo Uruguay y docente de la Facultad de Agronomía, Esteban Hoffman, dijo que los problemas de hormigas y bicho bolita en las chacras de colza “no fueron generales”, pero sí “muy importantes para algunos” productores, lo que se puede adjudicar, entre otros factores, a la falta de lluvias y también porque “nos dejamos de preocupar de los hormigueros, desde que se plantaba girasol y se usaba fipronil”.

    “La semilla que se está sembrando no tiene insecticidas curasemillas”, entonces “nos agarra sin curasemillas”, porque el Mgap restringió el uso de estos productos, señaló. El experto afirmó que “no es nada fácil” encontrar alternativas para el combate a las hormigas en las chacras, que generan importantes pérdidas en la producción.

    Con el crecimiento del área de colza en los últimos años, también viene aumentando la cantidad de productos registrados, entre ellos los insecticidas para curasemillas, dado que “no había registro de ingredientes activos para insectos de suelo” y “recién este año se dispone de clorantraniliprole y de cyantraniliprole para esos usos”, dijo el director del departamento de control de insumos de la Dirección General de Servicios Agrícolas (Dgsa) del Mgap, Alex Hughes.

    Explicó que se venía usando el tiametoxam para ese tipo de problemas, pero hubo un “desvío de uso” de ese ingrediente activo “que no estaba autorizado” para el cultivo de colza, entonces “se usaba sin estar registrado”.

    La Dgsa venía haciendo un trabajo “bastante importante” respecto a cultivos “atractivos” y el uso de ese tipo de productos que tienen “efectos sobre los polinizadores”, que “pueden ser crónicos, por eso muchas veces en aquellos casos en que los curasemillas son muy sistémicos, como el tiametoxam, puede generar residuos en néctar y polen, lo que afecta a las abejas”, advirtió.

    Comentó que “en principio no se va a autorizar” ese producto para curasemilla, “pero si hay estudios nacionales que nos indiquen que la cantidad de residuos no afecta ni en forma aguda o crónica a las abejas”, entonces “no tenemos problemas para registrarlo”, aunque “todos los estudios del exterior indican lo contrario”.

    Mencionó que existen trabajos técnicos realizados sobre este producto en Europa, Canadá y Estados Unidos, que incluyen mediciones de residuos en polen y néctar. Consultado sobre el aumento de ataques de hormigas en la agricultura, Hughes señaló que luego de “tres años consecutivos” de sequía y “el posterior registro de lluvias previo a la siembra de colza hizo que la voracidad y la presión de ataque de hormigas determinara los daños” en los cultivos.

    La siembra de colza “coincidió además con la actividad estacional que tienen las hormigas, que es de febrero a abril y de setiembre a noviembre”, acotó.

    Indicó que para el combate de las hormigas “hoy están autorizados los cebos de fipronil, que está autorizado” por el Mgap, “y es la única herramienta disponible, según lo que surge de consultas realizadas a la academia”.

    Más allá de la aplicación de cebos, “no hay herramienta efectiva de control para enfrentar los ataques que hubo este año, porque pasaron por arriba de las plantas de trigo y cebada, se las llevaban enteras”, enfatizó.