Sr. Director:
, regenerado3Sr. Director:
, regenerado3Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acá¡Qué fácil es criticar a Brasil! Me sorprenden algunas descalificaciones simplistas de gente y comunicadores uruguayos respecto del proceso de impeachment en Brasil.
Para estos señores, lo del hermano país fue una farsa y fue un circo, según las palabras y conceptos que he escuchado en distintos medios. Estos intelectuales y encantadores de serpientes locales se horrorizaron porque en el momento de la exteriorización del voto a favor hubo un par de casos execrables de legisladores que manifestaron adhesión a algún torturador del pasado y otras tantas expresiones ridículas. Y es cierto... dieron asco.
Pero en cualquier caso fueron 367 votos a favor contra 134 en contra. No es un dato menor. En fútbol sería goleada. Y fueron votos a cara descubierta y en todos los canales de televisión. Esto es, toda la ciudadanía comprobando en vivo lo que votaba cada uno. Pensemos que en Uruguay: muchas decisiones las toman 3 personas y lo que pasa luego en las Cámaras uno se entera por terceros y las votaciones luego las realizan sin que el ciudadano las vea y muchas veces votan los segundos suplentes del titular.
La otra crítica que hacen estos intelectuales vernáculos es que no hubo en esa instancia una amplia discusión del tema y sí una expresión circense de argumentos compactados en pocas palabras. A ellos debemos decirles que las argumentaciones políticas y jurídicas se han dado y se van a dar en otras etapas del proceso.
El juicio político en Brasil es un recurso constitucional que es parte de como ellos han institucionalizado el equilibrio de poderes. En este caso, a Dilma se la acusa de “maquillar intencionalmente” los números oficiales y por endeudarse sin tener las debidas aprobaciones. Es un recurso que los que hoy lo consideran un “golpe de estado” lo usaron en el pasado reciente para destituir al ex presidente Collor de Mello en 1992 con éxito y en 1999 sin éxito frente a Fernando Henrique Cardoso. Y esos mismos impulsores del impeachment en esas instancias hoy dicen que es un “golpe” cuando la denunciada es su compañera de partido (PT) Dilma Rouseff.
Por suerte, no toda la izquierda uruguaya se ha subido a este carro de la descalificación al Brasil y sus instituciones. Rescato recientes declaraciones del diputado Jorge Pozzi del Nuevo Espacio, por ejemplo, y algún otro caso aislado que me indican que no todo está perdido. Pero llama la atención la poca autocrítica que tenemos nosotros mismos a la hora de analizar a los demás.
Uruguay hoy tiene un vicepresidente que ha usado un título falso como etiqueta de lujo para arribar a posiciones de relevancia en el gobierno y no ha pasado nada con él. En otro país sería un acto vergonzoso que lo obligaría —al menos— a renunciar a su cargo. A muchos de nuestros legisladores que resuelven temas muy importantes de nuestra nación ni siquiera los conocemos o forman parte de cooperativas electorales que ni siquiera imaginamos que algún día los íbamos a votar.
En Uruguay, cada poco tiempo nos enfrentamos a políticos que manifiestan que votan a favor o en contra proyectos de ley con los que están en desacuerdo pero que lo deben hacer por disciplina partidaria. ¿Esta es la democracia perfecta uruguaya que critica a la brasileña?
Felicito a los diputados brasileños y digo que aun reconociendo los aspectos folclóricos de su estilo, lograron dar una lección al resto de América de cómo funcionan los principios que nos enseñara Montesquieu respecto de la separación de poderes y los controles cruzados entre ellos para que una democracia funcione y alimente anticuerpos contra la corrupción.
Otra historia será analizar si dentro de los que impulsaron el impeachment hay otros corruptos que aprovechan la volada. No somos inocentes y sabemos que ello también sucede. Pero la democracia brasileña, sin ser perfecta, tiene muchas cosas para enseñarnos a nosotros, los suizos del Borro, tan perfectitos que parecemos cuando hablamos sin un espejo enfrente.
Juan R. Rodríguez Puppo