N° 1911 - 23 al 29 de Marzo de 2017
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEn la Argentina estatista, peronista y progresista, una empresa Pyme paga 32 tributos (entre impuestos y tasas). Los tiene que liquidar durante once vencimientos impositivos en veinte días hábiles por mes.
Esto conlleva una enorme carga de tiempo y esfuerzo que el empresario dedica a satisfacer al insaciable Estado, en vez de dedicarlos en satisfacer a sus clientes.
Así lo contaba días pasados el economista y empresario argentino Gustavo Lazzari, al ser entrevistado por su colega Javier Milei en Radio CUT1, ambos defensores del libre mercado, que viven denunciando los absurdos de una economía regulada e ineficiente.
Comentó que “por cada peso que pago de salarios, pago tres de impuestos”. El Estado es quien más desestimula el deseo de contratar empleados.
Dijo Lazzari: “En Argentina hay 850.000 pequeñas y medianas empresas. Si cada una tomara un solo empleado, en cuatro años se termina la desocupación y se reducen un millón de empleos públicos”. ¿Pero quién va a querer hacerlo bajo estas condiciones?
“Conozco muy bien a las pymes. Yo tengo una pyme. Mis clientes y mis proveedores son pymes. Y puedo asegurarte que todos tienen miles de proyectos para tomar gente”, señaló. Pero para que esto suceda “el Estado tiene que sacarnos tres mochilas: la impositiva, la regulatoria y los costos laborales no salariales”.
La otra gran traba son los “permisos”. “Para que llegue un kilo de pollo a tu casa, la cadena productiva del pollo hizo 160 trámites (entre diarios, semanales, mensuales y anuales), donde hay que pedirle cientos de permisos al gobierno (nacional o municipal)”. Por ejemplo, “los 16 permisos que tiene que tener (el camión) para que una bondiola cruce la General Paz a siete cuadras… pero para cruzar el Muro de Berlín te pedían cuatro”, relató.
Y ya lo dijo Tácito hace 2.000 años: Corruptissima Re Publica Plurimae Lege (cuantas más leyes tiene un Estado, más corrupto es).
A los uruguayos nos gusta jactarnos de que somos diferentes de los argentinos. Pero no tanto. Y si seguimos probando con las mismas y horrendas recetas del otro lado del Plata (subsidios, protección, monopolios, piquetes, populismo y exceso de regulaciones), nos pareceremos cada día más.