Impuestos a los jubilados

Todos fueron contestes, unos por acción, otros por omisión, que se prolonga desde que empezó a regir el tributo. Un silencio sepulcral, un silencio decididamente cómplice de los políticos profesionales, que solapadamente entregaron a los viejos a la voracidad sin límites de los carcamanes Astori, Mujica y Vázquez. Estos siniestros hombres lograron algo tan inverosímil como que los jubilados paguen el Montepío; por lo que les queda de vida gracias al IASS, claramente inspirados en el nefasto ejemplo de la Caja Bancaria en que sus afiliados fueron sorprendidos en su buena fe por AEBU y el gobierno, que no respetaron lo pactado oportunamente y siguieron descontándoles indebidamente hasta ahora.

Por fin, el Banco Mundial, la patronal y el propio Estado encontraron la forma ideal pergeñada por los propios trabajadores bancarios del momento para que mediante el nefasto impuesto a las jubilaciones, los beneficiarios se hagan cargo de financiar su propia pasividad.