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Tal vez el título parezca exagerado, porque no es común que un espectáculo de ballet se parezca a una explosión. Pero es tal el despliegue de múltiples talentos que se puede ver sobre el escenario del Estudio Auditorio Adela Reta (espectacular coreografía, bailarines de técnica impecable y emocionalmente comprometidos, escenografía que juega de maravillas con un único decorado, vestuario plásticamente hermoso, luces de gran expresividad) que ni siquiera la falta de orquesta en el foso pudo opacar la magnífica selección de obras de Beethoven y Mahler que acompañan la puesta. Con todo eso se podría hablar de perfección, ¿por qué no? ¿Acaso cuando un espectador queda no solamente deslumbrado sino a la vez emocionado y conmovido, no es ese el efecto que una puesta en escena como esta intenta provocar? Por cierto que sí, y lo ha logrado en su totalidad.
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Porque este debe ser el mejor espectáculo que ha ofrecido el BNS desde que Julio Bocca tomó su conducción. Él ya había intervenido en la versión que el Eifman Ballet Theatre presentó en Argentina (Luna Park, mayo de 2005), donde trabajó con la misma Elena Kuzmina, quien junto a Sergei Zimin se encarga ahora de reproducir la coreografía del ruso Boris Eifman, trabajo titánico dada la complejidad de movimientos tanto individuales como en dúos, tríos y ensembles. Ella misma interpretó el papel principal los dos primeros días (jueves 5 y viernes 6) pero su trabajo en todas las funciones siguientes (con múltiples variaciones en el reparto) ha dejado su marca en cuanto a la exigencia y al conocimiento cabal de la obra. Porque la coreografía de Eifman no se parece a la de otros maestros rusos. Logra una perfecta mezcla de ballet clásico con movimientos de danza moderna, y esa reformulación no luce extraña ni forzada sino que su enorme creatividad y la voluntad de extraer de los bailarines su máximo potencial convierte el espectáculo en una exuberante muestra de enérgica vitalidad, algo que por momentos corta el aliento y obliga a admirar sin cortapisas la entrega formidable de cada solista.
Y eso no es para cualquiera, sino que está reservado para gente muy compenetrada de su tarea y muy inspirada también para que todo ello no parezca algo mecánico, como una clase de gimnasia acrobática, sino que se integre con fuerza y pasión a la trama y a los personajes. En palabras del propio Eifman: “Todo está en la estética, aunque la belleza formal no es un fin en sí mismo… Cuando creo un movimiento es más certero dado que quiero crear una emoción, expresar un sentimiento… Esta emoción necesariamente ocurre debido a la necesidad estética”. La idea del Hamlet ruso (obra estrenada por el Bolshoi en 1997) proviene de una adaptación libre del “Hamlet” de Shakespeare, trasladado de Elsinore a la corte de los zares de Rusia a mediados del siglo XVIII. Catalina (luego conocida como “La Grande”) asesina a su esposo, el zar Pedro III, con la ayuda de su favorito. En esa especie de golpe de Estado, se proclama regente y no permite que su hijo Pablo (futuro zar Pablo I) asuma el trono, gobernando ella con actitud despótica y estilo absolutista. El problema de Pablo es asimilado entonces al de Hamlet, cuando se le aparece el fantasma de su padre para revelarle la verdad y luego organiza una puesta en escena en la corte donde representa aquel asesinato y provoca la furia de Catalina.
La diferencia es que Pablo no toma justicia por mano propia, sino que siempre aparece como sometido por esa madre posesiva. En realidad Catalina (1729-1796) gobernó desde 1762 hasta su muerte y Pablo (1754-1801) solo pudo hacerlo durante cuatro años antes de ser asesinado. La obra comienza con un Prólogo en que Catalina (Vanessa Fleita en la función del domingo 8) asesina a Pedro (Esteban Clavero) con ayuda del Favorito (Ariel Caramés) cuando Pablo es aún un niño. Convertido en adolescente (Damián Torio) se casa con Natalie (Giovanna Martinatto) impulsado por su madre, pero luego la muchacha es asesinada al mezclarse en intrigas palaciegas para derrocar a la emperatriz y colocar a su marido en el trono. Un amplio espacio escénico es dominado por la imagen distorsionada de un enorme salón del palacio, con su balaustrada y su cúpula, pero todo en forma de círculo, como tomado de abajo por un lente gran angular. Ese fondo escénico, como un gran ojo, dominará toda la obra transformándose en otros ámbitos gracias a un espectacular juego de luces o cortinados que se abren y cierran, dando a la obra un marco adecuado a los hechos y un entorno plástico de notable elocuencia visual. Tanto la escenografía como el riquísimo vestuario pertenecen a Viacheslav Okunev, en tanto que el admirable juego de luces es de Levas Kleinas. La producción es del Lithuanian National Opera & Ballet Theatre.
No hay respiro en los dos actos de Hamlet ruso. Con escenas de hermosura impactante (la noche de bodas entre Pablo y Natalie, con los cuerpos desnudos luego vistos en silueta detrás de una tela transparente; el fantasma de Pedro representado por una calavera al tope de una altísima silueta negra que se le aparece a Catalina atormentándola en sus pesadillas, etc.) se van alternando los diversos cuadros donde lo que llama más la atención es la forma como Eifman entrelaza los cuerpos de los bailarines en evoluciones a veces inverosímiles, pero que prueban al menos dos cosas: que para un cuerpo de baile entrenado y disciplinado no hay nada imposible y que el BNS ha alcanzado un nivel profesional que puede competir en cualquier lugar del mundo. No solo por su técnica individual y colectiva (siempre hay muchos bailarines en escena, y no están para hacer número) sino por la expresividad que transmiten, porque acá hay varias escenas de gran sensualidad, de continuo contacto físico entre los bailarines, con pasos arriesgados y piruetas dificilísimas, resueltas con facilidad pasmosa. Es un gran espectáculo porque es plásticamente atractivo y coreográficamente envolvente y sugestivo, con un enorme poder de comunicación.
En otras funciones aparecerán Rosina Gil, Guillermo González, Francisco Carámbula y Ariele Gómez (12 y 17) y María Noel Riccetto, Ciro Tamayo, Ismael Arias y Careliz Povea (13, 15 y 19), mientras Vanessa Fleita, Damián Torio, Ariel Caramés y Giovanna Martinatto volverán el 14, 18 y 20. Según referencias, y más allá de preferencias, todos se lucen al mismo nivel. Como debe ser.