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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEl pasado martes 23 de abril, la Federación Uruguaya del Magisterio y Trabajadores de Primaria (FUM-TEP) hizo pública una declaración en relación con el asesinato de un niño en el departamento de Maldonado. El texto íntegro de la declaración se encuentra en la página de Facebook de dicha Federación (www.facebook.com/elbia.pereiralucas).
En aras de la moderación, solo calificaré la declaración de sorprendente y extemporánea. El texto está conformado por cuatro párrafos, los cuales podrían ser titulados de esta manera:
1. Expresión de solidaridad con compañeros y comunidades educativas del departamento de Maldonado.
2. Preocupación por la violencia en nuestra sociedad.
3. Elogio extenso y encendido de la labor del “Magisterio Nacional” (sic).
4. Exhortación a continuar luchando “para construir una cultura de PAZ, garantizando los Derechos Humanos y la convivencia armónica”.
1. A este lector le ha resultado sorprendente la expresión totalmente despersonalizada de solidaridad colectivista y regionalista del primer párrafo, a saber: la FUM-TEP expresa, en nombre de todas sus filiales, su solidaridad con los compañeros y comunidades educativas del departamento de Maldonado. Ser solidario significa hacerse uno con el otro, volverse compacto con sus sentimientos, etc. Pero, curiosamente, la FUM-TEP es solidaria con un conglomerado de personas que no han padecido nada y que no se han hecho acreedoras de ninguna sensibilidad ni de ninguna solidaridad consecuente.
Así, resulta algo inesperado la virtud social de la solidaridad circunscrita a los integrantes de un gremio departamental. ¿Por qué no expresar solidaridad a todo el medio de relaciones del niño asesinado, medio que lo lloró y lo estará llorando genuinamente quién puede saber cuánto ni cómo, y no a colectivos anónimos?
2. La FUM-TEP está muy “preocupada” por la nueva manifestación de violencia de nuestra sociedad; violencia, dice, para este asesinato infame, dirigida a “la niñez”. La realidad es que la violencia la padeció un pequeño niño, y no “la niñez”, que es una abstracción meramente conceptual.
3. El tercer párrafo de la declaración de la FUM-TEP es el más extenso. A pesar de ello, lo transcribiré para que sea conocida la alta estima en que se tiene el “Magisterio Nacional” y para poder realizar un análisis más o menos exhaustivo:
“El Magisterio Nacional ha luchado, a través de su rica historia, por la defensa de los niños y niñas, a través de todos los medios de que dispone. Dando la batalla por la educación y la cultura de todos los uruguayos en todos los rincones del país, impulsando el derecho al ejercicio pleno del derecho a la salud, promoviendo los espacios para el juego y la recreación, construyendo un horizonte de igualdad y enfrentando toda forma de discriminación”.
(De manera notoria, el vocabulario y las ideas de la FUM-TEP parecen más un manifiesto político-sindical útil como un fundamento pétreo para una reivindicación salarial que una expresión de dolor y consternación).
Es difícil, si no imposible, establecer cualquier tipo de conexión entre el hecho cruel sucedido en Maldonado con este batirse el parche de la FUM-TEP, con este autobombo tan detallado de las virtudes desarrolladas “a través de su rica historia” por todos los maestros que en el Uruguay han sido.
Esta elogiosa descripción del “Magisterio Nacional” (mayúsculas bastante usadas en la prosa castrense), esta elogiosa descripción es netamente extemporánea. Y si me pregunto si este párrafo podría ser parte de una oración fúnebre por el pequeño Felipe Romero en el acto de sus exequias, me respondo con una negación rotunda.
4. El cuarto párrafo, expresa textualmente: “Hay que continuar luchando y aportando, desde nuestro lugar, con el conjunto de la sociedad, para construir una cultura de PAZ, garantizando los Derechos Humanos y la convivencia armónica”.
Nuevamente, la declaración de la FUM-TEP reincide en la extemporaneidad.
