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    Geografía de Occidente

    Columnista de Búsqueda

    N° 1938 - 05 al 11 de Octubre de 2017

    En su tratado sobre las condiciones de la historia universal, Herder incorporó la atención a la geografía como un factor que debe considerarse central en la determinación del destino, la suerte o las características de las sociedades, de los países. La idea no es totalmente novedosa; ya Aristóteles nos dictó algunas precisiones acerca de la diferencia de los pueblos en función del clima y de la geografía. Unas décadas más tarde que Herder, cuando brillaba como rector en la Universidad de Berlín, Hegel postuló en su celebrado curso sobre la Razón en la Historia que hay un condicionamiento radical de la geografía, que los pueblos surgidos al borde de los mares o en las soledades de las estepas heladas, que las sociedades edificadas bajo climas benevolentes o injuriadas por el calor o el frío extremo, que los pueblos selváticos o los del desierto, los insulares o los continentales presentan determinaciones intelectuales, técnicas, morales, costumbres y esperanzas muy diferentes. Dijo que la idea de su finalidad histórica tiene más o menos conciencia, es más o menos visible y por ende comprometida conforme el clima y las condiciones ambientales lo establecen casi de un modo fatal; por eso defendió la superioridad de la civilización europea, y especialmente la franja definida entre la costa oriental del Egeo, el Atlántico, el Mediterráneo y las comarcas que se levantan en torno al mar del Norte.

    Con una certeza análoga, Karl Jaspers considera el elemento condicionante de la situación geográfica; solo que no lo hace extensivo a todas las culturas, sino que pone su acento en las peculiaridades que dieron origen, desarrollo y triunfo a la civilización occidental. Sobre la inclusión de este punto en el esfuerzo de interpretación de la historia universal, su libro Origen y meta de la historia (Acantilado, que distribuye Gussi), es claro al respecto; allí dice: “Frente a los cerrados y uniformes territorios continentales de India y China, Occidente se caracteriza por una gran variedad. La rica articulación en penínsulas e islas, en desiertos y oasis, en clima mediterráneo y mundo nortealpino, la longitud de las costas, mucho mayor comparativamente, corre pareja con la variedad de lenguas y pueblos, que aquí han hecho historia, alternándose en el papel director de la acción y la creación. Las tierras y los pueblos de Occidente muestran una imagen peculiar y propia”.

    De esa providencia, que no otra cosa es la geografía, no se desprenden automáticamente bienes o males, pero se favorecen realidades que en otras circunstancias o paisajes quizá no se den con tanta eficacia. Decía Toynbee que el desarrollo de la historia corre de Oriente a Occidente, y sigue el curso de algunas aguas: comienza en dos modestos ríos interiores (Éufrates y Tigris), se desplaza su centro a un río mayor (Nilo), luego se asienta en un mar discreto pero decisivo (Egeo) y después deriva en ese gran lago que ha sido centro del mundo (Mediterráneo). Es precisamente allí, va a señalar Jaspers, que tiene lugar el hecho más importante de toda la historia, que es la aparición de la ciencia, del pensamiento racional, de la filosofía. Dice: “El origen de la ciencia y la técnica está en los pueblos germanorromanos. Estos pueblos han producido con ellas una ruptura histórica. Ellos son los que han iniciado la verdadera historia universal, planetaria, de la humanidad. Solo los pueblos que se apropian la ciencia y la técnica occidentales y aceptan los peligros para el ser del hombre, enlazados con este saber y poder, pueden colaborar todavía activamente en la historia”.

    Pero Jaspers no se conforma con constatar, pues lo suyo no es escribir historia de hechos sino meditar acerca de ciertos fenómenos que la definen. Su eje está puesto en el sentido; todo trato con los contenidos es subsidiario de ese superior interés de orden eminentemente filosófico. Por eso, más que ver, pregunta: “La creación de la ciencia y la técnica por parte de Occidente plantea la siguiente cuestión: ¿por qué se han producido en Occidente y no en los otros dos grandes mundos, India y China? ¿Existía acaso ya en el tiempo-eje algo peculiar en Occidente que solo en los últimos siglos produjo estos efectos? ¿Estaba ya latente, preparado y esbozado de antemano en el tiempo-eje lo que finalmente se ha patentizado en la ciencia? ¿Hay algo que sea específico de Occidente?”

    Notoriamente lo hay. Lo veremos la próxima semana.