Agregó que el PT propició un cambio en la “naturaleza de la corrupción” porque creó “una organización para obtener plata con la bendición de sectores políticos, con la complicidad de sectores empresariales y todos juntos sacaron plata de empresas que son del gobierno, o sea de la gente misma, como si fuera un impuesto”.
“No se trata de la corrupción tradicional sino que es la financiación de la hegemonía en el poder, es no aceptar a los demás y negar la rotación en el poder con el argumento de que ‘solamente yo soy bueno y si yo soy bueno, voy a hacer todo para permanecer en el poder’. Tienen una justificación ideológica para hacer una distorsión tan grande de todo el sistema democrático con esa forma de financiación”, opinó.
Cardoso habló también sobre el “mensalao” (pago de sobornos a congresistas para apoyar al gobierno), sobre el desastre de Petrobras, sobre los “falsos partidos” que se crean en Brasil para recibir dinero malhabido del presupuesto estatal, sobre cómo China incidió en la popularidad del ex presidente Luis Inácio Lula da Silva y sobre la sensación que ganó al PT y sus socios cuando todo iba de maravillas: “Nunca más dejar el poder”.
También recordó la Constitución de 1988 en Brasil y, en general, aludió a la razón principal por la cual existen las Constituciones. “Las Constituciones se hacen para proteger a la gente de los que mandan”, precisó.
Los “límites” del “dominador”.
Luego de advertir que este “no es el mejor momento para que un ex presidente hable sobre Brasil”, Cardoso dijo que la devaluación del dólar en su país “es una amenaza de inflación” que vuelve “preocupante” la vida cotidiana de la sociedad.
El ex presidente recordó que la historia moderna de Brasil empezó con la Constitución de 1988, aprobada para que el país “fuera capaz de ofrecer mejores condiciones de vida a su gente” y para que, finalmente, “se respetara la ley”.
Dijo que los críticos de esa Constitución —vigente hoy día— decían que otorgaba “muchos derechos” a los ciudadanos, sin señalar sus obligaciones. “Pero”, advirtió, “la verdad es que las Constituciones se hacen para proteger a la gente de los que mandan; esa es la cuestión fundamental de la Constitución”.
“Es un pacto para impedir que el dominador no tenga límites y para dictaminar cuáles son las reglas por las cuales alguien tiene derecho a mandar”, explicó.
Cardoso evocó que en aquel momento, Brasil tenía una economía “muy cerrada”, aunque señaló que eso ocurría en casi toda la región. “El crecimiento nuestro se dio bajo el concepto de la sustitución de importaciones (…) bajo la égida del pensamiento de la Cepal”.
Precisamente, la Constitución de 1988 fue sancionada un año antes de la caída del Muro de Berlín y, por tanto, fue “heredera de una visión (…) en la cual nada o casi nada se podía hacer fuera del Estado”.
Sin embargo, “llegó un momento que eso no aguantaba más”. Entonces, el primer presidente electo bajo la nueva Constitución, Fernando Collor, “tomó una decisión que todos criticamos en aquel momento, pero que fue una decisión de coraje: bajar unilateralmente los aranceles externos”.
“Eso produjo una especie de temblor en la economía y en toda la sociedad; casi un terremoto. ¿Por qué? Porque las condiciones para la competencia no estaban dadas para muchos sectores y Collor impuso la apertura”, dijo.
Cardoso aceptó que, “mirándolo ahora”, si Collor no hubiera actuado así, “Brasil difícilmente habría podido abrir un poco más su mercado” y, por esa razón, “fue un paso importante”.
Pero el país padecía el grave problema de la inflación. Cuando Collor debió dejar la Presidencia acusado de corrupción y asumió en su lugar Itamar Franco, Cardoso fue designado ministro de Finanzas con una inflación de 20% mensual. “Ahora estamos todos quejándonos porque nos estamos acercando a 7% al año”, destacó.
