N° 2031 - 01 al 07 de Agosto de 2019
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáHace no tanto, antes de que se comenzaran a usar de manera extensiva conceptos como fake news o “posverdad”, a la tarea de verificar las informaciones que se publicaban en prensa se le llamaba fact check o fact checking. Esto es, la verificación de los hechos que estaban detrás de la noticia. Obviamente, esta revisión, esta verificación, tiene sentido en aquellas noticias que aluden a hechos verificables. Los artículos de opinión quedaban por definición fuera o, en todo caso, bastaba con revisar la veracidad de los escasos datos en que se apoyaban esas opiniones.
En medio de la creciente ola de desinformación que vivimos y que se debe en buena medida a la pérdida de peso del periodismo tradicional en la circulación de información, es cosa buena intentar verificar los hechos y la veracidad de las noticias. Sin embargo, hay que tener claro que una cosa es querer desmantelar fake news y otra verificar los hechos que trae una información. El fact checking es una política interna de algunos medios como forma de garantizar al lector la veracidad y precisión de la información que se le ofrece. Las fake news en cambio, son resultado del peso cada vez menor que tienen los medios tradicionales en la difusión de la información. Son consecuencia de un universo informativo en el que cualquiera puede subir un video, un texto, sin contraste alguno y, esto no es menor, sin tener la mínima intención de informar en el sentido tradicional. Las fake news tienen la intención de ser lo que efectivamente son: desinformación pura al servicio de alguna causa, la que sea.
Es justo en ese contexto que surgen iniciativas como Verificado.uy. Un colectivo de medios de prensa, academia y profesionales que se plantea combatir las fake news y que se propone hacerlo en dos zonas: “Rumores desperdigados en redes sociales” y “Contenidos del discurso público (declaraciones de políticos, aspirantes a puestos de gobierno y gobernantes)”. Sobre sus métodos, apunta: “En el proceso de verificación buscamos la fuente de la publicación valiéndonos de herramientas digitales tales como la búsqueda inversa o la geolocalización para contrastar lo que se dice con la información disponible”. El problema es que, aun cuando se pueda acudir a unos hechos para intentar desmontar un rumor, es muy difícil hacerlo desde una perspectiva neutra o aséptica.
Un ejemplo reciente: ante las declaraciones del diputado del Partido Nacional Carlos Iafigliola de que con la nueva Ley Integral para las Personas Trans, los menores podían cambiar de sexo en contra de la opinión de sus padres, Verificado.uy analizó los rumores, contrastó con la ley y concluyó que “es falso que los menores de edad pueden cambiar de sexo sin autorización de sus padres”. Sin embargo, en la explicación que ofrece Verificado.uy, puede leerse “en el caso de que los menores de edad no cuenten con el aval de sus representantes legales, se debe recurrir a los artículos 110 el Código Civil, al 404 del Código General del Proceso y a los artículos 8 y 11 bis de la ley 17.823. En ellos se detalla el procedimiento que debe transitar el interesado para que un juez sea quien defina los pasos a seguir. La Justicia es, en última instancia, la encargada de aprobar o denegar el cambio de sexo y/o nombre”.
Es verdad que el mecanismo de recurrir a la Justicia en casos donde el menor tiene una posición diferente a la de sus padres ya existe en Uruguay. Pero en este caso y en ausencia de una ley específica, la decisión sobre el uso de hormonas por un menor a efectos de cambiarse el sexo era hasta ahora competencia exclusiva de los padres. A partir de la nueva ley y a pedido del menor, el Estado interviene. Eventualmente, y si así lo estima conveniente el dispositivo que dispone el Estado, el menor podría efectivamente recibir hormonas aunque sus padres estén en contra.
Aquí no discuto si esto es bueno o es malo. Lo que me interesa señalar es que aunque se haya concentrado en contrastar datos, Verificado.uy incluyó en su conclusión también una lectura de la situación. Podría haber dicho que el planteo de Iafigliola era inexacto, pero de ninguna manera parece ajustado afirmar que “es falso que los menores de edad pueden cambiar de sexo sin autorización de sus padres”. Tengo la impresión de que en su intención de desarmar una fake new claramente desinformadora, Verificado.uy terminó pecando de aquello que intenta combatir: introducir un sesgo en sus conclusiones.
Otro ejemplo que sirve para ver cómo también a los medios “serios” se les cuelan fake news y no por falta de hechos para contrastar: en 2017 un medio alemán publicó un artículo sobre el músico Morrissey en donde lo acusaba de defender violadores y pederastas. Haciéndose eco de esa información, usando unas supuestas declaraciones del cantante, sin verificarlas con él o con el medio de origen, la BBC tituló “Morrissey defiende a Kevin Spacey y a Harvey Weinsten”. Quince días después, el medio público británico de referencia publicaba unas declaraciones de Morrissey en donde negaba haber hecho eso. Tras hacerse pública la entrevista original, quedó claro que el artista británico no había defendido ni a Spacey ni a Weinstein. El titular de la BBC fue entonces algo así como “Morrissey estudia iniciar acciones legales contra el medio que tergiversó sus declaraciones”. Sin pedir disculpas al artista, sin retirar su primer artículo de la red (ahí sigue), en ningún momento la BBC se consideró parte de la desinformación y menos de haber sido la principal caja de resonancia del caso. Ellos habían comprado carne en mal estado, pero eso era problema de otros.
¿Qué intento decir con este ejemplo? No que la BCC sea un medio irresponsable y soberbio (aunque un poco sí), sino que en este caso sus anteojeras ideológicas estuvieron siempre y en todo momento por delante de los hechos. Dado que existe un consenso bastante amplio de que lo que supuestamente había hecho Morrissey era detestable, su principal preocupación fue anotarse un poroto en esa cruzada al ritmo del clickbait y de generar tráfico en su página web, antes que cumplir con las mínimas responsabilidades que se le suponen a un medio de referencia. Con todo el poder configurador que tiene (o tenía) sobre la opinión pública. Estar del lado luminoso de las cosas a veces nos hace cometer errores. Pero, dado que somos los buenos, eso es un daño colateral, un detalle obviable. Y que se apañe Morrissey.
Por mejores que sean las intenciones de una tarea, nunca están por encima o son ajenas a la discusión ideológica. La propia definición de esas intenciones es ideológica y debe estar sujeta a debate. Ni el fact checking ni iniciativas como Verificado.uy pueden escapar a esa lógica. En el mundo de los hombres, sus ideas, sus leyes, no existe un punto exterior desde el cual pararse, mirar los hechos y reseñarlos asépticamente. En todo caso, podemos intentar construir aproximaciones a ellos a través del uso de información contrastada y el debate sobre esta información. Pero por descontado que lo haremos siempre sin la menor garantía de éxito.