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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáHace mucho tiempo que insistimos las activistas: el problema de la violencia contra las mujeres es cultural. Voy a relatar una situación que lo demuestra claramente y da vergüenza ajena.
A fines del mes de enero, una joven, con quien hablé personalmente hoy jueves 3 de abril, fue secuestrada por un varón con quien había mantenido una corta relación (mes y medio). Mi objetivo no es contar toda la historia, sino mostrar la vergüenza colectiva de la indiferencia de las muchas personas que vieron la situación y no hicieron nada. La muchacha vivió un calvario por Montevideo, Atlántida, Pando y no sabe cuántos lugares más. El vecino de Atlántida concurrió ante sus gritos y mientras ella sangraba, el agresor le decía que ella era loca y se fue. Luego en el juzgado dijo que bueno, “las situaciones personales”. Ella logró convencerlo de parar en un lugar para ir al baño; cuando ella en el baño intentó comunicarse con su madre rompió la puerta. Ella intentó refugiarse detrás del mostrador, él declaró que era “psiquiátrica” y le “hacía problemas cuando la sacaba un rato”. Se la llevó de los pelos a la rastra, el boliche estaba lleno de gente, nadie hizo nada. Finalmente fue salvada por una mujer que llamó a la Policía cuando vio el auto y que estaba tratando de tirarse del mismo.
Mientras tanto él le decía: “Mirá lo que me obligás a hacer” (de libro).
Me avergüenzo de la gente que vio y no hizo nada. Me avergüenzo de una sociedad que no es solidaria con las mujeres maltratadas. ¿Si ella se hubiera muerto? ¿Se sentirían culpables los que no hicieron nada? O dirían como de costumbre: él parecía tan bueno, era profesor de manejo y nunca me imaginé. ¿Hasta cuándo? Hoy vino a la performance de Mujeres de Negro, me dijo: “Es la primera vez que puedo llorar después de todo lo que me pasó”. Yo quiero llorar todos los días porque no logramos que la indiferencia no siga matando.
Dra. Teresa Herrera