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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáHe leído recientemente en la prensa un informe sobre la situación de la adopción en el Uruguay.
Grande fue mi indignación cuando tomé conocimiento de que existen 3.400 niños que esperan ser adoptados y 300 familias que quieren tener un hijo. La ley, que no se cumple, establece que los menores de 2 años no pueden permanecer más de 45 días internados en una institución y los mayores, no más de 90. Sin embargo, el plazo se prolonga hasta 4 años. El motivo: la falta de asistentes sociales y psicólogos en el INAU debido a la baja remuneración que se ofrece para desempeñar estas funciones.
Dada la situación descripta, parecería que los gobernantes, las autoridades correspondientes, los legisladores no comprenden que la adopción es un derecho humano fundamental tanto para el niño abandonado como para la pareja que pretende concretar el deseo de todo ser adulto normal de compartir con alguien que le continúe lo que ha logrado con sus propios procesos de maduración, con sus gratificaciones y frustraciones, éxitos y fracasos, alegrías y tristezas…
Justamente es en este marco que se encuadra la adopción de un niño abandonado. Esta aparece como la interface, como el punto crucial entre dos necesidades básicas y mutuas: las de alguien que necesita sostener, proteger y transmitir su bagaje espiritual, emocional y cultural con alguien del otro lado que justamente necesita eso, que es la panacea para desarrollarse como persona.
La adopción es un acto de justicia estricta: todo niño tiene derecho a pretender un nombre en este mundo, el calor y la alegría de una familia. La adopción es, por lo tanto, un acto de amor.
Aunque el deseo del hijo sea el mismo, es fácil comprender por qué la adopción es más difícil de vivir que la gestación. Las fases de coraje no se superponen con las de entusiasmo por la decisión tomada, lo cual entraña considerable temor y angustia. Estos sentimientos se ven acentuados por los inconcebibles largos trámites y esperas que implica el proceso. De ahí que sea un acto más voluntario que la concepción y requiere una determinación más firme que la procreación.
Los lazos de sangre son, con frecuencia, un mito, como lo demuestra el alto índice de abandono entre las madres biológicas de nuestro medio. Tanto el abandono extrafamiliar como el abandono intrafamiliar.
Se ha demostrado que no existe ninguna mujer que nazca siendo madre y ninguna mujer que sea madre solamente por la concepción. La maternidad, como la paternidad, es un proceso que, si bien se inicia en nuestros sueños y realidades previos, se desarrolla verdaderamente cuando el niño llega al hogar, cuando cuidamos de su crecimiento y desarrollo, admiramos sus logros, disfrutamos sus triunfos, comprendemos y aceptamos sus fracasos.
Para el niño abandonado solo cuenta el hecho de ser amado y son los que aman los que llevan el título de padres. Los lazos así creados son los mismos o más poderosos que los que unen a la familia biológica, pues la sangre no une más que por el amor, y no hay familia sin lazos de amor.
Si todos los seres humanos nacen iguales en dignidad y derechos, el gobierno debe adoptar medidas positivas para que se cumpla la ley de adopción, que determina el destino de un alto número de niños uruguayos importantes para nuestro futuro como país.
Alberto Sitkewich
Especialista en Salud Pública
Médico pediatra