La charla fue una lucha por motivar a adolescentes que parecían ganados por el frío o la apatía. “¿Quién es el ministro de Economía? Dale, dale, es un veterano canoso...”, ayudó ella. Los jóvenes se miraron por algunos segundos en silencio y uno salvó al grupo: “Astori”, dijo sin mucha confianza.
De boina y sobretodo oscuro, Astori había recorrido la feria en la mañana del jueves 18 junto a la ministra de Educación y Cultura, María Julia Muñoz, y algunos jerarcas bancocentralistas.
Los animadores explicaron que el Ministerio de Economía y el BCU fijan un rango de inflación anual —ubicado actualmente en 3% a 7%— a modo de objetivo. “Hasta ahí es aceptable. No siempre podemos cumplir y se va a ocho u ocho y algo”, reconoció ella. En los 12 meses terminados en mayo los precios al consumo se incrementaron 8,41%.
Luego pasaron a conceptos más duros y comentaron que el BCU emite Letras de Regulación Monetaria para “retirar un poco de dinero circulante” buscando cumplir con ese rango meta de inflación. Ahí los muchachos parecían totalmente perdidos.
Sting y Bancaria.
En otro de los espacios de la feria estaban dispuestos tres tableros de básquetbol, cada uno con una inscripción (“ahorro”, “jubilación” y “consumo”) para embocar y disparar la lección. Un joven animador intentaba explicarles a un grupo de niños de no más de siete años la ventaja de ser trabajador formal para poder obtener una jubilación al final de la vida activa, mientras algunos lo escuchaban y el resto jugaban distraídos sobre unos puff de colores. Varios más prestaron atención cuando empezaron a regalar mochilas como premio a los que contestaban correctamente.
Sentados en ronda sobre una alfombra, un puñado de alumnos de una escuela pública escuchaban a un animador en otro stand que les describía los distintos medios de pago usando para ello unas maderas con dibujos. A Sting, uno de los niños, el muchacho le entregó la imagen de un cheque al portador y le explicó cómo endosarlo para comprarle algo “a tu novia”. Sus compañeros festejaron la broma y siguieron el juego-lección entretenidos. “Nadie los va a engañar ahora a ustedes con un cheque”, añadió el animador, mientras se quejaba del dolor en sus rodillas por estar hincado sobre el piso de adoquines.
Luego, con la tablita con la imagen de unas chanchitas en su mano, aconsejó: “Tienen que ahorrar, chiquilines, no se pueden gastar todo”.
Según la primera Encuesta Financiera de los Hogares Uruguayos, en 2011 casi uno de cada cuatro familias tenía ahorros depositados en bancos u otras inversiones financieras, en promedio. Pero ese porcentaje varía mucho según el nivel de ingresos: era de apenas 5,6% entre los hogares más pobres y alcanzaba a 41,9% entre los ricos.
Niños de un jardín de infantes aprendían del sistema del trueque jugando con canastas y frutas de plástico. “¿Vieron que es más fácil con el dinero? Por eso se inventó”, enseñaba un animador en otro stand.
Cerca de medio centenar de personas cumplen dicha función en estas ferias, en distintos horarios. La mayoría son muchachos —varios de ellos estudiantes de carreras como contador o economista— que provee la Asociación para la Educación Económica, una organización de docentes contratada mediante licitación por el BCU. También actúan como animadores funcionarios bancocentralistas y alguno que ya está jubilado.
Otro stand enseña a los jóvenes cómo funcionan los bancos. Es apoyado con recursos por instituciones normalmente en veredas opuestas —la Asociación de Bancos Privados del Uruguay, el estatal Banco República y el sindicato de empleados bancarios (AEBU) —, lo que Ana Caro, jefa de Comunicación Educativa y Extensión del BCU, marcó a Búsqueda como un hecho “histórico”. La condición es que no pueden hacer marketing en la feria.
“Vivir en Bancaria” propone mostrar de forma simplificada la forma como actúan las entidades financieras y cómo son controladas por el regulador. Dos grupos hicieron de bancos, dos muchachas asumieron el rol del BCU, los demás jóvenes actuaron como consumidores y la profesora, Daniela, hizo de shopping.