La economía se abrió, la competencia fue “más aguda”, la inflación quedó controlada, la democracia funcionaba y había que reorganizar al Estado “burocrático”, “clientelista” y “muy infiltrado por intereses corporativos”.
“Hicimos algunas privatizaciones, las empresas que estaban en manos del Estado de a poco se transformaron en corporations y no en meras burocracias controladas por los partidos. Petrobras fue obligada a entrar en competencia con otras empresas” y otras compañías públicas fueron acompasadas al “mundo contemporáneo” en un intento por “alterar las prácticas del gobierno y del Estado”.
Cardoso dijo que empezaron a llegar fuertes inversiones, hubo reformas en la salud y en la educación que “funcionaron” e, incluso luego de la victoria del presidente Lula, “parecía que Brasil, finalmente, tenía su futuro más o menos asegurado”.
“Lo que importaba es que había un país que tenía su fuerza y un rumbo, y que se sabía para dónde iba”, subrayó.
Al comienzo, Lula entendía.
Llegó entonces a fines de los 90 y comienzos del siglo XXI el debate sobre “cómo se juega en una economía globalizada”.
“Ahora era otra cosa: la producción se hace a nivel planetario y se pueden maximizar los factores de producción, no importa dónde. Si yo tengo una fábrica de calzados en el sur de Brasil y no me va bien porque la mano de obra está cara o por lo que sea, yo me transformo en diseñador: hago el dibujo del calzado, lo mando a fabricar en China y lo vendo en Estados Unidos. Eso no son cuentos: es la realidad”, precisó.
“Ya no se piensa más el mundo como si yo tuviera que hacer autárquicamente todo acá. Yo tengo que ver cómo gano más”, dijo.
Pero estos nuevos conceptos, “tan sencillos de explicar”, no fueron de fácil comprensión. Había que entender que se entraba a una “economía de conocimiento que requiere, mucho más que mano de obra, cerebro y neuronas”.
“El gran drama nuestro fue que la comprensión de ese proceso quedó a mitad del camino”, se lamentó.
Cardoso afirmó que cuando Lula llegó a la Presidencia en 2003, buena parte de su gente “al comienzo entendió de lo que se trataba”. Antes, “la reacción que Lula tenía frente al gobierno y frente a los desafíos de Brasil era que nosotros habíamos entrado en una ola llamada ‘neoliberal’. Es decir, una cuestión vaga; todo concepto que empieza con ‘neo’ o ‘ultra’ no es concepto. No es nada. Es solamente un estigma”.
Pero el primer gobierno de Lula “se dio cuenta de que había que entender esto” y mantuvo “los instrumentos que se habían creado para permitir el paso de Brasil a ese nuevo momento de la economía mundial y del sistema mundial de poder”.
Lula fue ortodoxo en el plano económico y “la primera decisión que tomó el nuevo ministro de Finanzas fue aumentar el ahorro del Estado. Puso más alto el superávit primario de lo que yo había establecido, lo cual no era fácil. Fue 3% del PBI, una cosa muy fuerte, pero fue una señal de que ‘por aquí vamos’”.
Y en 2004 apareció China, que “disparó” los precios de los commodities y “prácticamente todos los países de América Latina terminaron con la pesadilla de la deuda externa porque hubo excedentes comerciales”.
“Desde 2004 hasta la crisis de 2007 y 2008, y hasta un poquito después, China financió ampliamente a algunos países que tenían la capacidad de exportar. Y Brasil tiene desde minerales hasta comida (soja y carnes)”, rememoró.
“Nunca más dejar el poder”.
El ex presidente dijo que en el principio “eso funcionó muy bien” y “Lula fue transformado de Satanás en Dios” porque, en general, “los grupos empresariales descubrieron que ahí sí había un camino, la nueva clase media, el pueblo feliz ganando plata, etc.”.
