Nº 2146 - 26 de Octubre al 1 de Noviembre de 2021
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acá“La LUC no es Uruguay” es el slogan de campaña elegido por los promotores de un referéndum para derogar 135 artículos de la Ley de Urgente Consideración (LUC), aprobada con los votos de toda la coalición oficialista hace ya más de un año. Parece ser una sentencia tajante y exagerada, que debería caer por su propio peso. A simple vista hasta suena un poco tonta porque estamos hablando de la principal ley promulgada por la actual administración del presidente Luis Lacalle Pou, que fue votado por la mayoría de los uruguayos en elecciones democráticas.
Sin embargo, esa frase puede tener otra interpretación. Vista desde otra perspectiva, es muy válida y hasta oportuna. Es cierto: la LUC no es Uruguay. Por suerte no lo es y esa es una de sus grandes virtudes. Porque agrupa a una cantidad de medidas que no están ancladas al pasado ni se sostienen con el viejo país, sino que apuestan a construir uno nuevo, mucho más dinámico y viable.
No es Uruguay porque tiene un ADN reformista, porque se construyó como la columna vertebral de una coalición de cinco partidos que lo que impulsaba era un cambio significativo y de esa forma llegó al poder, aunque por escaso margen. Uruguay no es para nada afecto a los cambios. Todo lo contrario, le cuestan. Cuando se acerca alguno significativo en el horizonte, surgen una cantidad de voces para tratar de cuestionarlo o alejarlo.
No es Uruguay porque se hizo, se debatió y se aprobó de una forma rápida y efectiva. Se dejaron de lado aquellos intercambios eternos que enlentecen la concreción de cualquier nueva norma, por más mínima que sea. Aquí se calibró la necesidad de urgencia y por eso en menos de un año estaban aprobadas las principales medidas prometidas por Lacalle Pou y sus aliados durante la campaña electoral.
No es Uruguay porque trata de desplazar la idiosincrasia conservadora dominante en temas tan importantes como la educación, la economía, la seguridad, entre otros. Es cierto que en algunos aspectos es muy tímida y que está muy lejos de ser revolucionaria. Es más, poco o nada se hace en la LUC con respecto al inmenso tamaño del Estado, que tanto daño le hace a la economía. Pero al menos es algo.
Lo que sí es Uruguay es la resistencia a la LUC. Esa tranca que empieza débil pero que va creciendo a medida que los cambios van avanzando es muy uruguaya. Eso de al principio dejar hacer porque es mucho más cómodo que dar un debate profundo de ideas pero después destruir sí que nos identifica como nación.
Es Uruguay también por esa insistencia y obsesión en juntar firmas y promover la democracia directa para temas muy variados. Uruguay es uno de los países a nivel regional con más referéndums concretados en su historia reciente. Y los especialistas en ese mecanismo han sido y siguen siendo el Frente Amplio y sus socios sindicales, por más que blancos y colorados lo han utilizado en alguna oportunidad.
Es Uruguay, a su vez, porque vivimos como en una especie de elección eterna. Aquí las urnas nunca descansan. Al otro día de celebrados los comicios nacionales, una parte importante de la población ya empieza a hablar de lo que puede llegar a ocurrir en la próxima instancia electoral, aunque falten cinco años. A los políticos y también a muchos de sus seguidores les encanta estar como en una especie de campaña electoral permanente y especular sobre el caudal electoral de cada uno de los partidos y movimientos.
Por eso, el referéndum sobre 135 artículos de la LUC que tendrá lugar probablemente en marzo o abril del año que viene se vive con tanta intensidad. Por más que algunos, y en especial los opositores al gobierno, insistan en que no se trata de una elección de mitad de período de gobierno, como hay en otros países, todos —oficialismo y oposición— saben que es eso lo que está en juego y que el dibujo del mapa político futuro dependerá del resultado de esa instancia.
Unos y otros se juegan muchísimo, por más que digan lo contrario. A tenerlo en cuenta.