La FEUU y una de lobos y corderos

La FEUU y una de lobos y corderos

La columna de Gabriel Pereyra

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Nº 2085 - 20 al 26 de Agosto de 2020

Respeto y admiro a quienes luchan por sus convicciones. Entre mis amores más cercanos hay quienes militan en partidos que no me merecen confianza, y no veo eso como un fracaso en su educación, sino lo contrario, como un triunfo de que piensen con libertad. Pero nada es perfecto. Y una cosa es que respete el qué, y otra el quién, el cómo, el cuándo y, sobre todo, el por qué.

Cansa de obvio, pero es necesario: todos sabemos que tanto el PIT-CNT como otras organizaciones sociales son satélites de la izquierda, donde las batallas ideológicas que dan representantes de determinados partidos son las mismas que dan esos partidos dentro del Frente Amplio. Ese accionar ha sido cada vez más desembozado, hasta que llegó la convocatoria directa a votar por el Frente. El gremio de estudiantes universitarios (FEUU) es igual. Claro que con una diferencia: quienes militan en el PIT son los que en sus respectivos partidos toman las decisiones de fondo, mientras que quienes lo hacen en la FEUU provienen de las juventudes partidarias, que por más participación que le den, van a la cola. Pero luego llevan esas posiciones a la militancia gremial.

Lo insólito es que, quizás de la mano de una terrible degradación de la educación, de una degradación social, esos militantes que deberían estar mejor informados que el resto hagan gala de una tremenda ignorancia a la hora de escribir las proclamas. Pero lo peor de eso es que, sabiendo, como saben, o al menos como sospechan, los principales dirigentes de ciertos partidos de izquierda sobre las posibles acechanzas que se ciernen sobre la democracia, y ya que les bajan línea, no formen e informen a estos militantes juveniles para que lo que puede parecer en principio una mera exposición de su ignorancia no se transforme en un peligro institucional.

Estoy dando por sentado que la mayoría de quienes participaron en marchas como las del fin de semana reclamando por presupuesto educativo lo hicieron de buena fe, quizás sin conocer la proclama, pero de esa masa poco crítica también se valen estos militantes.

Fíjense el dislate de esta proclama, como para no cuestionar que los muchachos solo repiten consignas hechas y vetustas.

“A vos te puso el Fondo (Monetario), cuquito botón. Te vendés a los yanquis, entregás al país, sos un hijo de yuta, te tenés que ir”.

Por respeto a la institucionalidad y a la verdad histórica: a Luis Lacalle Pou no lo puso el FMI, sino la mayoría de los uruguayos.

“¿Quién define los salarios, el gobierno o el FMI?”. Ya que los muchachos no leen ni los diarios, sus mayores militantes deberían, en su formación de cuadros, contarles que un logro del Frente Amplio fue pagar la deuda con el FMI. Uruguay no le debe al FMI y por tanto este no puede poner condiciones. Sería cómico si no fuera lamentable.

“Sin policías vamos a vivir mejor”. Es bastante ya que los muchachos de ciertos barrios periféricos y sus familias paguen para que estos militantes vayan a la Universidad sin chance de ir ellos, pero ¿por qué no les preguntan si vivirían mejor sin la Policía en esos barrios tomados por la delincuencia?

“La Policía de Uruguay con una gorra y una chapa defiende a los que tienen plata mientras el pueblo va a prisión”. ¿Quién va a prisión? ¿Son el pueblo los narcos que destrozan la vida de jóvenes que no tuvieron tanta suerte como ellos? Cuánto desprecio por el pobre.

Y acá entramos en un capítulo muy delicado: si algunos dirigentes frenteamplistas piensan, como están pensando, de qué es lo que puede ocurrir si las tensiones sociales no se manejan con tino, deberían informárselo a sus jóvenes militantes, salvo que quieran que, como ocurrió hace medio siglo, los estudiantes sean carne de cañón de los errores cometidos por los mayores.

Dijo la proclama: “Aunque tengan los bastones los vamos a hacer correr. (…) Un bicho muy asesino los milicos asesinos de los pobres, alcahuetes de los ricos. (…) Bombas, bombas, bombas y explosivos, hay que desmantelar el aparato represivo. (…) Como dijo Guevara (en 60 años no surgió ningún otro líder, Mandela por ejemplo, que rime en la consigna), en cualquier continente vamos a dar batalla (…). Las balas que vos tiraste van a volver y, sí señor, le vamos a llenar de ratis el paredón”.

Lo más insólito es que, según me contaron, la FEUU pidió al PIT que en la marcha hubiera militantes de “autodefensa” ante la posible presencia de provocadores. En privado temen la violencia, lo cual es normal y está bien, y en público la alientan.

Sectores de la izquierda creen que hay que mantener lo más posible a Jorge Larrañaga en el cargo de ministro del Interior porque, dicen, lo que viene será peor. Estos dirigentes del Frente, del PIT, creen que hay sectores de la derecha que apuestan a la desestabilización y a utilizar a la Guardia Republicana, no para combatir narcos, sino para controlar el orden público. Es decir, tenerla lista para cuando surja el descontento callejero y, a estar por la consigna de la pasada semana, violento.

Sabiendo eso, y ya que sus menores repiten consignas explosivas y guevaristas en un mundo que ha cambiado, podrían haber incidido, ahí sí, con un sentido responsable, para frenar esas consignas cargadas de violencia. Decirles, por ejemplo, “¿Nos piden seguridad y ustedes alientan un clima de inseguridad?”

Al final, debo pedir perdón por tratar en redes sociales de “burros” a los muchachos que parecen no solo no tener idea del pasado, sino también del presente. No es intolerancia, es impotencia.

Me abruma la pena, porque tengo profundos amores entreverados en estos dislates, y precisamente porque tengo allí sentimientos personales, me abruma mucho más el temor por lo que se puede esperar de la paz social y de la democracia si estas consignas incendiarias se repiten. La izquierda vuelve al inveterado infantilismo y cierta derecha se refriega las manos. Porque, como dice el poeta popular, mientras caminan de un lado a otro “viejos lobos que hoy estrenan nuevas pieles”, los jóvenes serán, como en toda época, la carne de cordero tan dispuesta al matadero, una vez más, por consignas antiguas, falsas, risibles, si no fuera que a su sombra acecha la tragedia.