“Eso dio a ciertos sectores políticos de Brasil la sensación de que ‘ahora sí podemos hacer lo que verdaderamente nos gusta: nunca más dejar el poder’”, expresó Cardoso. “Y ese anhelo tenía una base real que era la satisfacción de las gentes; las gentes estaban contentas”.
“Entonces, en pleno auge de ese sistema, buscaron formas de financiación del partido que no eran muy cristianas o republicanas”, detalló.
Cardoso dijo que “el poder está muy disperso” en Brasil, porque rige “un sistema curioso donde el presidente es símbolo de la unidad nacional y tiene mucha fuerza, como si fuera un emperador del pasado pero, de hecho, el poder no está en la Presidencia sino en los estados y eso se refleja en el Congreso”.
“En el Congreso hay muchos partidos” y entonces se presenta el dilema: “¿Cómo gobernar si el presidente tiene fuerza simbólicamente pero quien tiene la fuerza en la práctica depende de los gobernadores y del Congreso?”. Eso obliga a “hacer alianzas” entre partidos “que no piensan igual” y que se unen bajo “una agenda” o “un programa”.
Pero “llegó un momento en que el presidente Lula tenía tanta popularidad y fuerza que a él no le interesaba ningún programa” y, en vez de gobernar a partir de acuerdos políticos, la cuestión clave pasó a ser la fidelidad hacia Lula.
“Eso es más fácil obtener de los partidos pequeños que de los grandes partidos” dijo y agregó que Lula tomó en aquel momento una decisión contraria al camino que querían “otros líderes (del PT) que ahora están en la cárcel”, quienes buscaban “una alianza con un gran partido”, como lo es el PMDB (Partido Movimiento Democrático Brasilero).
“Lula se opuso” a eso e hizo alianzas con pequeños partidos, entrando de lleno en el “clientelismo”, en una maniobra conocida como “mensalao”, que fue “plata del gobierno utilizada de modos indirectos para financiar las campañas electorales”.
Pero el éxito de la economía hizo que, “a despecho del ‘mensalao’ y la corrupción”, Lula fue reelecto para un segundo período. Llegó entonces la crisis de Estados Unidos en 2007-2008 y “ahí las cosas cambiaron”.
Lula y su entonces jefa de Gabinete, Dilma Rousseff, la actual presidenta, decidieron poner en práctica “una política anticíclica”. Dijeron: “Como hay una depresión mundial, vamos a ampliar el crédito y vamos a incentivar el consumo”.
No advirtieron que “el mundo también fue cambiando”. La Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos emitió dólares “para todos lados” y la gran potencia del Norte sorteó la crisis con “una nueva etapa tecnológica” que le permitió retomar el liderazgo político y económico en el mundo.
Mientras tanto, en Brasil “se formó otra idea. Ahora sí, dijeron Lula y Dilma, podemos hacer lo que siempre nos gustó: más gobierno, más intervención del Estado y más subsidios”.
Incluso, inventaron “una forma de aumentar todavía más todo eso. Decidieron transferir fondos del Tesoro sin pedir autorización al Congreso para el Banco Nacional de Desarrollo (BNDES)”, a efectos de que el BNDES les diera plata a los empresarios. “Imaginaban que así repetían la experiencia de Corea, pero en Corea hubo inversión tecnológica, mientras que en Brasil el BNDES financió a algunas empresas brasileñas para que se adueñaran de empresas en el exterior (de cemento, de carnes o de lo que fuera) sin añadir componentes tecnológicos importantes para el país, pero creando un clima de euforia, porque la multiplicación de riquezas fue enorme”.
Cardoso dijo que las transferencias del BNDES a las empresas superaron los U$S 500.000 millones, en comparación con los U$S 37.000 millones anuales que el Estado aportó “bajo el concepto de becas para los pobres”.
Todo eso provocó la quiebra del Tesoro y de “todo el sistema crediticio del país”, de modo tal que “en este momento no hay más recursos para financiar el conjunto de programas sociales, ni los préstamos a empresas y todo lo demás”.
