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    El desafío de la oposición

    N° 1916 - 04 al 10 de Mayo de 2017

    , regenerado3

    Gobernantes y políticos suelen apelar a lugares comunes para evitar decir qué harían —o qué estarían dispuestos a hacer— en caso de tener que enfrentar situaciones problemáticas. “Llegado al río veremos cómo lo cruzamos”, ha sido una fórmula frecuentemente empleada para responder la interrogante y salir del paso.

    Una forma de evitar decir lo que no se quiere decir porque puede fastidiar a quienes piensan diferente. Y, se sabe, en política nadie quiere perder apoyos o generar rechazos. Un político que se precie de tal quiere sumar, no restar.

    En ocasiones, también, evitan pronunciarse sobre algo que no conocen bien o respecto de una situación que, por estar en pleno desarrollo, podría depender de elementos o aristas que se desconocen. Confirman la voluntad de cruzar el río. Pero nada adelantan sobre cómo hacerlo. Ocultan “los costos” que, llegado el caso, habrá que asumir al tomar una decisión que de antemano se sabe compleja, problemática.

    ¿A qué viene este introito?

    El gobierno de Tabaré Vázquez transita su tercer año y a fines de agosto habrá ingresado en la segunda mitad de su mandato. Por tanto, no debería sorprender que el cotilleo político ciudadano centre su atención y especule con probables candidaturas. Se otea en el horizonte tratando de anticipar qué nos deparará el futuro.

    Menos debería sorprender que el mundillo político concentre sus energías en definir estrategias electorales, en perfilar candidaturas presidenciales, legislativas, departamentales. Del acierto o del fracaso de estas apuestas dependen sus propias carreras políticas. 

    Esto siempre ha sido así. El ex presidente Lacalle solía decir que la campaña electoral comenzaba una vez  que se terminaba el escrutinio de cada votación.  

    Un par de circunstancias operan esta vez como aceleradores del proceso. A esta altura está claro que el oficialismo está políticamente empantanado. Por la pérdida de la mayoría en Diputados, por las insuperables diferencias y contradicciones existentes en sus filas y por la decisión del presidente de no correr el riesgo de perder el grado inversor. No hay margen para aventuras voluntaristas.

    Una coyuntura que agota su capacidad de impulsar reformas necesarias que son relevantes. Si será así que las principales demandas de la dirección oficialista del Pit-Cnt son hoy “conservar las conquistas logradas” en esta “década progresista” y conceder “más recursos” para la educación.

    Como si todo esto fuera poco, el Frente Amplio enfrenta el desafío de procesar el inevitable relevo generacional de quienes, tras el retiro de Seregni, han sido sus principales referentes: Vázquez (77, no puede ser reelecto), Mujica (cumple 82 en dos semanas), y Astori (77).

    La lista de quienes aspiran al trompo es amplia. Pero cada cual debe jugar sus fichas con discreción para evitar dar pasos en falso que le retrasen o saquen de la competencia. Ya le pasó a Sendic. Para peor, desde hace meses, las encuestas registran el desánimo de la militancia y el descontento de muchos de sus votantes.

    Para lograr la postulación presidencial los pretendientes deberán superar dos instancias. El Congreso —hasta ahora controlado por el filtro de una alianza que incluye al MPP, el PCU, Confluencia Frenteamplista, el PVP y que cuenta con el aporte de la mayoría de la representación de “las bases”— que habilita precandidaturas, y luego la elección interna de mayo 2019.

    Un segundo acelerador del tiempo político ha sido el inesperado, aunque no sorpresivo del todo, paso al costado dado por Bordaberry. El anuncio dejó en estado de de shock a Vamos Uruguay, que pierde a su timonel y agitó el avispero colorado. El anuncio de Bordaberry abre mayores posibilidades a las corrientes “batllistas” que cuestionaban su liderazgo y que procuraban reagruparse para generar una alternativa presidencial más atractiva en el debilitado Partido Colorado.  

    Convertido desde hace una década en la principal alternativa electoral al Frente Amplio, la existencia de nuevas aspiraciones y nuevos reagrupamientos internos podrían, a través de una mayor competencia interna, agitar las aguas —y las posibilidades electorales— en el Partido Nacional.

    El Partido Independiente y el Partido de la Gente tienden sus redes también para beneficiarse del descontento que manifiestan muchos votantes del Frente Amplio y del descrédito que existe hoy, no solo en nuestro país, respecto de partidos y políticos.

    Los electores no solo respaldan (premian) conductas y relatos. También castigan inconsecuencias y comportamientos engañosos.

    Dadas las circunstancias resulta natural que estemos viviendo un adelanto del tiempo político y que tanto el oficialismo como los partidos opositores redoblen sus esfuerzos para fortalecer sus futuras posibilidades electorales.

    Es lógico que los partidos y candidatos destinen sus mayores esfuerzos a definir estrategias y a “vender” sus relatos para mejorar sus expectativas electorales.

    Es obvio que todo partido y todo candidato aspira a llegar al gobierno para poder impulsar las acciones y los programas que fundamentan y dan razón a su lucha política. Y que le comprometen con su electorado y con la ciudadanía toda.

    Pero siendo importantes para ganar el derecho a gobernar, el relato y las estrategias electorales no son un fin en sí mismo. No pueden terminar siendo todo en la vida política. Ganar es solo un paso, el primero.

    Quienes aspiran a gobernar tienen que pensar no solo en el primer paso, en la primera jugada. Tienen que preparase para encarar los problemas, los que se conocen y los que puede preverse que irán apareciendo.

    Ello requiere formar equipos que estudien la problemática nacional, los desafíos que plantean los avances tecnológicos y la globalización. Que proyecten acciones y planes de gobierno,  que tengan o vayan adquiriendo experiencia y capacidad en la resolución de problemas y conflictos.

    Maniatado por sus diferencias, que no podrá superar sin arriesgar la unidad que le llevó y permitió conservar el gobierno, el oficialismo solo puede ofrecer más de lo mismo. Ese es su techo, su talón de Aquiles, en la actual coyuntura económica del país. Pues bien, ¿cuán atractiva es una propuesta continuista? 

    ¿Y la oposición? ¿Qué ofrece? ¿Una coalición que suponga un mero reparto de cargos y posiciones y que actúe sin un liderazgo firme en el que todos los días surjan diferencias y contradicciones entre sus socios?

    El país no resiste más improvisaciones. El futuro no resiste continuar en el masomenismo. La oposición tiene un año escaso para transmitirle a la ciudadanía una esperanza, una ilusión luminosa, que hoy no existe. Ese es hoy por hoy su principal desafío.