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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLa otra noche se me cruzó en la TV unas declaraciones del exmandatario médico populista bolivariano binario arremetiendo contra los medios de comunicación a los cuales les endilga un acoso flechado antidemocrático.
Seguramente estará en su senil conciencia el dramático bullying a Raulito, pero las sandeces de este sujeto me provocaron una reflexión basada en el emblemático caso del país caribeño, al cual el individuo de marras considera una ejemplar democracia solidaria, es más su colectividad así lo apoya y esto es nada menos que medio Uruguay electoral.
La monumental reflexión se tradujo en la madre de las preguntas: cómo existiendo tantas evidencias internacionales, tantas acusaciones no aclaradas, tantas burlas electorales, aun así se siga sosteniendo que todo es parte de un plan con vagos títulos poco entendibles: conspiración del capitalismo, ataque del imperio, invasión neoliberal.
Recurrí entonces a la sociología y a la psicología y me apoyé en un concepto escasamente expuesto en la sociedad: el sesgo cognitivo. Este peculiar fenómeno es algo así como un proceso singular en el manejo del conocimiento donde se suceden los llamados atajos del pensamiento.
Tales cortos circuitos mentales son tantos y tan variados que apenas da para mencionar unos pocos, conocidos como sesgos atribucionales, para entender el dilema de las dos caras de la verdad.
Empezare con el sesgo llamado BandWagon, y se define como la propensión psicológica inconsciente a continuar o imitar los actos del grupo que integramos, lo que de alguna manera se acerca al comportamiento gregario de la manada que nos brinda anonimato y nos brinda seguridad de acompañamiento. De seguro que en un encuentro de masas del PIT-CNT si existiera el voto secreto los resultados serían largamente diferentes de la actual conducción.
Seguimos ahora con el sesgo denominado anclaje, según el cual la inclinación inconsciente es a emitir opinión sobre un hecho cuya información es reciente. Seguramente, si se aguardara por más detalles de lo ocurrido, el resultado sería distinto, como le supo pasar a la pobre Carmela, ajusticiada en cuanto medio había disponible y resultó que en el mismo casamiento que participó había siete candidatos más también involucrados.
Le toca el turno a la aversión a la pérdida, según la cual nuestra mente tiende a elegir evitar los detrimentos que a obtener ganancias y tal circunstancia la vemos frecuentemente cuando lo que nos atrae es lo que está prohibido, como ocurrió en Maldonado con montón de fiestas en plena pandemia.
Pasamos ahora al sesgo de la atención, que se define como la preferencia atencional a todo lo que me estimule emocionalmente y vaya un palo al manido manejo de la solidaridad uruguaya que terminó siendo usada para cualquier tropelía en el Mides o cualquier invento de impuestos justicieros.
Continuamos con el sesgo de confirmación, que es el que marca mi preferencia inconsciente hacia cualquier información que coincida con mis ideas, no importando si el dato es verídico. La emblemática frase de Raulito: “Si es de izquierda no es corrupto”, es un buen ejemplo.
El sesgo de disconformidad indica una crítica extrema a todo lo que contradice mis creencias y una aceptación ciega a todo lo que está en sintonía con mi pensamiento. En estos días la oposición se abalanzó contra la LUC, más que por su redacción, por su origen oficialista.
En el sesgo del falso consenso el mecanismo mental erróneo tiene la idea de que mis hábitos, valores y creencias están más extendidos en todos los demás de lo que realmente lo están. Dice el proverbio popular: “Cree el ladrón que son todos de su misma condición”. La anterior administración llegó a desatender dos pronunciamientos populares para llevar adelante su creencia.
En el sesgo de defensa del status, por la posición que ocupa el sujeto no se aceptan los razonamientos en contra, se los niega y hasta se llega al autoengaño. Basta como muestra el edulcorado discurso de Vázquez en el Antel Arena en 2019 y pocos meses más tarde la pandemia desnudó la triste realidad.
El sesgo por resultados es la percepción mental errónea de juzgar un hecho por lo producido y no por la calidad o el buen tino de la decisión. El Antel Arena fue aplaudido como un logro maravilloso y no importó que costara el doble, que no correspondiera hacerlo al ente de comunicaciones o que se ocultaran sus costos.
El sesgo llamado efecto de la pseudo certeza es el desenvolvimiento mental equivocado según el cual se efectúan elecciones adversas riesgosas si el resultado se considera positivo. Tomando el gobierno errático de José Mujica cualquier episodio que se les ocurra sirve de tipificación. También el inigualable aporte de UPM por el cual la empresa aporta US$ 3.000 millones, aunque jamás aclaró que era en Uruguay y su contraparte que le dio una ayudita de US$ 4,5 mil millones. ¡Festejen, dinamarqueses, Festejen!
El sesgo nominado como efecto Von Restorff lleva al sujeto a estar en un estado de permanente queja para ser recordado constantemente por el resto. Exposición que le dicen. Las movidas sociales sindicales en plena pandemia son un buen ejemplo.
El sesgo llamado obediencia a la autoridad o también capacidad para la crueldad se basa en seguir al líder irracionalmente, aun existiendo argumentos sensatos en su contra. Los experimentos de Stanford, de Milgram y la llamada La Ola dieron sobradas muestras de cómo funciona la desviada mente humana. Para nuestro desarrollo los recordados episodios de patoterismo de los muchachos de Óscar Dourado atacando a colegas del volante son emblemáticos.
El sesgo de la percepción ambiental conduce al sujeto a actuar de manera diferente según el entorno en que se ubica, y vaya aquí el ejemplo del turista que fuera de su país acomete hechos que no los haría en su lugar de residencia. Lo que nos están mostrando de las cárceles explica claramente que de tales espacios no saldrá nada bueno ni recuperado.
Después de este listado no exhaustivo de desvaríos mentales del ser humano no solo da para entender la grieta de la actual sociedad, sino que da para extrapolar el desquicio a nuestro vecino del oeste, a nuestro hermano mayor con gripecita, al rubio de parruqueta y piel salmon, al eterno Vladimirito que gobernará hasta 2036 y vaya saber cuántos más.
¡Para qué se habrá esforzado tanto François Marie Arouet!
Cap. de navío Gerardo Lebel