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A principios de la década de 1990 el mundo de las noticias sensacionalistas expandió sus dominios girando en torno a un pene, aun cuando en algunos medios no se atrevían o no sabían si usar o no la palabra pene. Fue uno de los casos de mayor resonancia mediática de la década. Aconteció el 23 de junio de 1993 en Manassas, Virginia. Esa noche, Lorena Bobbitt usó un cuchillo de cocina y le cortó el miembro a su esposo, John Wayne Bobbitt, que en esos momentos se encontraba durmiendo. Acto seguido, la mujer subió al auto y recorrió varios kilómetros antes de lanzar el miembro amputado por la ventana. Luego se dirigió hacia el local donde trabajaba como manicura y arrojó el cuchillo a un tacho de basura.
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A este hecho de por sí demencial siguieron otros tantos igualmente demenciales. La historia de Lorena Bobbit (nombre de soltera: Lorena Gallo) y la tajada peneana (el corte tenía una precisión y una pulcritud quirúrgicas y sorprendió incluso a la comunidad médica) se convirtió en la nata y el pan de los tabloides y elevó el rating de los talk shows y los experimentos televisivos como Court TV, canal de cable enfocado en temas delictivos, con docudramas sobre crímenes reales y coberturas exclusivas de casos judiciales. Mediante una maniobra inédita hasta entonces, a John Bobbitt se le reimplantó su pene y el hombre gozó, por breves momentos, de un estatus de celebridad. Llegó a incursionar como actor en producciones pornográficas: John Wayne Bobbitt Uncut, centrada en el suceso que lo hizo famoso, y Frankenpenis, luego de someterse a una segunda cirugía, esta vez para agrandar su miembro (y que derivó en una auténtica aberración).
La historia y sus entretelones es capturada 25 años después en Lorena, documental de cuatro episodios de casi una hora de duración cada uno, dirigido por Joshua Rofé y con la producción ejecutiva de Jordan Peele, reconocido realizador de Huye y Nosotros. La miniserie está disponible en la plataforma Prime Video, de Amazon. Dentro de lo más destacado de este telefilme es el “detrás de escena” de cómo se contó lo que se contó, mostrando cómo se manejaban los medios durante aquellos años ante un hecho tan peculiar protagonizado por un exmarine estadounidense, blanco y de ojos claros, y una inmigrante ecuatoriana de cabello oscuro y ojos grandes que hablaba con un tímido acento extranjero.
Podría decirse que, en varios aspectos, lo de Bobbitt preparó el terreno para (y fue dejado un poco de lado por) el incidente que sacudiría a la sociedad estadounidense casi un año después, el asesinato de Nicole Brown Simpson y Ronald Goldman, ocurrido el 12 de junio de 1994, y que tuvo como principal sospechoso al actor y exestrella de la National Football League O. J. Simpson. El juicio de O. J. Simpson fue el más mediático de la historia y opacó parte de lo que ocurrió antes y después con Lorena y John Bobbitt. El documental de Rofé busca llamar la atención sobre todo lo que hubo debajo de la explotación mediática, las bromas y los titulares sensacionalistas. Como en el caso Simpson, en el de los Bobbitt hervían el racismo, el clasismo, el maltrato y la violencia doméstica. La acción de la mujer no solo fue el comienzo de una historia, también fue el cierre de una trama mayor, signada por el abuso, la humillación y el miedo.
Lorena cuenta cómo se conocieron, se enamoraron y se casaron, muestra de dónde venía cada uno, pone en contexto los hechos y se nutre de material de archivo y de un destilado de extensas entrevistas a los diferentes involucrados y allegados al matrimonio. Hablan policías que recibieron denuncias de Lorena por los golpes que le propiciaba Bobbitt, los oficiales que encontraron el pene, el médico que dirigió al equipo que hizo la cirugía de reconstrucción, los padres de John Wayne, periodistas que cubrieron el caso, miembros del jurado, los abogados y representantes mediáticos de ambas partes, amigos, vecinos, compañeros de trabajo. Y John Wayne, por supuesto. Pero, sobre todo, habla Lorena, autora confesa de la agresión, que fue sometida a un juicio mediático en paralelo a los dos juicios en los que estuvo implicada. En uno fue acusada de castración con alevosía y en otro acusó a su esposo de maltrato, abuso y violencia. En ambos juicios expuso lo vivido durante los cuatro años de matrimonio. Y entre las instancias más duras y estremecedoras del documental se encuentra el momento en el que ella da testimonio de las agresiones de su marido. Lorena fue golpeada, violada y sodomizada por Bobbitt decenas de veces. Y a pesar de lo impresionante del relato de esta mujer, los medios se enfocaron principalmente en que hizo realidad la pesadilla de la mitad de los habitantes del planeta. Pero nadie parecía tener mucho interés en el por qué hizo lo que hizo. En eso se detiene Rofé, el director de Lorena.
Según Bobbitt, ella estaba furiosa y celosa y sumamente resentida porque él quería terminar la relación. Según Lorena, era ella la que quería separarse y estaba paralizada por el horror y el miedo. De a poco, por medio de testimonios y documentos, se vuelve cada vez más difícil creerle a Bobbitt. Con el pasar de los minutos empieza a revelarse como un mitómano y un psicópata. Y a partir de lo que se ve en pantalla, también como alguien bastante limitado a nivel cognitivo.
Bobbitt no lograba mantener un trabajo fijo y abusaba del alcohol. Violaba reiteradas veces a su esposa. Por eso, dice una testigo, “ella atacó al instrumento de tortura: el pene de su marido”. Rofé no justifica el acto de violencia de la esposa, sino que le da espacio para hablar, algo que no sucedió 25 años atrás. “Muchos periodistas quisieron escribir sobre la historia de violencia y abuso por la que pasó Lorena y no lo hicieron porque entonces sus jefes eran hombres y ellos no se lo permitían”, cuenta una periodista. Porque el tema era el pene, el pene cortado, la dignidad de un hombre rebanada y arrojada por ahí como una colilla de cigarrillo.
A Lorena no le faltan las tomas realizadas con drones (como buena parte de los documentales que se producen en la actualidad) y a la vez parece un poco estirado (da la sensación de que podía resolverse en tres episodios). Ese estiramiento se hace más notable en las dramatizaciones (un recurso que no siempre sale bien) y en momentos donde se vuelve sobre información que ya se ha suministrado y subrayado. Sin embargo, resulta una producción de singular importancia para ver qué tanto han cambiado la sociedad y los medios en las últimas décadas. En 1993, cuando el caso salió a luz, la conmoción mediática se basaba en la “chocante castración” propiciada por una “mujer desquiciada”. Ese mismo año, solo en Estados Unidos, más de 200 mujeres fueron asesinadas por sus parejas.