N° 1951 - 04 al 10 de Enero de 2018
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáAntes de terminar el verano los políticos deberán negociar las designaciones de ministros al Tribunal de lo Contencioso Administrativo (TCA) y a la Suprema Corte de Justicia. En el transcurso de un año y medio habrá más de una vacante. La primera será el 31 de enero, cuando la ministra del Tribunal de lo Contencioso Administrativo, Alicia Castro, cumpla 70 años.
Si se pretende un acuerdo global, también deberían considerar las dos siguientes vacantes: el 21 de agosto Felipe Hounie cesa en la Corte por edad, y el 9 de setiembre de 2019 se jubilará Jorge Chediak por el imperativo constitucional de 10 años en el cargo. La vacante de Chediak puede parecer distante para un acuerdo político, pero se jubila un mes y medio antes de las elecciones de octubre, lo que puede generar incertidumbre sobre la futura correlación de fuerzas en la Asamblea General.
Los artículos 236 y 308 de la Constitución establecen respectivamente que los miembros de la Corte y del TCA requieren el voto de dos tercios de la Asamblea General. Si dentro de los 90 días de la vacante no hay acuerdo, debe ser designado el miembro de los Tribunales de Apelaciones con mayor antigüedad. En el caso de Castro el plazo para designar antes que ingrese alguien con antigüedad vence el 1º de mayo.
Desde 2012, cuando se logró un acuerdo político sin precedentes para dos cargos en la Corte y dos en el TCA (además de la designación del fiscal de Corte, Jorge Díaz) se ha considerado cambiar el sistema de designación. No en términos constitucionales, sino en cuanto a las reglas, las exigencias, el rigor y la transparencia. Las actuales negociaciones políticas son opacas y suelen estar teñidas de intereses partidarios o la presunta afinidad de los magistrados a partidos o sectores.
Se ocultan las diferentes posiciones de los partidos y también las razones técnicas y profesionales por las cuales algunos son elegidos y otros rechazados. ¿O hay que pensar que los rechazos son malos jueces o que sus condiciones personales no los validan? Todo queda librado a los rumores o a la imaginación, que suele ser perversa.
Algunas organizaciones de la sociedad civil y expertos en Derecho Constitucional y Derecho Público han reclamado mayor transparencia e incluso la comparecencia de los postulantes ante una comisión legislativa. Sostienen que el actual sistema de selección afecta las bases de la República. El especialista en Derecho Público, Daniel Ochs, lo dijo sin ambages: “Este estado de cosas se defiende merced a la manida idea del juez técnico, apolítico y desideologizado. Pero todo el mundo sabe que los fallos rezuman ideología, que no hay seres carentes de toda idea política”.
Agregó que por esa vía se le provoca un “daño” al sistema de Justicia porque hay un “debilitamiento de la confianza pública” ya que no se sabe por qué razón se designó a determinado jerarca. No lo dijo, pero tampoco se sabe por qué otros fueron rechazados. (Búsqueda Nº 1906)
El mecanismo para esas designaciones no está reglamentado; de eso los partidos abusan y operan entre las sombras mientras algunos jueces o sus amigos circulan por los pasillos o los despachos de los legisladores buscando aprobación. En consecuencia, se impone regular y hay derecho a pensar que si no se hace, por algo será.
En 2012 la decisión no fue complicada. Los partidos tenían dos candidatos para cada organismo y se pusieron de acuerdo: dos para vos, dos para mí. Se complicó luego, cuando el Frente Amplio propuso designar a Rosina Rossi en la Corte y blancos y colorados se plantaron firmes en contra. El gobierno presionó pero fracasó. Hace poco la Corte designó a Rossi como directora del Centro de Estudios Judiciales, cargo que ejercerá conjuntamente con el de ministra del tribunal.
El antiguo dicho inglés: “Un juez tiene que ser un caballero y si sabe derecho, mejor”, aunque machista, es acertado. Significa que un magistrado debe tener integridad moral, ética, honestidad y equilibrio —virtudes que se suponían en un caballero inglés—, y si sabía derecho, mejor. Era otro momento en la historia. Además de esas condiciones, hoy un juez debe tener capacitación permanente, cercanía con el contexto social, político y cultural, una redacción comprensible sin arabescos ni fiorituras y gran templanza y coraje, cada vez más necesarios en un país hiperpartidizado y con organizaciones sociales presionando.
El año pasado anoté una frase del presidente de la Asociación de Magistrados de Argentina, Luis María Cabral, que no es original, pero sí válida: un juez “debe ser la valla ante cualquier poder para asegurarle al individuo sus derechos”. Recordó además algo central: “los pobres no conocen sus derechos ni las vías para acceder a la Justicia” y la “discapacidad en el acceso a la Justicia será una de las claves del siglo XXI”.
Todo eso deberá ser considerado por los partidos al margen de sus sensaciones, presunciones o datos concretos sobre los jueces que puedan ser afines a sus posturas partidarias, que para la seguridad y estabilidad del sistema es lo que no importa.
Ahora veamos entre quiénes se tendrá que decidir. El listado siguiente responde a un orden decreciente en las antigüedades como ministros de los tribunales, pero los legisladores no tienen que ceñirse a esas antigüedades y pueden designar a otros.
La más antigua es Selva Klett y le siguen en ese listado: Luis Tosi, Tabaré Sosa, Eduardo Borges, William Corujo, Nilza Salvo, John Pérez, Luis María Simón, Ana Maggi, Doris Morales, Rosina Rossi, José Balcaldi, Ángel Cal, Mary Alonso, Alberto Reyes, Lilián Bendahan, Julio Posada, Nanci Corrales, Juan Carlos Contarín, María del Carmen Díaz y Alvaro França, entre los primeros 20.
Como nada obliga a los legisladores a seguir el orden de antigüedades, el designado puede ser cualquiera. Como en toda elección, siempre hay indicadores a considerar cuando impera el misterio. El rumor de nombres es uno de los indicadores. En ese sentido, el año pasado volvieron a circular los de Klett, Salvo y Simón. Como surge de la lista, Klett es la más antigua, mientras que Salvo y Simón ocupan los lugares sexto y octavo de la misma.