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    La chica de negro

    Better Things, una serie de Pamela Adlon

    Sam Fox (Pamela Adlon) fue una intérprete infantil que en la vida adulta trabaja principalmente como actriz de doblaje mientras se apunta a todo casting al que pueda asistir. Bajita, carismática, inteligente, amorosa, peleadora, vital, Sam está llegando a los 50, se viste como Patti Smith y dispensa puteadas con ajustada precisión. Vive en Los Ángeles y cada vez se le hace más difícil conseguir trabajo en Hollywood. Mientras tanto, las chicas —a quienes les habla apelando a la expresión “dude”, que es una forma de decir “amigo”— crecen. Sam tiene una voz rasposa que a veces es sensual, a veces amarga y otras bastante graciosa. Está divorciada de un señor cuya presencia es casi espectral. Y es madre de tres. Como ella y como su madre Phil (Celia Imrie), sus hijas tienen nombres comúnmente asociados a los varones: Max (Mikey Madison), Frankie (Hannah Alligood) y Duke (Olivia Edward), la menor.

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    Actriz, escritora y directora, Adlon ha trabajado en Louie, la serie autobiográfica creada y protagonizada por Louis CK, socio creativo y amigo de la actriz, escritora y productora, y quien la impulsó a llevar adelante su propia ficción. En la creación de Better Things, contó Adlon, primero pensaron que Sam debería tener un trabajo y vida diferentes a ella. “Pero finalmente tomamos los huesos de mi propia vida para hacer una historia más entretenida que pudiéramos contar”, confesó. “Soy actriz, hago voces y animaciones, y también salgo en cámara. Al mismo tiempo también tengo tres hijas y una madre inglesa que vive en la casa de al lado. Partimos de ahí, con los puntos en común, usando y deformando experiencias mías con mis hijas, pero también las vivencias de amigas y gente conocida. Y así armamos la trama”.

    La rúbrica de CK subyace en algunos rasgos de esta notable producción, cuyos capítulos no sobrepasan los 20 minutos. La mirada filosa de Louis está en la precisa observación de las dinámicas de las relaciones humanas, en cómo se presenta el detrás de escena del mundo del espectáculo y en el retrato despiadado —sin ningún subrayado— de las criaturas que forman parte del negocio del cine y la televisión.

    Los hechos acontecidos fuera de la ficción no son alentadores respecto a la longevidad de la serie, que en 2017 culminó —y de manera gloriosa— su segunda temporada. Tras admitir que tuvo una conducta sexual inapropiada, tal como se lo ha denunciado, Louis CK, productor y autor de los guiones, fue despedido del programa. Adlon dijo sentirse “devastada” y “en shock” después de que su amigo y compañero creativo admitiera un “comportamiento aborrecible”. Si bien los guiones están a cargo de CK, todos los episodios de la segunda temporada, que finalizó en setiembre por FX, aunque puede hallarse por otras vías, están dirigidos por Adlon, que también ha sido coguionista de algunos de esos capítulos.

    Sensible, emocionante, existencialista, cáustica, desfachatada y, sí, brillante, Better Things pasa con notable frescura de lo triste a lo absolutamente divertido, en la espontánea convivencia entre drama y comedia. Y a menudo dentro de una misma escena. A veces el humor, el paso de comedia, se cuela en una situación que en la superficie parece bastante dramática o lo bastante seria como para dejar las risas de lado. Aunque quizás es al revés.

    “Me gustan los pequeños detalles, todo lo que veo me inspira, y además he sido capaz de contar historias toda mi vida”, explicó Adlon. “Me gusta la comedia negra, pero que también tenga un montón de sentimientos”. Y se nota.

    Lo sensacional —y lo más difícil de explicar— de Better Things no es su condición de dramedia, sino la profundidad a la que llega sin mostrarse ni anunciarse como una comedia dramática profunda y emotiva que toca Grandes Temas. Porque lo que esta serie hace magníficamente bien es escenificar esos momentos que, por obvios, repetitivos o demasiado cotidianos y, sobre todo, demasiado pequeños, se vuelven invisibles, medioambientales, a pesar de que en ellos, entre el barullo, el caos, la confusión y una cantidad de tareas que deben cumplirse, se condensan algunos de esos Grandes Temas.

    La vida dejó de ser una fiesta hace mucho tiempo y en algún momento pasó a ser un trabajo o una alternancia de trabajos. El trabajo —y no el hogar— es un refugio. El hogar es un trabajo en sí mismo.

    Para Sam, buscar trabajo es parte de un trabajo. Y en esta realidad, una de sus hijas habla sobre sexo con una desconcertante soltura, otra se viste como niño y es enviada a casa desde el colegio luego de haberse metido en el baño de varones. Uno empieza a comprender a sus padres cuando cree que intenta ser mejor que ellos. O cuando una hija aparece con un novio bastante —bastante— mayor. O cuando acepta que los hijos viven en un mundo más grande que en el que viven los padres. En una escena breve, con pocas frases, algún silencio y ciertas miradas entre un grupo de amigos se genera un arco de sentimientos que va de la envidia y el rencor, al cariño y la compasión. Y aunque no es el foco, están ahí, siempre: los claroscuros de la maternidad. Hay algunos hermosos momentos en los que los diálogos son innecesarios, como ese en el que madre e hijas van en la camioneta escuchando y cantando Only Women Bleed, de Alice Cooper. Allí están esos asuntos y esos sentimientos que a veces son difíciles de ver o difíciles de explicar. Y aunque algunos personajes busquen, como es natural, explicaciones o culpables en lo que sucede, con inteligencia, sutileza y sensibilidad, Better Things no explica nada: observa.