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    El fracaso de las negociaciones en la Organización Mundial de Comercio

    N° 1949 - 21 al 27 de Diciembre de 2017

    La OMC, Organización Mundial de Comercio, que fue concebida en la Ronda Uruguay del GATT en 1986 y dio a luz en Marrakesh en 2005, acaba de terminar una ronda de negociaciones en Buenos Aires que culminó con una amarga decepción. Particularmente para la Argentina, que con gran profesionalismo y dedicación preparó el evento y sus negociaciones previas en estos últimos años. La ministra Malcorra merece un especial reconocimiento.

    El director de la OMC, el embajador brasileño Roberto Acevedo, manifestó con crudeza: “No hemos obtenido resultados. No podemos ocultar nuestra decepción. No pudimos avanzar en varios programas. La decepción es amarga sobre todo para los autores”.

    En la raíz de estos resultados está claramente la posición negociadora de los Estados Unidos y su nueva administración, que privilegian el retorno a los acuerdos bilaterales retirándose de los compromisos multilaterales iniciados con el Pacífico o postergados, como las negociaciones con Europa. Frente a esa posición se destaca la asumida por China, defendiendo el libre comercio y la globalización, que viene anunciando reiteradamente el presidente chino Xi Jinping. Cambio de roles ciertamente sorprendentes para los que tenemos muchas décadas de deambular en estos cenáculos. Este cambio en las políticas tradicionales de la administración republicana de los Estados Unidos solo puede explicarse en claves políticas y coyunturales.

    En el juego democrático, el creciente papel de clases medias enojadas en Estados Unidos por la postergación de sus ingresos reales en las últimas décadas, el discurso proteccionista y las políticas antiinmigratorias son bien recibidos políticamente.

    A China, con su experiencia de apertura a las inversiones y la tecnología internacionales que transformaron su economía, los mercados abiertos le permitieron construir un gran espacio económico basado en la expansión de sus exportaciones al resto del mundo. No es de extrañar, por tanto, su apoyo a un sistema multilateral del que fueron los grandes beneficiarios.

    La conciliación entre estas dos visiones sobre el comercio mundial es difícil y peligrosa. Las posibilidades de una guerra comercial están presentes y serían desastrosas para todo el mundo. La restauración de un diálogo multilateral actualizado parece ser la única respuesta razonable.

    Para nuestra región, fuertemente ligada a la economía americana en inversiones, comercio y vínculos políticos y sociales, y a una economía como la china constituida en el primer destino de las exportaciones de materias primas —en especial para los países sudamericanos—, la convivencia entre dos grandes espacios económicos enfrentados puede ser muy compleja y difícil de administrar.

    Quisiera ahora dejar algunas reflexiones sobre potenciales opciones en diversos campos de las relaciones internacionales de América Latina que me sugiere la actual coyuntura internacional.

    a) El espacio regional: tensiones y oportunidades.

    En América Latina un tema muy impactante de la actual coyuntura lo ponen de manifiesto las negociaciones del tratado de libre comercio entre los Estados Unidos, México y Canadá (Nafta). Este tratado, con más de 20 años de progreso notable en la evolución del comercio y la inversión, está corriendo serios peligros de desaparecer. Las negociaciones económicas son duras y difíciles pero, además, atentan contra el clima de diálogo y de fortalecimiento de las relaciones humanas entre dos estrechos vecinos superando distancias y enfrentamientos históricos.

    Creo que un fracaso del tratado tendría grandes costos para México pero también para Estados Unidos. Es posible que, enfrentada a las realidades, la administración americana comience a valorar los beneficios económicos de miles de empresas estadounidenses ligadas a México por la interdependencia del comercio y la inversión. Así como también comience a ponderar los beneficios de la cooperación que México presta en la frontera con Estados Unidos en el combate a la droga y en el control de las corrientes migratorias provenientes especialmente de América Central. Cooperación nada despreciable para Estados Unidos.

    Aparte de esta difícil coyuntura con México, no puedo dejar de lamentar la marcha atrás en los avances del diálogo y la cooperación entre Cuba y Estados Unidos que inició con visión la administración Obama.

    El comercio con el resto de América Latina con grandes superávits comerciales para Estados Unidos no parece entrar en la preocupación inmediata de la administración americana.

    Hay un aspecto positivo, sin embargo, que cabe recoger de estos fenómenos: México, frente a la perspectiva de la interrupción de las relaciones comerciales tan dinámicas con Estados Unidos, mira con creciente interés su relación con el resto de América Latina. En especial con el gran vecino del Sur, Brasil. Estos hechos deben ser recibidos como muy buenas noticias para toda América Latina.

    Es el momento de avanzar con ideas innovadoras en materia de integración regional. Lo acaba de destacar en estas mismas páginas el presidente del BID, Luis Alberto Moreno. Yo lo creo también. Aproximaciones pragmáticas y abiertas no solo al comercio y la inversión intrarregionales sino a la adopción de posiciones concertadas conjuntas en el escenario internacional, vieja aspiración de América Latina nunca bien lograda. Creo que en esas nuevas realidades se abren oportunidades al papel de Aladi para innovar con acuerdos pragmáticos entre países y grupos de países. El perfeccionamiento de una zona de libre comercio regional con la negociación de reglas flexibles de origen para la promoción de cadenas empresariales de valor o replicar en la región todas o algunas de las concesiones que está acordando el Mercosur con la Unión Europea podrían dinamizar el comercio regional.