El desastre de Petrobras.
El ex presidente explicó el desastre de la estatal Petrobras. “En cierto momento, el gobierno tomó una decisión de que, como había petróleo muy profundo en el mar, que era tan rica la cantidad de petróleo, era mejor garantizar que ese petróleo quedara en manos de Petrobras. Entonces cambiaron la ley que reglamentaba la concesión del petróleo. Cualquier empresa, nacional o extranjera, podía venir pero siempre Petrobras tendría el 30% y, además, el control de la explotación. Petrobras quedó con esa enorme riqueza en sus manos pero sin plata. Y como la inflación empezó a molestar, para evitar que la inflación creciera demasiado, se controló el precio de la gasolina y Petrobras empezó a tomar préstamos en el exterior. De modo que Petrobras está endeudada en dólares y tiene cash en reales, cuando los reales están cayendo frente al dólar”.
“No hay empresa que aguante ese proceso. Entonces Petrobras quedó realmente en una situación compleja. Si uno mira los datos de las Bolsas de Valores en los últimos dos años, ve un extraordinario descenso del valor de las acciones de Petrobras, porque no tiene cómo afrontar sus deudas”, dijo.
Cardoso añadió que, además, hubo “mucha corrupción”, con montos “realmente increíbles”, y puso apenas “un pequeño ejemplo: un señor que era gerente de un sector de Petrobras dijo al juez que él recibió cerca de U$S 100 millones de coimas. ¡U$S 100 millones! Y los devolvió porque probablemente tiene más o porque no pertenecerían a él en el futuro”.
“Son muchos ejemplos de esos porque la decisión volvió a ser política. Todo el esfuerzo que hicimos para que las empresas del Estado fueran públicas y para que no estuvieran controladas por los partidos sino por agencias independientes se deshizo. Y en el caso de Petrobras dramáticamente, porque utilizaron mucha de la plata directamente para dos o tres partidos”, puntualizó.
Hubo “una enorme distorsión” y todo está en los juzgados, lo cual ha generado “una crisis política compleja” donde el PT es “el eje de todo el sistema” que se montó, dijo.
“En lugar de un presidencialismo de coalición, el PT propició un presidencialismo de cooptación. En la coalición, los partidos son llamados a participar en un programa y en un rumbo; en la cooptación, los partidos (tenemos más de 30 en Brasil) son agregados de personas cuyo objetivo es estar en el Congreso para formar parte del presupuesto”, señaló.
“Son falsos partidos”, precisó.
La nueva corrupción.
El ex mandatario dijo que “la presidenta Dilma Rousseff trató de frenar la corrupción en Petrobras pero no lo logró y en cierto momento hizo una especie de limpieza. Si hay limpieza era porque estaba sucio y sacó a cinco o seis ministros”.
Pero “la corrupción cambió de naturaleza” porque “frecuentemente se dice ‘corrupción siempre hay’ y es verdad”. No obstante, en Brasil el PT creó “una organización para obtener plata con la bendición de sectores políticos, con la complicidad de sectores empresariales y todos juntos sacaron plata de empresas que son del gobierno, o sea de la gente misma, como si fuera un impuesto”.
Entonces “no se trata de la corrupción tradicional sino que es la financiación de la hegemonía en el poder, es no aceptar a los demás y negar la rotación en el poder con el argumento de que ‘solamente yo soy bueno y si yo soy bueno, voy a hacer todo para permanecer en el poder’. Tienen una justificación ideológica para hacer una distorsión tan grande de todo el sistema democrático con esa forma de financiación”.
Cardoso dijo que la “crisis económica” en Brasil causará este año un “crecimiento negativo de dos o tres puntos”. Será “la primera vez desde 1930 y 1931 que habrá recesión” en el país.
“El año pasado fue negativo, este año va a ser negativo y probablemente el próximo puede también que sea negativo. Es muy serio, porque eso empieza a producir malestar social pues cientos de miles de puestos de trabajo desaparecen”, manifestó.
