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    El príncipe de las tinieblas

    No es broma

    En las penillanuras levemente onduladas de los Montes Cárpatos, allá por Europa Central, hay un enclave olvidado y muy poco conocido, al que llaman Principado de Montevinegro. No aparece en los mapas, y si lo buscan en Google no lo encontrarán. Tal ha sido la indiferencia que ha despertado este alejado rincón del globo.

    Sin embargo, en una reciente visita a esa alejada zona del mundo —viaje que hice tras conseguirme un certificado negativo de coronavirus, hisopado incluido— encontré algunas historias que vale la pena transmitir para que queden como testimonio de una realidad a veces desconcertante y, sin duda, poco o nada conocida.

    La máxima autoridad del pequeño Principado es el príncipe rector, su alteza serenísima Raúl Nicolás Sendoyic, un personaje fruto de los cruzamientos genéticos entre las familias fundadoras del principado, cuyos descendientes habitan el misterioso castillo de Emepepeski, situado en lo alto de las colinas de Tupamarich, la zona más boscosa y oscura del Principado.

    El príncipe conduce los destinos de su territorio con la más absoluta impunidad y falta de respeto a las normas, las cuales, por otra parte, son tan laxas que los integrantes de los tribunales de justicia del Principado están en seguro de paro desde hace décadas.

    Uno de sus más famosos caprichos fue la creación de un curioso ente estatal llamado Urcap, fruto de una fusión entre la Ursec y la Ancap, dos antiguos entes públicos encargados respectivamente de las comunicaciones y de la refinería de petróleo del Principado.

    —Lo hago para divertirme, porque me encanta fantasear con la combinación de cosas tan distintas como esas dos —declaró el príncipe Sendoyic al semanario Mateamargorski, único periódico en circulación en Montevinegro, tras la cancelación de los permisos para editar, imprimir, irradiar y televisar que el príncipe le aplicó a todos los restantes medios de comunicación del principado en uno de sus recordados decretos.

    Cuando algunos de los medios castigados reclamaron por la injusticia, y exigieron que se exhibieran los permisos que estaban registrados en la antigua Ursec, su alteza Raúl Nicolás les informó que los mismos ya no existían, pues habían sido pasados por una trituradora de papel por un desconocido terrorista, en las oficinas en las que otrora estuvieron archivados, y que no habría más novedades sobre este tema hasta dentro de 120 años.

    El príncipe Sendoyic hizo una adquisición de petróleo en nombre de la nueva Urcap a unas empresas de un país limítrofe, y cuando le mandaron la factura —casi 800 millones de dólares— les hizo un pito catalán a los proveedores y les relató la misma historia de la picadora de papel. En el Principado hay un grupo terrorista desconocido que irrumpe en las oficinas fuera del horario de trabajo, y pasa las facturas por la trituradora.

    —Lamentablemente, no será posible hacernos cargo de ese pago —expresó su alteza—, aunque, si me dan tiempo, imprimiremos unos dólares en la Casa de la Moneda del Principado y capaz que en 20 años les pagamos la primera de 60 cuotas semestrales y consecutivas, muchachos —concluyó en un mensaje por WhatsApp que le mandó al grupo proveedor de los hidrocarburos.

    Al frente de la Urcap el príncipe llevó a cabo algunas otras aventuras comparables por su originalidad y arbitrariedad.

    En efecto, en una zona del oeste del territorio del Principado había una emisora radial que irradiaba mensajes opositores, clamando por libertad de expresión para el pueblo montevinegrino. Sendoyic mandó a unos técnicos a investigar la situación y, como no encontraron ninguna irregularidad, les dijo que se quedaran tranquilos, que todo estaba bien. Al día siguiente, un inesperado incendio destruyó las instalaciones de la radio y arruinó sin remedio los transmisores. Sus propietarios exigieron que se les otorgara un nuevo permiso para reinstalar la radio, con base en el permiso original que figuraba en la antigua Ursec. Adivinen: el permiso original había sido pasado por la picadora de papel operada por el misterioso grupo terrorista que periódicamente destruía documentos oficiales sin dejar huellas.

    —Ya daremos con ellos, los seguimos buscando —declaró su alteza—, incluso hemos pedido a Fiscalía que apuren los trámites de investigación y tenemos a dos funcionarios muy comprometidos con nuestra legalidad y el estado de derecho ayudándonos desde adentro.

    Para sorpresa de la opinión pública, uno de ellos fue separado de su cargo y sometido a la Justicia y el otro está internado en el Hospital Vilardeborski, tras haber amenazado con suicidarse tirándose de una de las torres de la Catedral de San Pepevich.

    —Ninguno corre peligro —declaró Sendoyic—, los ayudaremos a salir de estos problemas menores y volverán a trabajar en Fiscalía en cualquier momento. Con la tarjeta corporativa del Principado les he comprado colchones confortables para que descansen en la cárcel uno y en el hospital el otro, así como un surtido de supermercado para sus familias mientras dura su ausencia, y además me compré este reloj para mí, miren qué lindo —concluyó, exhibiendo un hermoso Rolex en su muñeca, la izquierda, por supuesto.

    Se descuenta que los prontuarios judiciales y los análisis psiquiátricos que les realicen sean debidamente archivados en las oficinas de la Urcap, y nadie se sorprenderá cuando se divulgue la noticia de que fueron triturados por la picadora de papel que el grupo terrorista que permanece en la clandestinidad opera regularmente con la más absoluta impunidad.

    De muchas partes surgen voces más o menos elocuentes reclamando cambios en la conducción del Principado, dada la arbitrariedad que campea sin ningún límite ni control.

    Pero se estima que esas protestas no llegarán muy lejos. Desde el misterioso castillo de Emepepeski, en el oscuro bosque de Tupamarich, donde residen las familias gobernantes, se asegura que el príncipe cuenta con todo el apoyo y respaldo de los padres fundadores y que no permitirán que Sendoyic renuncie ni que sea sometido a juicio o tribunal alguno.

    Una tranquilidad para Montevinegro. Así da gusto.