“Si la plata no les alcanza, ¿qué van a hacer?”, preguntó una de las animadoras. “Pedir crédito, ¡¡¡bieeeeen!!!”, festejó el acierto de uno de los muchachos con look plancha. “Y si sobra, ¿qué van a hacer?, ¿lo guardan abajo de un colchón?”, los desafió. “¡¡¡Noooo!!!, en el baaanco. Eso (guardarlo en el colchón) lo hacía mi abuela”, señaló la muchacha.
Mientras se organizaban los equipos de bancos y consumidores que jugaban bajo la carpa triangular simulando retirar dinero o pidiendo plata al banco, otra animadora luchaba por animar a las dos chiquilinas a cargo de la función supervisora del mercado: “¡¡¡Vayan a controlar!!! El BCU tiene que estar dando el ejemplo”, arengó. Pero, sin dejar de masticar chicle, una de las adolescentes decía con su cabeza que no se movería de su silla de plástico.
Tratar de introducir a un grupo de jóvenes al mundo bursátil pareció un sufrimiento para un animador de poco más de 20 años. “¿Tienen idea de qué es la Bolsa de Valores? ¿Alguien sabe?”, interrogó y esperó. Todos se miraban y, sin obtener respuesta, él optó por avanzar. Luego preguntó: “¿Alguien sabe qué es un Bono?... Nadie. Es el activo financiero más estable”, informó con menos paciencia. El frustrante ritual se repitió cuando quiso explicar qué es una acción —para lo cual usó el ejemplo de la empresa Yahoo!— y otros activos negociados en los mercados de capitales. Y sabiendo lo que le esperaba planteó sin mucha convicción: “¿Dudas? No”, y siguió adelante organizando un juego de inversiones en unas computadoras.
La “semilla” del ahorro.
El “Laberinto de decisiones económicas” ocupa todo un contenedor de carga. Es uno de los dos que adquirió el BCU para movilizar la feria por todo el país; el otro llega a pesar 37 toneladas cuando se llena con la estructura de las carpas, los juegos y el material educativo.
Un grupo de alumnos del Instituto de los Jóvenes, del Prado, se mostraba animado ante la propuesta: organizar un festival, para lo cual debían ir tomando decisiones mientras, entrando al laberinto, encontraban pistas que plantean desafíos. El director del colegio contó a Búsqueda que un profesor se enteró de la feria y que coordinaron fácilmente con el BCU para hacer la visita.
Se estima que unos 4.000 escolares, liceales, estudiantes de UTU y docentes participaron en esta vigesimosegunda edición. Provienen de barrios diversos; a los que tienen dificultades económicas para llegar, la organización les consigue el ómnibus.
Como la Bolsa de Valores (ex de Montevideo), los bancos privados, el República, el de Seguros del Estado y AEBU, las AFAP también apoyan un stand sin hacer publicidad explícita sobre su negocio. Lo más parecido a eso es un lápiz-resaltador con el nombre inscripto de las cuatro administradoras de fondos previsionales que, junto a unas libretas, folletines y lapiceras del BCU, los visitantes se llevan al irse como regalo en unas bolsitas.
En una carpa, un grupo de varones del colegio Seminario participaba de “Mundo econo$”, una propuesta sobre la administración de recursos económicos con juegos en las “ceibalitas”.
El “Responde preguntas”, un juego montado para que dos equipos contesten lo que aparece en una XO gigante, tenía unos pocos participantes cuando Búsqueda visitó la feria.
Otras actividades no se apoyan tanto en lo lúdico. Un par de funcionarios del Tesoro del BCU explicaba a un grupo de estudiantes las medidas de seguridad incorporadas a los billetes de $ 500 para hacer más difícil su falsificación, así como líneas en relieve en sus lados para que puedan ser reconocidos por no videntes. Un minimuseo numismático también forma parte de la feria.
Para medir los resultados de las actividades, antes de irse algunos visitantes responden un verdadero o falso en unas “ceibalitas”. En promedio, ese testeo muestra que la retención de conocimientos llega a 80%, y que 92% considera que lo que aprendió le será útil para su vida diaria. Según Caro, son cifras alentadoras y a su juicio comprueban que “combinar lo lúdico y lo conceptual atrapa la atención de los estudiantes”.
Como parte de su programa BCUEduca y en acuerdo con el Ministerio de Educación, el Central planea empezar a capacitar a grupos familiares a través de talleres. Ya hizo una experiencia piloto en Libertad, en San José. Allí se vio que se mantiene una “gran cultura del ahorro en Uruguay. Está la semilla, no se perdió”, dijo entusiasmada la coordinadora de las ferias.