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    El problema de la educación

    Sr. Director:

    , regenerado3

    El problema educativo es bastante más importante de lo que se piensa. La reforma de Rama, el discurso de Mujica similar al de Tony Blair en 1997 que puede googlearse (“Ask me my three main priorities for government and I tell you education, education, and education”), luego Vázquez con el ADN, ahora con todos los políticos y educadores opinando y aportando. Todas propuestas, todas combatidas y/o derrotadas.

    Priman los desacuerdos sobre los acuerdos, la realidad sobre la racionalidad, el statu quo sobre los cambios. Todo ello abreva el desencanto, la desesperanza, la resignación y la consiguiente derrota, consecuencia de abandonar la lucha.

    En estos días hubo dos declaraciones de connotados dirigentes del ámbito educativo. Una, la de Celsa Puente al resignarse y abandonar la propuesta de elección de horas; sin duda tema importante pero, aceptémoslo, anecdótico, detallista y de menor relevancia respecto a otros mucho más importantes, abarcativos y sistémicos. Al que aludió el rector de la Udelar, Roberto Markarian, por ejemplo, en un extenso reportaje en el diario El País del 6 de agosto pasado, (http://www.elpais.com.uy/informacion/markarian-pais-necesita-mas-profesionales-1.html), que tiene una serie de elementos interesantes entre los cuales surge uno altamente preocupante por lo que pone en evidencia respecto a nuestra cultura de “es lo que hay, valor”.

    A la pregunta “¿por qué no planificar qué carreras hay que incentivar a mediano plazo?”, el rector responde: “Eso lo tiene que hacer una planificación que en Uruguay, por ahora, no existe. La OPP tiene buenas intenciones, pero aún estamos lejos de eso. Eso puede suceder en Israel, en China, en Estados Unidos y algunos pocos países, pero no en el nuestro. Y además, acá enseguida surgiría el debate: ¿quién va a decidir cuáles son las carreras que hay que priorizar? Creo que hay cosas de sentido común: está claro que abogacía no será prioridad, pero sí es obvio que necesitamos ingenieros. Y más allá de orientaciones, si uno quiere un país desarrollado, necesitamos más profesionales de calidad”.

    Analicemos y profundicemos:

    “Eso lo tiene que hacer una planificación que en Uruguay, por ahora, no existe”. Que lo tiene que hacer “una planificación” es una forma distorsionada y autocomplaciente de eludir lo obvio: la tal planificación es de pura y estricta responsabilidad de los políticos y ejecutores de las políticas. La planificación no es una entelequia a la cual se le puede reclamar; si hay falta o fallas en ella es por omisión y/o error humano de quienes de ella se deben ocupar.

    “La OPP tiene buenas intenciones, pero aún estamos lejos de eso”. Esto es producto de una característica uruguaya: Los problemas son multifactoriales y como tales se tratan en diferentes niveles e instituciones, con lo cual desarticulamos el tratamiento de los mismos y ni por asomo se nos ocurre coordinar, armonizar y sistematizar las posibles soluciones. Tiene razón Markarian, estamos lejos de eso, pero no por el problema en sí sino por la forma atomizada de abordarlos, que constituye la forma más segura de postergarlos ad infinitum. Nos encanta convivir por décadas con los problemas.

    “Eso puede suceder en Israel, en China, en Estados Unidos y algunos pocos países, pero no en el nuestro”. Inaudito. Y no por nacionalismo u orgullo patriótico malherido, sí por lo que pone en evidencia de falta de voluntad, que abreva el desencanto, la desesperanza, la resignación y la consiguiente derrota al abandonar la lucha. Markarian comete un involuntario error al señalar los países para ponerlos como referencias para el nuestro; China y Estados Unidos por la dimensión, Israel por la milenaria historia. Si hurgara en alguno de los recientes éxitos de “algunos pocos países” para contraponerlos al nuestro vería que sí puede acontecer en el nuestro. Pero nuevamente, el problema no es nuestro país, somos nosotros los ciudadanos y nuestras políticas, o sea, los que de ellas se ocupan o nos debiéramos ocupar.

    “Y además acá enseguida surgiría el debate: ¿quién va a decidir cuáles son las carreras que hay que priorizar?”. Markarian expresa en esta respuesta la quinta esencia y colmo de la uruguayez. Ante cualquier cambio que se propone debemos saltar cual resorte y señalar el problema que lo inhabilita o la duda que lo anula. La consigna es aniquilar los cambios que innovan apenas se esbozan, evitar que cuajen, pues luego será difícil combatirlos.

    “Creo que hay cosas de sentido común: está claro que abogacía no será prioridad, pero sí es obvio que necesitamos ingenieros. Y más allá de orientaciones, si uno quiere un país desarrollado, necesitamos más profesionales de calidad”. Por fin surge el rector que queremos, que muy bien puede ser Roberto Markarian. El problema no es él, es el sistema en que estamos empantanados, a tal punto nos ha impregnado.

    Por eso creemos que el problema educativo es muchísimo más grave, importante y urgente de lo que hoy se está abordando. Por supuesto que hace falta modificar la elección de horas, por supuesto la labor del Ineed, o la UTEC, o la futura UNED o lo que pueda surgir de EduUY o la propuesta de Ceres, pero con todo ello no alcanza.

    ¿Cuántos años más vamos a seguir formando abogados o médicos que tenemos en exceso y descuidamos a formación de enfermeras, parteras, ingenieros, químicos y estadísticos, por mencionar solo unos pocos ejemplos? ¿Vamos a seguir adjudicando graciosamente presupuestos sin asegurarnos de para qué y cómo se van a aplicar para alcanzar los objetivos y resultados necesarios para el desarrollo, base del progreso nacional?

    Mientras no se logre planificar qué Uruguay queremos ser, tener y hacer para los próximos 40 años, mal podremos planificar la educación, o la salud o la producción o la seguridad. Ello no se ha hecho, no se está haciendo y menos se vislumbra que haya real voluntad de buscar y encontrar un consenso nacional ampliamente mayoritario para alcanzarlo. Pero se puede hacer, se debe hacer y conviene hacerlo; lo único que nos está faltando es querer hacerlo, con todos, entre todos, para todos.

    Gonzalo Pou