Entiendo que el abuso y el infanticidio dramáticos que conoció nuestra sociedad no son expresiones de una cultura contraria a la “PAZ” ni la de una convivencia inarmónica en nuestra sociedad. Sí podría pensarse que el victimario desconoció los “Derechos Humanos” de la víctima. Pero, desde mi modesto punto de vista, el foco del análisis debería dirigirse a las patologías psíquicas del victimario y de su medio, así como al ejercicio irresponsable de la protección de los niños, tanto como a los abandonos de todo tipo que sufren nuestros niños en nuestra sociedad: hijos de familias destrozadas por los divorcios; hijos habidos en parejas ocasionales; niños con progenitores varones “ausentes” (valga el moderno eufemismo para designar las irresponsabilidades criminales de numerosísimos “padres” varones); niños de mujeres solas y pobres que deben trabajar de sol a sol para lograr una sobrevivencia mezquina y que deben dejar su prole en manos de terceros para poder trabajar.
Entonces, ¿qué relación hay entre todos estos males que padecen infinidad de niños de nuestra sociedad con la rica historia del Magisterio Nacional? ¿A santo de qué el autobombo magisterial?
¿Cómo entender, entonces, la declaración de la FUM-TEP del último 23 de abril?
La declaración peca de ignorancia supina de la realidad social presente y la realidad de su rica historia. La FUM-TEP realizó esta declaración únicamente porque la tragedia comenzó, ocasionalmente, en una escuela elemental. El homicida, por motivaciones que nunca podrán ser conocidas, eligió para el día fatídico el horario de recreo de la escuela. Pero la tragedia podría haberse producido un día feriado y sin clases. El vínculo insano entre el niño y el homicida llegaría fatalmente, casi con seguridad, al epílogo conocido.
Puede creerse, entonces, que la FUM-TEP hace pública una declaración solo porque el comienzo del drama se produjo en el recinto escolar. Que este lector se haya enterado, la FUM-TEP no realiza declaraciones por cada abuso sexual de niñas y niños seguido o no de muerte de las víctimas. La declaración de la FUM-TEP puede dar lugar a la suspicacia de pensar que hicieron pública su solidaridad en estos días, a fin de que pareciera que la enseñanza primaria fue ajena en un todo a los hechos que finalizaron en tragedia y para deslindar su eventual responsabilidad.
Ignoro, asimismo, si los centros escolares organizan periódicamente una suerte de “escuela para padres”, con el propósito de contribuir a que los padres o tutores de los niños se formen en el respeto por los menores y por sus mejores condiciones de vida en su ámbito privado.
La militancia de la FUM-TEP por una “cultura de Paz” y de “convivencia armónica” no se hace pública jamás.
Según datos oficiales, en el año 2016 se atendieron 2.647 situaciones de violencia contra niñas, niños y adolescentes. Esta cifra significó un aumento de registros cercanos al 39 por ciento con relación al año 2015.
Por último, es muy posible y hasta probable que el victimario y la progenitora de la víctima hayan pasado por las aulas de la educación primaria. Un altísimo porcentaje de la población de nuestro país ha pasado y pasa por la enseñanza elemental. Y las instituciones de enseñanza no pueden ni podrán jamás detectar personalidades psicopáticas como la del victimario y los otros actores cercanos de los padecimientos del niño asesinado.
Lamentable y forzosamente, las psicopatías no se curan por la acción de la escuela comprometida con una “cultura de Paz”. Y para las psicopatías, tal vez, no se ha encontrado cura ni psicoterapéutica ni farmacológica.
¿Cuánta violencia doméstica, con los niños como espectadores o como destinatarios de la agresividad de sus mayores, es conocida por el personal docente de las escuelas primarias, y los docentes de tales escuelas no dan noticia al Poder Judicial, tal como están habilitados para hacerlo por la ley llamada de “Violencia doméstica”?
Hay un aforismo que afirma que “no hay pedagogía sin psicología”.
En consecuencia, ojalá que maestros y profesores recibieran una muy sólida formación en psicología (y en psicopatología…), a fin de que se convirtieran en agentes de detección de los graves problemas de victimización que padecen los niños que ven ciento ochenta días al año.
Entre las carencias de la mala preparación para la docencia se encuentra la escasísima formación en psicología de los aspirantes a maestros y profesores.
Y tanto es así, que existen instituciones de enseñanza en las que el personal docente es cómplice silencioso pero activo de la violencia doméstica que practican sus docentes con sus propios hijos, o de la violencia que ejercen los docentes sobre los propios alumnos, con conocimiento de la dirección de las escuelas y de todos los colegas.
Fernando Iglesias