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    Jerry Lewis

    Le dijeron al padre:

    , regenerado3

    —¿Podría agregar algo más a su numerito musical?

    —Bueno, tal vez incluya a mi hijo pequeño, que sabe bailar un poco de tap y hacer monerías…

    Y así salió por primera vez a un escenario, con cinco años, Jerry Lewis. Unos pasitos graciosos, unas morisquetas y un tremendo sentido visual que no te lo enseñan en ninguna universidad. Ya está: el talento se educa, pero primero hay que tenerlo.

    Jerry Lewis murió este domingo en Las Vegas a los 91 años, y nunca dejó de contar chistes, de estudiar este asunto de la risa y la actuación, de tocar instrumentos imaginarios, de ser hábil en sus contratos, de tirar jarrones debido a su torpeza y atraparlos en el último segundo antes de que se estrellen contra el piso.

    Como comediante, hizo escuela. Y si no, pregúntenle a Jim Carrey, a Eddie Murphy y a Billy Crystal. Lo suyo era la broma física, la que genera gracia centrada en el cuerpo y en los músculos faciales, que se estiran como gomas. Ejemplo: El profesor chiflado (The Nutty Professor).

    Pero también abrevó en los gags visuales y en los grandes maestros del cine mudo, como Chaplin, Buster Keaton, Harold Lloyd y Stan Laurel, porque el ingenio tiene un entramado muy fino que rebasa el cuerpo del comediante y puede alojarse en todo el cuadro de la pantalla. Ejemplo: El botones (The Bell Boy).

    Lewis, criado en una familia judía de Nueva Jersey, se hizo famoso gracias a la dupla con Dean Martin: 10 años de shows, de entradas agotadas, de fiebre popular y de concentración de fanáticos en la puerta de los teatros, algo similar a lo que sucedía con los Beatles.

    Debe haber sido un tipo difícil Jerry, irascible, tal vez egoísta, quizá jodido en su vida privada. Y esa faceta la acuñó muy bien en sus papeles serios de los últimos tiempos, como en Sueños de Arizona, de Emir Kusturica, Funny Bones, de Peter Chelsom, El rey de la comedia, de Martin Scorsese y Max Rose, de Daniel Noah (estas dos últimas están en Netflix). Son variaciones de Jerry: un tío seductor, un veterano comediante amargo como padre o un melancólico pianista de jazz que acaba de enviudar. Todas películas que valen la pena.

    Dice la marquesina con letras bien grandes: “The leyend is back”.