En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
Una sola vez se registró en Uruguay un hecho de sangre por arma de fuego dentro de un salón de clases. Sucedió hace dos décadas, en el Liceo Nº 13 de Maroñas. Fiorella Buzeta tenía 12 años y el disparo de otro alumno le provocó una lesión medular irreversible. Desde aquel momento hizo todo lo posible por dejar de lado la imagen de víctima, por no “revictimizarse”, en esa historia que hoy cuenta como una “experiencia de superación”, pero también consciente de que le marcó la vida.
¡Registrate gratis o inicia sesión!
Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
“Fiorella es mucho más que lo que le pasó hace 20 años, aunque también soy quien soy en parte por aquello”, dice. A sus 31 años, Buzeta es activista social y edila frenteamplista especializada en temas de discapacidad, estudió comunicación y practicó handball en silla de ruedas.
Pese a la remoción emocional que le implica repasar la historia del disparo, considera necesario transmitir su experiencia a las nuevas generaciones. Con esa convicción, desde hace un par de años visita escuelas y liceos para intercambiar con niños, adolescentes y jóvenes sobre temas de violencia y discapacidad. Dice hacerlo como una “alternativa al odio” y para reflexionar sobre otras formas de vincularse con los demás.
Buzeta sabe de primera mano lo que es vivir la inseguridad dentro de un centro educativo y sentirse absolutamente desprotegida. Está convencida de que la agresión que sufrió “pudo haberse evitado si las autoridades se hubieran acercado a conocer la realidad” del liceo ubicado en unos de los barrios más golpeados de Montevideo. En ese sentido, sostiene que la “mejor política” que puede aplicar el Estado para garantizar la seguridad de los jóvenes dentro y fuera de las aulas es la “prevención”. “La sociedad debe hacerse cargo de cómo gestiona la violencia en los centros educativos y en los entornos”, dice.
A Buzeta le entusiasma la propuesta de visitar el Liceo Nº 13 de Maroñas e hizo contactos con la institución para cumplir esa meta. Para ella será “como cerrar el círculo” sobre el episodio que dio vuelta su historia personal y familiar y que marcó el inicio de un extenso período de rehabilitación física y a la vez de transformación personal, espiritual, social y política.
Foto: Javier Calvelo / adhocFOTOS
Estudiar con miedo
En sus encuentros con escolares y liceales, Buzeta suele repasar la mañana del 12 de abril de 2004, cuando recién empezaba a cursar la educación secundaria. Ese día charlaba con otros compañeros a la hora del recreo, entre los bancos de clase, parada frente al pizarrón, luego de las dos primeras horas de Ciencias Físicas. De repente sintió un estruendo y un impacto fulminante que atravesó su cuerpo. Sus piernas se aflojaron, cayó al suelo, inmóvil, rodeada de sangre, sin entender nada. Hasta hoy no sabe si aquello fue un accidente o qué otra cosa.
Más allá del relato —detallado en una carta que ella misma escribió y que fue publicada en junio en la web de la BBC—, entiende que es importante comprender que Uruguay atraviesa una realidad “muy distinta” a la de 2004, marcada por los efectos de la crisis de 2002. Sus padres, entonces desempleados, con tres hijos adolescentes, recibieron apoyo institucional y social.
No obstante, Buzeta observa que en estas décadas la inseguridad ha crecido “exponencialmente”, y suelta: “Hay más violencia dentro y fuera de los liceos. Hay amenazas y peleas entre gurises, algunas con armas blancas y de fuego. Hay muchas comunidades educativas que vienen pidiendo con insistencia al gobierno que se haga cargo, que se acerque a las instituciones, que escuche a las juventudes y que haya más referentes en estos temas”.
Asegura que muchos alumnos, en especial de los entornos más desfavorecidos, “estudian con miedo”, y cita resultados del estudio Aristas Media, divulgado la semana pasada por el Instituto Nacional de Evaluación Educativa (Ineed). Allí se informa que en los últimos años los alumnos de liceos públicos y de UTU dicen sentirse más inseguros en sus ámbitos de estudio, especialmente en los alrededores de los locales y en el recorrido desde su casa, pero también en la puerta o la cuadra del centro, en recreos, pasillos, salones y hasta —y cada vez más— en los baños.
El informe del Ineed señala que el clima escolar y el bienestar de los jóvenes incide en los aprendizajes y los logros académicos, que las respuestas cambian según el tipo y el contexto del centro y que todo esto desafía a las políticas públicas, no solo educativas y pedagógicas.
“Estos datos deberían alarmarnos a todos y ponernos en acción”, dice Buzeta, y liga la información a “la inequidad creciente” que desde hace décadas “ensancha la brecha entre contextos ricos y pobres”.
Aunque entiende que los adolescentes uruguayos tienen distintos niveles de exposición a situaciones de violencia, la sensación de inseguridad de los alumnos que percibe en sus recorridas demuestra la importancia de contar con figuras adultas de referencia y más apoyos de equipos multidisciplinarios.
Foto: Mauricio Zina / adhocFOTOS
Dejar de reproducir la violencia
La primera visita que hizo Buzeta a un centro educativo para contar su experiencia fue a principios de agosto de 2021, en plena pandemia. La recibieron alumnos de quinto año de la Escuela Nº 45 Praxedes Pino, en el Colorado, Canelones. La maestra Graciela Baudino había puesto la consigna de escribir sobre “personas que hayan hecho historia para enseñar los valores que hacen a una sociedad más igualitaria y justa”.
“Lu (una alumna) me eligió a mí luego de que su mamá le sugiriera que escribiera sobre alguien de la actualidad… Escogió contar mi historia desde la superación y el esfuerzo. Desde la capacidad que tenemos para sobrellevar las adversidades”, expresó entonces la invitada, agradecida, en un posteo en redes.
En las aulas, habla del esfuerzo personal y colectivo, “de cómo seguir adelante y aprender del dolor”. “Que es importante no odiar y luchar solidaria y colectivamente” y “visibilizar a las personas sin distinción ni etiquetas”.
“He intentado transmitir, desde mi situación particular, cómo la violencia genera más violencia y la ausencia de responsables tiene consecuencias irreversibles”, dice Buzeta, desde su costado más político (integra el espacio frenteamplista Abrazo-PAR, que representa la diputada Cristina Lustemberg).
Los alumnos le preguntan “de todo”, cuenta con humor, y agrega que a los escolares les suele dar mucha curiosidad ver a alguien en silla de ruedas. “En una visita a una escuela de Jacinto Vera, uno de los gurises de quinto, tras verme y escuchar mi relato, me dijo que entonces ya no quería pasar al liceo…”, evoca, y dice que esa intervención la descolocó. Entonces le pidió al niño que no tuviera miedo, que, justamente, en la escuela es donde se debe tratar de aprender otras formas de vincularse y convivir con los demás para que su historia no se repita.