El as en la manga

El as en la manga

La columna de Fernando Santullo

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Nº 2097 - 11 al 17 de Noviembre de 2020

Mucho se habla de las fake news como si no fueran el viejo cuento del tío de toda la vida. Pareciera que si le damos un nuevo nombre a las viejas mentiras adquieren un valor renovado y eso obliga a tener una nueva batería de medidas para combatirlas. Sin embargo, tengo la impresión de que, tal como ocurre con los food trucks, que son el carrito de siempre, pero pintado de negro y atendido por barbudos con buenos cortes de pelo, las fake news pueden ser derrotadas con los viejos métodos que se usaban para derrotar las mentiras de ayer, hoy y siempre.

Lo que sí ha cambiado y mucho es la posibilidad de informarse: existen hoy muchas más fuentes, buenas, malas y pésimas, a las que se puede acceder con un par de clicks. Recordemos que hace apenas unas décadas el camino para informarse era casi en exclusiva la prensa escrita y el noticiero televisivo. Otra cosa es si al hacer esos clicks se accede de verdad a la información y no a algún verso viejo en versión 2.0, como cuando uno se sube a una cachila y descubre que el tapizado es nuevo. Pero lo cierto es que hemos pasado de la escasez de fuentes a su proliferación descontrolada, del problema de acceder a los datos al exceso de datos, de las opiniones más o menos calificadas a la cacofonía prepotente e, irónicamente, desinformada. Siglo XXI megacambalache, todos mamando y siendo giles al mismo tiempo.

Es verdad que las noticias falsas se caracterizan por ser algo más que una distorsión ideológica que afecta la percepción de unos hechos. Esa era la clase de distorsión que se le asignaba habitualmente a la prensa tradicional. La noticia falsa, en cambio, no narra unos hechos y los acomoda para que encajen en una ideología más o menos oculta: interpreta (o directamente inventa) unos hechos de forma que estos provoquen una reacción emocional en el ciudadano, una que sirva para confirmar sus preconceptos previos.

Si la noticia dice exactamente lo que vos querías, eso que vos necesitabas que dijera, probablemente se trate de una noticia falsa. Y para eso, para confirmar tu prejuicio y para manijearte contra algo o alguien, es que fue creada.

Obviamente, para poder funcionar y cumplir con su objetivo, las noticias falsas necesitan de cierto caldo de cultivo, de cierta predisposición de parte de la ciudadanía. De que exista una sopa social en donde se enfatice la “humillación”, el sumir en el “ridículo total”, el “aniquilar” y demás expresiones peyorativas y emocionales, en vez de que impere un clima que privilegie el analizar, entender, comprender, colaborar y cooperar. Para que la bestialidad de las noticias falsas prospere se necesita de una audiencia acostumbrada a medir todo aquello que la rodea en términos bestialmente negativos.

Hay una receta tradicional que se enseña en las escuelas de periodismo y que, pese a las dificultades que presenta la sobreinformación a la que nos vemos sometidos, no parece un mal método: es necesario consultar al menos tres fuentes independientes antes de dar por buena cualquier información. La clave es que esas fuentes sean independientes entre sí, no independientes del “gran capital” o de “los sindicatos” o de “los poderes en las sombras”, tipo Soros o Gates. Es claro que sesgo tienen todas las fuentes, pero no menos cierto es que todas tienen también algo de verdad. La información que reste, una vez sacada esa morralla ideológica que todas las fuentes tienen, será la base a partir de la cual podrás intentar armar tu versión de lo sucedido. Y luego, sí, quizá, tratar de concluir algo al respecto.

Veamos un ejemplo reciente, el del vecino de Piedras Blancas que blandía un machete y fue baleado por la policía. Un medio tituló: “Un grupo de policías no supo reducir a un hombre en Piedras Blancas y optó por dispararle a quemarropa”. Otro escribió: “Policía dispara en el pecho a un hombre que quiso agredir a otro agente con un machete”. Y un tercero: “Hombre que intentó atacar a policía con un machete y fue baleado se encuentra en CTI”. Los tres refieren a un mismo hecho, pero es bastante claro qué aspectos de la información quieren dar y qué aspectos de la interpretación de esos hechos priorizan. Es decir, qué cosas dicen más allá de los hechos, que no se relacionan directamente con los datos y que ofrecen una lectura política o ideológica de dichos hechos.

Además de contarnos lo que sucedió, el primer titular nos explica por qué sucedió: los policías son unos ineptos que eligen dispararle a quemarropa a una persona. El segundo no se mete con las intenciones y se limita a presentar lo sucedido, cumpliendo de manera bastante estricta con la norma de solo contar los hechos. El tercero nos recuerda que si bien pasó algo feo no fue mortal, el señor está en el CTI. No es una interpretación de lo ocurrido, pero agrega en el titular una segunda información que matiza la primera, aunque no sea parte de la noticia original. En todo caso, el resumen que se obtiene de los tres titulares, sacando la chatarra, se parece bastante al segundo titular. Es a partir de ese resto, del dato que surge, que uno puede intentar construir una mirada propia sobre lo real. Ojo, dije propia, no neutra ni objetiva. En nuestra vida social, la neutralidad y la objetividad son apenas tipos ideales, herramientas que se usan como aspiración, pero que se sabe no existen en la realidad. Esa mirada entonces estará basada en unos hechos y nos llevará, ahí sí, a donde la combinación de esos datos con nuestra ideología nos lleve. Nuestra ideología, no la del medio o la del periodista.

Antes de alcanzar ese punto, lo único que hacemos es comprarle a alguien su versión de los hechos, sin tener el material mínimo para construir esa versión propia. Por supuesto, el de las tres fuentes no es un método infalible, da trabajo y toma tiempo, pero sin duda es mejor que replicar cualquier porquería que confirme nuestro prejuicio. No solo eso: es la clave para intentar construirnos como ciudadanos con criterio propio en un mundo en donde es muy fácil verse bombardeado por la clase de bolazos que uno está deseando escuchar. De nuestra capacidad para separar la paja del trigo, para detectar el gato cuando nos dicen que es liebre, es de donde mana la calidad de nuestra deliberación colectiva. No hay nada más allá de nosotros como ciudadanos. Porque los medios, los partidos, las organizaciones sociales, los clubes de bochas, todos están integrados por ciudadanos.

Así como la agenda de los ciudadanos no tiene por qué coincidir siempre con la de los partidos, y de hecho no lo hace, lo mismo ocurre con la agenda de los medios: la mirada ciudadana no tiene por qué coincidir con la ideología que expresan esos medios a través de sus editoriales y de su forma de titular, esa que mezcla de manera intencional hechos con lecturas de esos hechos. De nosotros depende detectar la parte fake de las news. Como dice la letra: “No hay nadie más, sos solo vos, jugá tus cartas y hacelo bien”. Saber informarnos es justamente el as que los ciudadanos guardamos en la manga.