Por otra parte, dijo, en Brasil las instituciones son “robustas” y la Justicia, los fiscales y la Policía son “independientes del poder político” y “hacen investigaciones que alcanzan a gente importante, a los dueños de las empresas más grandes de Brasil y a políticos importantes”.
“Cuando uno lee los diarios en la mañana, la pregunta es ¿quién más está preso? Eso es cotidiano y no hay fuerza que se le contraponga en este momento”, reseñó.
La economía, expresó, precisa “un plan de ajuste” que “depende del Congreso”, pero como hay muchos congresistas amenazados por las investigaciones, “hay grandes dificultades para aceptar fácilmente el ajuste”.
“Estamos realmente en un impasse; no se ve muy claro cuál o cuáles van a ser los pasos siguientes y eso es bien dramático, porque la presidenta Rousseff inició su segundo mandato hace menos de un año. Quedan tres años, la gente se pone nerviosa y empieza a imaginar modos de sacar a la presidenta del poder”.
Cardoso aseguró que “las cosas no son más como en el pasado, cuando ante una crisis se pensaba en un general. Nadie sabe siquiera el nombre de los generales y, además, ellos no van a moverse. Los que se conocen son los nombres de los jueces de la Corte Suprema, lo cual es un avance enorme”.
El ex presidente resaltó la importancia de “la prensa libre” en Brasil, pues, gracias a ella, “es muy difícil ocultar la información”.
Hacer “un nuevo pacto”.
Según Cardoso, hace falta liderazgo en Brasil para enderezar la crítica situación y “no se cambia nada sin liderazgo” porque “a nadie la gusta el cambio pues produce incertidumbre”.
“Ya lo decía Maquiavelo: el cambio es un problema porque los que van a perder saben que van a perder pero los que van a ganar no saben que van a ganar y por eso no apoyan el cambio”, relató.
Brasil, dijo, está llegando a un momento en que “además de lo que se debate en lo cotidiano —si la presidenta cae o no, si se hace un impeachment o no, si tiene razón o no, si robó o no robó— hay que ir más a fondo”.
“¿Cómo mantenemos una sociedad de bienestar, que no la tenemos, y llegamos a ella sin el crecimiento económico suficiente y sin que exista la disposición a bajar el dólar?”, preguntó.
En opinión del ex presidente, “hay que dejar que la investigación madre, que se llama “lava jato”, llegue al fondo porque tenemos que limpiar algunos aspectos institucionales”. A la vez, “tenemos que cambiar algunos aspectos culturales y esos no se cambian de pronto: dependen del liderazgo, del ejemplo de arriba”.
“Mientras exista libertad, mientras sea posible que la gente se informe, como es el caso, de a poco se van creando las condiciones para cambiar porque estamos llegando al límite”, expresó.
Puso como ejemplo que “en la provincia más cercana de Uruguay, en Río Grande, el gobernador no tiene plata para pagar los salarios, no pagó, fraccionó los salarios, pidió ayuda al gobierno federal y como este no tiene con qué, no lo puede ayudar. Eso es un límite”.
“Hay una amenaza de desorden en la vida cotidiana. Por eso, habrá que ir hacia un nuevo pacto que no sea un parche para mantenerse en el poder”, dijo.
Eso se articula desde “posiciones institucionales” y, si no, no se hace. “Yo no tengo poder; yo tengo influencia, lo cual es muy distinto. Quien tiene el poder debe habilitar las opciones para ese pacto. Llegó el momento”.
Cardoso dijo no saber si la presidenta Rousseff está en condiciones de liderar ese pacto “porque su partido tampoco la apoya totalmente. Ella movió la economía para una dirección que no era la que el PT quería. Pero cuanto más tiempo se mantenga la actual situación de poder, más difícil será la alternativa”.
Información Nacional
2015-10-01T00:00:00
2015-10-01T00:00:00