N° 1839 - 29 de Octubre al 04 de Noviembre de 2015
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáNo vendría mal. Después de que termine su gira por Francia y Japón, el presidente Tabaré Vázquez podría convocar en Uruguay a una amplia conferencia de prensa o, si prefiere, utilizar la cadena nacional de radio y televisión para informar a la ciudadanía sobre cuál es el rumbo de su gobierno.
La respuesta puede ser: “todo está en el programa del Frente Amplio”, en el Presupuesto y, por lo tanto, “el rumbo está claro y definido desde la campaña electoral”. Sin embargo, aquel gobierno de “certezas” que el presidente prometió cuando era candidato se ha ido desvaneciendo durante estos apenas ocho meses de gestión. No es casualidad que, habiendo recorrido sólo la primera parte del camino, la aprobación de su gestión esté por debajo del 30%.
En este período que no alcanza a completar el 15% de todo el mandato, han sucedido muchas cosas que, en cientos de miles de uruguayos, frenteamplistas y no frenteamplistas, han causado desconcierto. Y no es buena cosa que la sociedad —o al menos una parte importante de ella— permanezca desconcertada ante un gobierno que todavía no terminó su primer año.
Repasemos algunas áreas:
El presidente y el ministro Danilo Astori han sido muy claros en cuanto a que, con el viento de frente, “el horno no está para bollos”. Hay que achicar en todo lo posible el déficit heredado del período de José Mujica (un insólito 3% del PBI, después de una década entera de “vacas gordas” que Uruguay no conocía desde hacía muchos años) para controlar una inflación que tiende a subir y para mejorar la competitividad del país en una región que se desploma y en un mundo que ya no sonríe como antes. Para eso hay que ahorrar y parar la fiesta que había en el Estado que dirigía “el Pepe”. El ministro, con buen criterio, quiso frenar el tiradero de plata del Fondes, creado por decreto por Mujica para subsidiar eternamente con dineros públicos a empresas inviables, dirigidas por sus amigos. Pero Mujica protestó y el Fondes seguirá. Con algunos cambios, pero seguirá. También, con acierto, el presidente y el ministro quisieron suspender las obras del Antel Arena. No es momento para gastar tantas decenas de millones de dólares en un emprendimiento a todas luces no prioritario. Pero irrumpieron las quejas de los que dentro del Frente Amplio creen que sigue lloviendo el dinero. Y en pocas semanas, las obras del Antel Arena continuarán. Son sólo dos ejemplos. Hay muchos más.
En una de sus tantas comparecencias públicas para defender la participación de Uruguay en las negociaciones del TiSA (Acuerdo de Comercio en Servicios) con 16 países que concentran el 70% de ese tipo de comercio en el mundo, el canciller Rodolfo Nin Novoa dijo: “La importancia de estar (en las negociaciones del TiSA) es, sobre todo, para compensar el costo, que es muy alto, de no estar”. Pues no sería tan alto ese costo, porque bastó que el Plenario del Frente Amplio (controlado por gente que no representa, ni por asomo, al electorado frenteamplista) dijera las consabidas “palabras malditas” de la izquierda conservadora (“imperialismo”, “neoliberalismo” y demás espantapájaros) contra el TiSA, para que el presidente decidiera retirar al Uruguay de esas negociaciones. ¿Queda en pie la política anunciada por el canciller el día que asumió en cuanto a abrirse al mundo en todo lo posible? ¿Queda en pie la política de no atarse a comerciar solo, o principalmente, con gobiernos que mantienen supuestas “afinidades ideológicas”? ¿Qué va a hacer el Uruguay cuando Argentina y Brasil le vuelvan a decir que no puede hacer acuerdos bilaterales con terceros países? ¿Acatará siempre? ¿Va a ignorar el acuerdo Transpacífico, donde ya están Perú, Colombia y México? Atentos que ya se preparan las huestes “bolivarianas” del Uruguay para trancar también cualquier apertura a todo eso. Hay que aclarar, presidente.
