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    José, el gran ilusionista

    N° 1957 - 15 al 21 de Febrero de 2018

    Un día dice una cosa. Al rato o al día siguiente dice otra distinta, cuando no contradictoria. Y en días sucesivos puede ingeniárselas para sacar de su galera respuestas diferentes. Quien siga al pie de la letra sus dichos y los contraste con anteriores manifestaciones suyas queda sumido en la perplejidad. O llama al escepticismo. ¿Qué pensará o qué querrá realmente? Pero él, impertérrito, como si nada. Lleva haciéndolo toda su vida. La de su juventud blanca y luego tupamara. La de adulto como político frenteamplista.

    Como lo suyo siempre “da jugo”, genera titulares, inicia controversias, los medios lo siguen, lo escuchan y le amplifican acríticamente. Muy pocas veces los movileros de los medios le repreguntan a fondo o contrastan lo que dice con lo que dijo antes. Y si lo hacen se fastidia y se hace el enojado. Y así la va llevando.

    Un buen día dijo su mayor ambigüedad: “así como te digo una cosa, te digo la otra”. Una forma de  relativizar, de no comprometer una opinión clara, definitoria.

    Cualquiera diría que es una respuesta que descalifica. No, señor, quedó como una más de sus habituales boutades. Es verdaderamente un fenómeno político. Un fenómeno que dice mucho de la cultura política imperante en esta sociedad uruguaya que lo entronizó.

    En estos tiempos de insatisfacción y descreimiento en la política y en los políticos, quizás por ello, este político de raza, que cultiva un look de no político, o de político diferente a todos los demás, ha logrado hipnotizar a miles de compatriotas. Y de mantenerles en ese estado durante años.

    Durante su presidencia, el país se benefició de la mayor bonanza económica en más de medio siglo, su gobierno no se caracterizó por grandes realizaciones ni transformaciones. Tampoco por ser una administración ordenada. Más bien todo lo contrario. Dejó un déficit con el que estamos lidiando y seguiremos haciéndolo un buen tiempo más. Ni hablar de las pérdidas causadas por “velitas al socialismo”, los ruinosos negocios de Ancap, la farsa del remate de los aviones de Pluna, el desmesurado proyecto de la regasificadora, o la ilusión del puerto de aguas profundas en el que pretendió embarcar a los brasileños, argentinos, bolivianos, a los chinos y hasta al ruso Putin. Ninguno picó.

    Ni hablar del viaje en el estribo del Brasil petista, o de las relaciones “carnales” con los populismos autoritarios y corruptos de Venezuela y Argentina. Ni decir de la prioridad prometida que daría a la educación. O meterle el diente al  “apagón logístico” al que tantas veces se refirió.

    Quizás sus legados más recordados sean la legalización de la marihuana, la importación de seis presos de Guantánamo y los refugiados sirios que cada tanto dicen que los trajeron engañados.

    A sus 82 años, José Mujica sigue tan campante, mañoso,  manipulador y desconcertante como siempre.

    A poco de dejar la presidencia y jurar como senador, anunció que en meses dejaba la banca porque hay que abrirle camino a los más jóvenes, propiciar la renovación. Dijo también que no volvería a ser candidato presidencial. ¿A quién se le ocurre? Tendría que asumir con 84 años y dejaría la presidencia con 89.

    Hasta Lucía dijo que no “le da permiso” para candidatearse. Y sin embargo…, ¿quién les cree? Que no iba a ser candidato presidencial ya lo había dicho mil veces durante el primer gobierno de Tabaré.

    Su pollo era Raulito, pero quedó por el camino. Así que otra vez a improvisar un candidato.

    Un día le da “filo” a Astori, tan diferente a él en todo. “Danilo se lo merece”, dice. “Ha hecho suficientes méritos” para tener otra oportunidad, agrega. Pero a renglón seguido le advierte que nadie llega a presidente diciendo en la campaña que hay que cuidar el grado inversor. ¿Apoyo o descalificación?

    Está claro que al intendente Daniel Martínez —que dice que todavía no decidió si se postula o no, pero por las dudas ya tiene un equipo de colaboradores trabajando y planeando estrategias—, Mujica no lo tiene en cuenta. No es la primera vez. Ya lo hizo cuando acordó en 2009 con el Partido Comunista postular a Ana Olivera a la Intendencia de Montevideo. Martínez tuvo su revancha cinco años después, cuando le ganó la pulseada a Lucía Topolansky.

    Hace un par de semanas, en Soriano volvió a generar desconcierto. Porque así como dijo una cosa (“tiene que venir otra generación porque yo soy de otro mundo que se va”), dijo otra (“lo veo todos los días en la calle, quisiera tener diez años menos y me gusta la penca, pero si me meten en un baile que me queda grande pongo la cara para otro. Yo no aguanto la tacada y voy a llevar a algún vice, yo qué sé qué vice me ponen. Estoy de mascarón de proa”, “hoy tengo la presión, pero si me sigo quedando, estoy trabajando contra la renovación”). ¿En qué quedamos? ¿Sí? ¿No? ¿O qué sé yo? ¿Es parte de una estrategia que por ahora nadie logra descubrir?

    La semana pasada Búsqueda tituló destacadamente: “Mujica maneja tres escenarios para 2019 y en uno sería candidato”.  

    En el primer escenario, Mujica aceptaría ser candidato si el Frente Amplio se aviene a que su compañero de fórmula sea propuesto por él. Alguien de su confianza que, en caso de una eventualidad imprevista, tome el timón y continúe con la misma orientación.

     El segundo escenario es que el MPP compita en la elección interna de mediados de 2019 con un candidato propio. Si bien manejó los nombres del intendente de Canelones, Yamandú Orsi, y de la ministra de Industria, Carolina Cosse, ya se definió por el primero, porque es del cerno del MPP y quizás también por su buena votación en las municipales de 2015. “Es un buen candidato”, fue la sobria bendición de Mujica y mandó a Lucía a transmitirle la bula papal.

     Finalmente, el tercer escenario incluye a Astori. Una demostración de que el apoyo prometido se ha ido diluyendo. Los malpensados, conociendo al personaje, creen que dicho apoyo nunca pasó de las palabras. ¿Astori se lo habrá creído?

    Como buen político “de antes”, Mujica dice lo que más le conviene, lo que necesita decir en cada momento. Y lo relativiza o lo cambia según sus intereses políticos y según quien sea el interlocutor. Sobrados antecedentes hay de ello.

    En la segunda mitad del 2002, cuando ya era evidente el favoritismo del Frente Amplio para la elección presidencial del 2004, Mujica se lamentaba en las páginas de Brecha de la “crisis de conducción” en el FA debido a la “desconfianza” existente entre sus dirigentes, “hija de diferencias pero también de humanos protagonismos”. Sintiéndose ajeno a esta situación, Mujica prometió “luchar para que esta izquierda llegue al gobierno y si no llega capaz que sigo. Pero si llega, me voy a tomar mate y a jugar al billar en el barrio. No voy a ser ministro de esto, canciller de aquello, no voy a ocupar ningún cargo, no voy a ser nada. ¡Me voy a la mierda!”. Y que se sepa, no se fue ni a tomar mate ni a jugar al billar. Se fue al Ministerio de Ganadería para ser candidato, presidente y ahora senador.

    ¿Seguirá hipnotizando a los uruguayos?

    ?? ¿Quién le pone el cascabel al gato?