    México, revalorizando sus relaciones con América Latina, Brasil y Argentina, más abierto al comercio internacional y a las políticas de integración, podría estar creando un nuevo horizonte para la cooperación regional como una clara respuesta a las tendencias a la fragmentación que vienen imperando en los mercados mundiales. Lo peor que nos puede pasar en una región abierta al mundo es no tener acuerdos de cooperación regional para navegar en una realidad comercial crecientemente dividida en zonas preferenciales.

    b) El espacio europeo: el peso geopolítico y económico.

    El tratado Mercosur-Europa se mueve lentamente, pero avanza. Esperemos verlo culminar muy pronto. Creo que Europa está reevaluando un espacio económico y político de viejas raíces como es América Latina. De cerrarse el acuerdo Mercosur-Europa, 30 países latinoamericanos y caribeños tendrían acuerdos preferenciales con Europa. En conjunto se crearía un bloque preferencial de 57 países, ciertamente uno de los mayores del mundo. No será un bloque de relaciones perfectas en la partida, pero sí perfectibles en el curso del tiempo. Un sistema de reglas de origen flexible sería fundamental para alentar las cadenas de valor tan importantes para nuestras empresas, especialmente las medianas y pequeñas.

    Creo que hoy Europa siente en forma mucho más directa el interés geopolítico de salvaguardar y potenciar sus viejas relaciones con el continente americano para competir con los avances de poderosas economías como son los países asiáticos, con activas políticas comerciales y de inversión agresivas en la región. Explotar esas nuevas sensibilidades podría ayudar a destrabar un proceso negociador tan postergado.

    c) El espacio asiático: la nueva frontera económica de Sudamérica.

    El gran desarrollo de la economía asiática, en especial de China, ha abierto una nueva ventana de oportunidades de enormes posibilidades para una región que dispone de tres grandes materias primas fundamentales para ese país y esta región: alimentos, energéticos y minerales.

    Al mismo tiempo se nos abre la posibilidad de acceder a los mercados más poblados del mundo con un desarrollo pujante con nuevas oportunidades para el comercio y la inversión. El reciente encuentro empresarial China-América Latina en Uruguay ha sido un ejemplo de esa dinámica que cabe potenciar y estimular. Hay que celebrar la dinámica de empresarios uruguayos radicándose en China.

    Las relaciones con Asia obviamente no deben reducirse tan solo a China. Otros grandes y dinámicos países constituyen otras tantas oportunidades para abrir mercados y generar inversiones.

    Un instrumento fundamental para una visión múltiple de las relaciones con Asia lo aporta la vinculación del Mercosur con el grupo de países latinoamericanos que integran la Alianza del Pacífico con mucha experiencia acumulada en sus relaciones con Asia. Creo que esa interacción con el Mercosur debiera privilegiar acuerdos de asociación en una primera etapa más fáciles de negociar en lugar de abordar de entrada complejas negociaciones de ingreso al grupo.

    d) ¿Y el espacio atlántico? Un gigante dormido.

    China está enseñando al mundo la necesidad de mirar a largo plazo las relaciones económicas, sociales y políticas del momento en que vivimos. Deberíamos inspirarnos en esa visión para pensar en el potencial del espacio atlántico.

    Ese espacio constituido por Europa, Norteamérica, América Latina y África representa un potencial de la población mundial del 40% frente al 60% de Asia. En el año 2050 esa relación baja al 46% de población en el Atlántico, frente al 54% en Asia. Pero en el año 2100, el mayor volumen de población estaría en el Atlántico con el 57% del total del mundo frente al del Asia con el 43%. De los 10 países más poblados del mundo, 5 estarían en África.

    ¿No es el caso ponernos a pensar en cómo abrir espacios de cooperación y presencia? Ciertamente, un país lo ha venido haciendo con éxito, movilizando las relaciones públicas y la colaboración privada: es Brasil.

    El espacio atlántico, además de contar con cuatro lenguas dominantes (inglés, francés, español y portugués), recoge tradiciones y valores de sus culturas originarias y los que incorporó el mundo occidental por la fuerza de las colonizaciones y los que se fueron gestando durante el proceso independentista. Creo sinceramente que las relaciones económicas con África debieran ser potenciadas con acuerdos de cooperación y de acercamiento cultural y humano para abrir las puertas a relaciones económicas y de inversión con lo que será la región más poblada del planeta.

    Estas reflexiones sobre algunos frentes de la actualidad que requieren políticas concertadas de América Latina, por supuesto que no deben alejarnos del día a día de las relaciones económicas en curso analizadas en el frustrante encuentro de la OMC en Buenos Aires. Como expresó el director de la OMC, analizando las actuales dificultades del comercio mundial, ”falta flexibilidad para que el sistema funcione. El sistema no es perfecto, pero es el mejor que tenemos. Todos lo lamentaríamos si un día lo perdemos”. Tiene razón.