El presidente decidió colocar a María Julia Muñoz en el Ministerio de Educación para enfrentar a los sindicatos que, siendo infinitamente minoritarios en el cuerpo docente, son los que ponen palos en la rueda para cualquier cambio. Como ella ha confesado que sabe poco y nada de educación, ahí tenía a dos expertos para aplicar una reforma a fondo, que favoreciera sobre todo a los más pobres: el director nacional de Educación y el subsecretario. El presidente echó al primero esta semana por haber dicho que no hay condiciones políticas para cambiar el “ADN” del sistema de enseñanza. Sintió que hubo “deslealtad institucional”. El segundo, el subsecretario, renunció por el despido del primero. ¿Quién quedó? La ministra, que sabe poco y nada, y el presidente de la ANEP, que representa el inmovilismo. Pero, además, cuando primero el presidente decidió declarar “esenciales” los servicios educativos por la cantidad de paros y huelgas que perjudicaban ostensiblemente a niños y adolescentes de la enseñanza pública, el presidente de la ANEP estuvo en contra. Y cuando ordenó desalojar por la fuerza la sede de la propia ANEP, ocupada por un grupo de intolerantes, el presidente de la ANEP brilló por su ausencia. ¿Eso no fue mucho más “desleal” desde el punto de vista institucional? ¿Quién va a hacer ahora la gran reforma? ¿Habrá alguna? En esta edición de Búsqueda, el presidente asegura que sí y pide tiempo porque aún faltan 52 meses para finalizar su gobierno. (Ver página 48)
El presidente heredó una ley que no le gusta: la que habilita a las farmacias a vender marihuana con fines recreativos y no medicinales. Otra herencia de Mujica. Pero como el presidente dice siempre que “dentro de la Constitución y la ley, todo; fuera de la Constitución y la ley, nada”, está forzado a aplicar esa norma. No obstante, poco antes de ganar por segunda vez la Presidencia, el hoy jefe de Estado advirtió contra los graves riesgos que esa ley representa para los farmacéuticos. Dijo algo de toda lógica en la televisión estatal: “Se me ha preguntado por la comercialización de la marihuana en farmacias. Si la ley lo establece lo vamos a llevar adelante, pero yo tengo algunas dudas de que (la ley) pueda ser totalmente exitosa. ¿Por qué tengo esas dudas? Supongamos que usted es dueña de una farmacia. En el territorio donde está su farmacia sin duda actúan narcotraficantes que hacen su negocio y que son implacables si alguien combate su negocio. Incluso entre ellos mismos; por eso hay ‘ajustes de cuentas’, ¿verdad? Entonces supongamos que usted comienza a vender en su farmacia la marihuana, tiene éxito en la venta y el narco del barrio empieza a perder su negocio de venta de marihuana. Son implacables. Seguramente van a venir y le van a decir: ‘mire que si usted sigue vendiendo (marihuana) de esta forma, de repente se le prende fuego la farmacia; o de repente usted tiene un accidente’”. Con semejante perspectiva, ¿se venderá droga para uso recreativo en las farmacias? El presidente de la Junta Nacional de Drogas dice que sí, sin dudas. ¿El presidente de la República también?
Algo más: ¿por qué el proyecto de Presupuesto no contempla, por primera vez, a ninguno de los organismos de contralor del Estado? ¿Por qué no está el Poder Judicial? ¿Por qué no está el Tribunal de Cuentas? ¿Por qué no está la Corte Electoral? ¿Por qué no está el Tribunal de lo Contencioso Administrativo? Quizá haya explicaciones. Pero es una situación extraña. Y esas preguntas no han sido respondidas.
Son temas muy importantes en los que la claridad que todos los uruguayos esperaban que hubiera en el segundo gobierno de Tabaré Vázquez —lo hayan votado o no— se ha esfumado demasiado rápidamente.
Uno de los jefes de la oposición, Luis Lacalle Pou, dijo la semana pasada —luego de aclarar que no comulga con la idea de “cuanto peor, mejor”— que observa con “angustia” a un gobierno cuyos miembros “pelean” entre sí y que, con cuatro años y cuatro meses por delante y “una tormenta en el horizonte”, él mira hacia “el timón” y ve que “el capitán no está”.
Extráigase, al menos por una vez, toda la carga propagandística y electoral que siempre es posible señalar en el mensaje de un político que, además, está en la oposición. Y piénsese con toda la honestidad y apertura mental que sea posible: ¿no está haciendo falta que el capitán retome el timón?