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“No hace coincidir la realidad con sus ideas quien no quiere, cada uno se narra lo que más le sirva adentro de su cabeza para tener razón, y luego sale a buscar argumentos de gente que opine lo mismo para confirmar su inteligencia”.
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Friedrich Nietzsche (o Luigi Pirandello, no recuerdo bien y no tengo tiempo de buscar la cita, pero lo importante es la idea, tan ilustrativa para el momento que vivimos que alguna vez fue expresada por ¿Jorge Amado? Sí, ¡Amado! Seguro fue Jorge Amado, o Máximo Goñi, pero no sale de ahí).
(O Ricardo Arjona).
Sé lo que están buscando, no me engaño. Leen estas líneas deseosos de experimentar la celebración cuasi perruna de nuestra mente cuando confirma sus ideas en las palabras de otro. Cuando me pasa siento que el cerebro mueve la cola, pura recompensa y satisfacción. No hay dudas que el impeachment de Dilma nos ha exacerbado ese estado del alma a todos.
Lo digo sin rodeos: un Golpe Constitucional. Eso fue lo que le dieron a Dilma, sí señor, me la juego. Se lo escuché decir a un diputado del FA, y es la mejor manera de definir la situación. Al principio me pareció medio estúpido hablar de Golpe Constitucional, lo admito, como una contradicción, como hablar de pegarse una siestita de vigilia, llorar lágrimas secas, organizar una orgía con pareja estable, sin promiscuidad ni relajo, o vomitar para adentro. Pero después abrí la cabeza, pensé sin prejuicios durante unos segundos, y me pasó lo que me pasa siempre: me cansé. Me perdí. Sentí un leve mareo y decidí abandonar esa polémica actividad (el pensamiento) en desuso. Y entré a las redes morales —popularmente conocidas como redes sociales— y busqué gente que opinara como yo y me congratulé de lo inteligente que éramos todos y sentí la aprobación de ese hermoso grupo de personas a las que no conozco ni ellos a mí y fui feliz. Por eso estoy convencido de que Golpe Constitucional es la mejor definición posible, deja bien clarito lo que no estamos dispuestos a hacer: pensar. Alguien que razona cinco minutos seguidos no puede hablar de “golpe constitucional”, y eso representa perfectamente el espíritu grupal.
¡Peor es quien quedó de presidente!, grita la tribuna y podríamos estar de acuerdo. Ese ser frío y calculador para algunos, oportunista y corrupto para otros, de aspecto siniestro, que mmm… eh… era el compañero de fórmula de Dilma, elegido por ella misma, después de haber tenido un mandato entero juntos (no era que no lo conocía tampoco), otra no tan buena idea de Dilma. Técnicamente la gente también lo votó a él, como acá votamos a Sendic y por eso hay que respetarle la investidura y aplaudirlo republicanamente cuando da los discursos del día de la independencia y si Tabaré se fuera a pescar para siempre Sendic debería cumplir el mandato y sería de lo más democrático. ¡Pero Dilma no lo eligió!, tuvo que generar esa sociedad con Temer para ganar las elecciones, que es lo que haría cualquier persona de bien: pactar con el Diablo para llegar al poder. El problema es el divorcio. ¡Pero es lo que hacían todos: pactar con el PMDB para alcanzar el gobierno! “Pero es lo que hacían todos” ha sido la mejor defensa de Dilma Roussef hasta ahora, argumento que por lo menos es infantil. Además, Dilma tuvo la oportunidad de evitar que Temer asumiera: cuando supo que estaba frita podría haber renunciado en el acto y llamar a elecciones anticipadas, pero prefirió seguir “lutando pela democracia” (que se parece muchísimo a luchar por ella misma y su honor y cagarse un poco en el futuro de Brasil si es que Temer es lo peor que le podía pasar al país). Así que Temer, desde todo punto de vista, es consecuencia de Dilma.
En términos generales ganamos todos. Dilma como mártir de la progresía latinoamericana es inmejorable. Del otro lado, los que piensan que esto es un triunfo contra el populismo que arruinó la región también habrán recibido su premio.
Si me permiten, voy a discrepar: el problema no es Dilma, ni Lula, ni el PT, ni Temer, el problema es Brasil. La mejor metáfora de Brasil como país es su Carnaval: uno nunca termina de saber si es una organización colosal al servicio del desorden, o una desorganización colosal al servicio de un orden.
En definitiva, como estadista, viendo las decisiones que tomó y sus consecuencias encadenadas en los últimos 4 o 5 años, la verdad es que no perdimos mucho. En el mejor de los casos, Dilma es una adorable cabezona terca que no ha sabido negociar nada en su vida y para peor lo exhibe como una virtud, estaremos de acuerdo en que, vistas las cartas, no era una política de fuste. O no estaremos de acuerdo y usted no debería estar leyendo estas líneas. Disculpe las molestias. ¿Nike o Puma? ¡Nike! (por suerte en eso estamos todos de acuerdo, disfrutémoslo).
