Educación y trabajo
Menos de la mitad (49%) de los jóvenes uruguayos de entre 21 y 23 años terminó la educación secundaria, un porcentaje bajo en la comparación internacional: los que culminan el liceo son 67% en América Latina y el Caribe, y 86% en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Asimismo, la brecha en la tasa de finalización entre los quintiles de ingresos bajos y altos entre los jóvenes uruguayos es mayor que en el promedio de la región, compara el estudio. En cuanto a la reciente “reforma educativa, que entre sus objetivos incluye la mejora de la retención en la educación secundaria”, todavía “es muy pronto” para evaluar su impacto en este sentido, señala el estudio.
La evidencia en cuanto a la demanda laboral en Uruguay indica que en el 55% de los avisos publicados en portales se piden trabajadores que tengan al menos el liceo terminado.
Si bien los jóvenes creen que la educación secundaria es necesaria para conseguir un buen empleo, no están convencidos de que los contenidos realmente les sirvan para ese fin; en los grupos focales algunos expresaron “frustración” al respecto. Menos de la mitad (48%) cree que lo que se enseña en el sistema educativo es útil para conseguir un buen empleo y casi un tercio (32%) lo considera útil para poner su propio negocio. De todos modos, entre los jóvenes que abandonaron el liceo para entrar al mercado laboral surgieron expresiones de arrepentimiento y destacaron lo difícil que es volver a estudiar si al mismo tiempo están trabajando.
“Las herramientas (…) Excel, Word, Power Point, son esenciales y la verdad; esto es una crítica al sistema educativo. En el liceo no te enseñan (...). No sabés cómo usar Word, tenés que mirar videos
de Youtube (...) y esas cosas son como muy necesarias saberlas, por lo menos algo mínimo”, comentó un adolescente que participó del relevamiento de campo efectuado por Equipos.
Hay un mayor deseo de capacitación para el trabajo —casi 90%— entre aquellos de nivel socioeconómico bajo y con secundaria incompleta.
De la encuesta y los grupos focales —realizados entre agosto y diciembre de 2022— surgió que, al momento de postular a un llamado, los jóvenes perciben que la mayor dificultad es su inexperiencia laboral, seguida por su falta de conocimientos, habilidades y de educación. Pero, además, sienten que hay un “problema social más profundo que limita sus posibilidades de desarrollo” que tiene que ver con las relaciones con los adultos y con cómo estos “definen y valoran a los jóvenes”.
Entre aquellos que logran conseguir un empleo, solo el 36% estaba satisfecho con su trabajo actual, cifra que cae a 22% entre los jóvenes de nivel socioeconómico bajo.
El salario y las condiciones laborales “son fuente de descontento y frustración”, describe el estudio del BID. Entre los que quieren cambiar de empleador, la razón más mencionada es para que le paguen más (87%), en segundo lugar, para obtener un empleo acorde con su formación (67%) y, tercero, para mejorar las condiciones de cercanía o el clima laboral (51%).
En los grupos focales, las experiencias que reportaron los jóvenes tendieron a ser negativas, ya sea por la exigencia, la inflexibilidad en los horarios, el salario, las condiciones de trabajo o el trato recibido por los adultos. El estudio señala que “lo que encuentran los jóvenes en sus trabajos es diferente a lo que esperaban, lo cual conduce a una frustración con el mundo del trabajo” y genera, además, “problemas de ansiedad” y “estrés”. Uno contó: “Mis experiencias laborales fueron horribles, me trataron mal en muchísimos trabajos”.
Aspiraciones
Las autoras —la economista para Uruguay del BID Marisol Rodríguez Chatruc y Belén Sotto Alonso— señalan que, aunque no todos los jóvenes van a poder lograr el trabajo que desean, las aspiraciones tienen consecuencias en sus trayectorias educativas y laborales. Plantean que, cuando tienen bajas pretensiones, esto puede llevarlos a elegir trayectorias educativas menos exigentes, derivando en “profecías autocumplidas”, un proceso que afecta en especial a estudiantes de entornos desfavorecidos.
