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    El regreso de Max Weber

    Sr. Director:

    Max Weber en su conferencia sobre La política como vocación —dentro de su obra El político y el científico— manifiesta en un primer momento lo que entiende por política, afirmando que solamente es “la dirección o la influencia sobre la trayectoria de una entidad política”, esto es en nuestros tiempos: el Estado…, Cita introductoria formulada en http://textosfil.blogspot.com.uy/2011/12/max-weber-la-politica-como-vocacion.html).

    Nosotros hoy —antes de ir fragmentaria pero textualmente a sucesivos pasajes de su exposición— creemos oportuno y de actualidad transcribir (también tomada de Internet en wikipedia) la definición de fuerza política, que es la siguiente: “Son desde el punto de vista de los estudios de una sociedad política y sus instituciones, todas aquellas formaciones sociales que tienden a establecer o transformar el orden jurídico fundamental vigente en lo relativo a la organización y el ejercicio del poder, según una interpretación ideológica de la sociedad, que ellos sustentan”.

    Hecha esta presentación al texto mencionado de la conferencia de Weber, vamos al mismo:

    “Ya los cristianos primitivos sabían muy exactamente que el mundo está regido por los demonios y que quien se mete en política, es decir quien accede a utilizar como medios el poder y la violencia, ha sellado un pacto con el diablo, de modo que en su actividad lo bueno produzca el bien y lo malo el mal, aunque frecuentemente sucede precisamente lo contrario.

    Quien no vea esto, es un niño políticamente hablando.

    Quien de cualquier modo pacte en ese escenario, y para cualquier fin que lo haga, está condenado a sufrir sus consecuencias. Esta condena recae muy especialmente sobre quien lucha por su fe, sea esta religiosa o revolucionaria. Tomemos la actualidad como ejemplo: quien quiera imponer sobre la tierra la justicia absoluta valiéndose del poder, necesita para ello —como seguidores— un aparato humano. Y para que este funcione, tiene que ponerle ante los ojos los necesarios premios internos o externos ; y, concretamente en la moderna lucha de clases, debe ofrecer como premios externos la aventura, el triunfo, el botín, el poder y las prebendas.

    Ahora bien, quien quiera en esas condiciones hacer política como profesión, ha de tener conciencia de estas paradojas éticas y de su responsabilidad por lo que él mismo, bajo su presión, puede llegar a ser responsable, pues todo aquello que se persigue mediante la acción política mediante medios violentos —sirviéndose de medios violentos o no— debe operar con arreglo a la ética de la responsabilidad, ya que está en peligro la salvación de su alma, por lo menos en términos de conducta ciudadana, ya que puede terminar desacreditada por muchas generaciones. ‘El demonio es viejo; hazte viejo para poder entenderlo…’”.

    Lo único que puedo decirles, entonces, es que cuando en estos tiempos de excitación veo aparecer súbitamente políticos de convicción en medio del desorden gritando: ‘El mundo es estúpido y abjecto, pero no yo; la responsabilidad por las consecuencias no me corresponden a mí sino a los otros para los que yo trabajo, y cuya abyección yo extirparé”, lo primero que hago es cuestionar la solidez interior que existe tras esa ética de la convicción.

    -Es, por el contrario, infinitamente conmovedora la actitud de un hombre maduro (de pocos o muchos años, pues eso no importa) que siente realmente esta responsabilidad por las consecuencias que su política genera y actúa conforme a una ‘ética de la responsabilidad’ y, al llegar cierto momento, se dice a sí mismo: ‘No puedo hacer esto, aquí me detengo…’”.

    Esto sí es algo auténticamente humano y cala muy hondo.

    Polo