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    Esplendores visuales con un toque de excelencia

    “La viuda alegre”, por el Ballet Nacional del Sodre

    Franz Lehár (1870-1948) había nacido en una parte del imperio austro-húngaro que hoy pertenece a Eslovaquia, y compuso la opereta La viuda alegre, basada en la comedia de Henri Meilhac L’attaché d’ambassade (1861), con adaptación de Victor Léon y Leo Stein. Se estrenó el 30 de diciembre de 1905 en Viena y, desde entonces, ha sido una de las obras más frecuentadas por los teatros del mundo. Tuvo tres célebres versiones cinematográficas, la primera en 1925, dirigida por Erich von Stroheim, aún durante el período mudo, con libreto de Benjamin Glazer y el propio Stroheim. Las estrellas Mae Murray y John Gilbert por supuesto que no cantaban, aunque la partitura de Lehár se ejecutaba en vivo en las salas más importantes.

    Hacia 1934, Jeanette MacDonald y Maurice Chevalier lucieron la música de Lehár ampliamente en una lujosa producción de la MGM dirigida por Ernst Lubitsch. El argumento de Ernest Vajda y Samson Raphaelson no respetaba demasiado el original, agregaba canciones de Richard Rodgers, Lorenz Hart y Gus Kahn y se convirtió en un gran éxito. En 1952, la MGM cambió nuevamente el argumento, esta vez de William Ludwig y Sonya Levien, para mostrar un fastuoso espectáculo en Technicolor con Lana Turner y Fernando Lamas. La música de Lehár aparecía de a ratos, pero los coloridos escenarios llenaban el ojo. En verdad, ninguna de esas versiones respetaba la opereta original salvo en el centro del asunto: un reino en bancarrota de la Mittel Europa quiere casar al apuesto conde Danilo, que tiene fama de Don Juan, con la acaudalada viuda Hanna Glawari, que reside en París, y de esa manera asegurarse sus millones para financiar sus déficits presupuestales. Los malentendidos y los enredos derivados son parte de la comedia.

    En 1975, Robert Helpmann creó un ballet en tres actos sobre la opereta de Lehár con adaptación musical de John Lanchbery y Alan Abbott, quienes hicieron algunos agregados, y lo estrenó con el Australian Ballet, que desde entonces posee los derechos. La coreografía pertenecía a Ronald Hynd, un bailarín británico de reconocida trayectoria que desde 1967 se desempeña como coreógrafo. Aparte de La viuda alegre, “El beso del hada”, “Rosalinda”, “Papillon” y “El jorobado de Notre Dame” están entre sus trabajos más difundidos. Y Hynd es precisamente quien ha venido a dirigir la puesta en escena del Ballet Nacional del Sodre (BNS), asistido por la ex bailarina Annette Page, que es su esposa. El detalle añade, entonces, otro motivo de interés sobre el espectáculo, pues su coreógrafo original está al frente de la empresa.

    Ya es un buen momento para decir que el ballet que se estrenó el sábado 6, y que va hasta el jueves 18 con entradas agotadas, es un triunfo en toda la línea. Desde que se escuchan los primeros acordes ejecutados por la Ossodre bajo la dirección de Martín García (ver nota aparte) y se levanta el telón, dejando ver una espectacular escenografía con delirios art nouveau, se presiente que, además de la parte musical y el baile, se asistirá a un espectáculo de gran hermosura visual en el que cada detalle estará cuidado al máximo. Los decorados y el vestuario de Desmond Heeley pertenecen al South African Ballet Theatre, y vaya si se lucen. El armonioso colorido, los vistosos trajes belle époque y el notable diseño de iluminación de Simon King predisponen el ánimo hacia lo que se supone debe ser un espectáculo de ballet: el estímulo de los sentidos y el enriquecimiento del espíritu, ni más ni menos.

    Y ahí están María Noel Riccetto y José Carreño, dos presencias de notable desempeño. Ella con su magnetismo personal y su impecable técnica, tan depurada que parece deslizarse sobre el escenario sin esfuerzo alguno. Y él con su reconocida presencia escénica y con el físico apropiado para el papel. El pas de deux del segundo acto, sobre el famoso tema “Vilia”, es de una belleza conmovedora. Pero como todo tiene humor, posee gracia y es visualmente atractivo, hay amplio lucimiento para otras figuras del elenco (todos rotan en las diversas funciones), con un final en Chez Maxim’s que corona dignamente todo el show.

    Es muy auspicioso comprobar que en esta temporada, como en las dos anteriores del BNS bajo la conducción de Julio Bocca, no se entiende otra manera de trabajar que no sea la de apuntar a la excelencia. Vale la pena celebrarlo una vez más.

    Vida Cultural
    2012-10-11T00:00:00