La mayoría aspira a tener un nivel educativo superior al que alcanzaron al momento de la encuesta. Pero esas aspiraciones educativas son optimistas si se las compara con la realidad de los logros educativos de la población: el 67% de los jóvenes de 18 a 24 años quisiera obtener un título terciario o de posgrado en los próximos cinco años, pero en Uruguay solo el 7% de las personas de entre 23 y 29 años terminó una carrera universitaria, el 2% logró un título terciario no universitario, 2% finalizó magisterio o profesorado y el 0,3% acabó un posgrado. El trabajo y la falta de recursos económicos y de tiempo son las barreras más altas percibidas para el logro de las metas educativas.
La encuesta preguntó las aspiraciones laborales de los jóvenes uruguayos. El top ten de las ocupaciones más mencionadas lo conforman de profesional o técnico en el área de tecnologías de la información, docente, enfermero, emprendedor, administrativo, médico, cocinero, policía, oficios de construcción y contador. El estudio detectó diferencias por género: ser mujer incrementa la preferencia por ocupaciones con un interés social y disminuye aquellas enfocadas en la investigación y el emprendedurismo.
Estas aspiraciones se encuentran por encima de las oportunidades que ofrece el mercado. El 65% de los jóvenes de 18 a 24 años desearía tener en cinco años un empleo de alta calificación, pero la realidad muestra que solo el 20% de las personas de esas edades que trabajan ocupan puestos de ese tipo; lo contrario ocurre para los empleos de calificaciones media y baja, en los que trabaja casi el 60% y el 21%, respectivamente. Entre las ocupaciones de nivel medio, la brecha es particularmente elevada para los trabajadores de servicios y ventas: solo 10% de los jóvenes aspira a esta ocupación, pero en los hechos el 26% trabaja en esos rubros.
El trayecto hacia el puesto al que aspiran “podría ser complicado” dado que, para la mayoría, el trabajo actual no se parece a puesto deseado y, en la mitad de los casos, no se cuenta con “modelos a seguir cercanos”.
Por otro lado, según el estudio, la desmotivación y la falta de capital para poner un negocio propio surgieron como las principales barreras que los jóvenes identifican para cumplir sus metas laborales. “La combinación de aspiraciones altas respecto a la realidad combinada con escasos medios para alcanzarlas expone a los jóvenes al riesgo de frustrarse”, señalan las investigadoras.
Posibles acciones
Tras estas constataciones, el estudio cierra con varias propuestas de líneas de acción para orientar las políticas, que en ciertos casos ya están planteadas en el debate público.
Aconseja “asegurar trayectorias educativas” ofreciendo una educación “flexible, híbrida y modulable” que permita retener a los estudiantes en el sistema formal. “Uruguay está implementando muchas de estas políticas en su proceso de Transformación Educativa, que entre otras cosas incorpora un nuevo marco curricular. Es importante que estos esfuerzos sean sostenidos en el tiempo”, sostienen las especialistas del BID. Al mismo tiempo, proponen promover un diálogo “constante y efectivo entre todas las partes involucradas, incluidos los propios estudiantes, sus familias, docentes y empresas (...) para garantizar que la educación se adapte ágilmente” a los cambios en el mercado.
También sugieren que se dé acceso a información oportuna y adaptada a la edad sobre trayectorias educativas y profesionales, y sean orientados mediante mentorías o tutorías sobre la mejor manera de lograr sus objetivos.
Para abordar las barreras financieras, señalan que los instrumentos de fondeo orientados a la demanda, como becas o créditos estudiantiles, pueden promover de forma eficaz la equidad en el acceso a educación.
Para facilitar el acceso a las primeras oportunidades laborales profesionales, sugiere explorar la adopción de programas de “aprendices”, que consisten en un empleo que incluye una capacitación en el lugar de trabajo combinada con capacitación técnica externa para aprender una ocupación cualificada. Asimismo, los programas duales y de pasantías “pueden ser opciones eficaces en la formación de habilidades técnicas”.
Además de “desafiar los estereotipos de género, también es crucial —sostienen las autoras— destacar las oportunidades que tiene Uruguay de profesionalización y modernización de ocupaciones y oficios sociales en los que históricamente predominan las mujeres y a los que las mujeres jóvenes aspiran en sectores como la salud, el cuidado infantil, el turismo y la docencia”.