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    La cuarta Gran Pirámide

    No es broma

    En el Antiguo Egipto se sucedieron, a lo largo de los siglos, muchas dinastías. Entre los años 2575 y 2465 a. C. existió la Cuarta Dinastía, en unos tiempos de paz y calma social, pocas guerras, progreso y desarrollo, y muchos proyectos concretados.

    Fue en esta época en la que reinaron los faraones Keops, Kefrén y su hijo Micerino, a quienes la humanidad les debe la construcción de las tres Grandes Pirámides de Giza.

    Pero no es novedad que día a día se registran descubrimientos que ponen de relieve datos, documentos y excavaciones arqueológicas que siguen develando los misterios de aquellos tiempos tan fascinantes y llenos de sorpresas.

    Es así que recientes investigaciones del arqueólogo británico Lord Gabriel Gurmendy, de la Universidad de Oxford, han llegado a detectar la (hasta ahora) desconocida existencia de una cuarta Gran Pirámide, misteriosamente desaparecida.

    Esta majestuosa edificación se encontraba casi en las afueras de Giza, en una popular zona llamada Villaespañolak, habitada por obreros y campesinos del Antiguo Egipto.

    Según surge de las investigaciones de Lord Gurmendy, la construcción de la cuarta Gran Pirámide fue fruto de la inspiración y la determinación, así como del espíritu emprendedor de una faraona de aquella época, cuyos rastros también se pierden en la noche de los tiempos.

    Se trataría de Carolinakossek I, una polifacética sacerdotisa y faraona que habría emprendido numerosos proyectos a lo largo de su reinado, pero de los que curiosamente tampoco han quedado rastros.

    Carolinakossek I era bella y valiente. Se enfrentó a lo largo de su vida y de su reinado a numerosos sacerdotes y generales de su época, que le criticaron sus proyectos, a los que —según dicen los papiros desenterrados por Lord Gurmendy— les asignaba presupuestos faraónicos.

    —¿Y qué quieren que haga, si yo soy faraona? —dice uno de los papiros exhibidos por el investigador británico en una reciente conferencia de prensa celebrada en la Torre Oxford, una nueva construcción de la antigua universidad del Reino Unido—. Le damos para adelante con la pirámide —prosigue la faraona— que algún día guardará mis restos para la posteridad y la eternidad.

    Del documento surge que los dos directores de la magna obra fueron dos sacerdotes de su confianza: Socialistok y Comunistek, quienes además reunían a grandes grupos populares que respaldaban a la (a veces y con frecuencia criticada) faraona. Había otro sacerdote, que había impulsado a Carolinakossek I al comienzo de su vida pública, el Gran Visir Pepemujik el Único, pero que cuando empezó la construcción de la cuarta Gran Pirámide, le retiró todo su apoyo.

    A medida que avanzaba la obra, la faraona no escatimaba los ingentes gastos que la misma requería. De Babilonia se trajeron plumas de pavo real para ornar las salas de las reliquias, de Grecia vinieron estatuas de mármol y de bronce, de la Mesopotamia y a lomo de camello se transportaron las finas tallas de marfil con bajorrelieves de luchas entre leones y guerreros, los ebanistas del bajo Nilo tallaron para la obra los más refinados tronos con cabezas de halcón y de zorros salvajes. Los escultores de Tebas dieron forma a las estatuas de los dioses del Olimpo egipcio, así como a las estatuas de cuerpo entero de la faraona, ornada de coronas de oro y piedras preciosas.

    Los constructores de la pirámide le reclamaban continuamente más y más fondos para hacer frente a los ingentes gastos que insumía la obra, y la faraona les facilitaba todo lo que pedían, sin escatimar montos y volúmenes.

    Algunos de los sacerdotes más sensatos del Imperio no callaban sus críticas. Otro de los papiros desenterrados por Lord Gurmendy recoge las duras afirmaciones hechas en el Consejo Mayor del Sacerdocio por el Visir independiente Pablomieretek, en el que dice que los gastos sin explicación, sin fundamento y, lo peor, sin financiación que están siendo destinados a la cuarta Gran Pirámide le causarán serios problemas al Imperio, y hasta pondrían en riesgo la permanencia de la faraona al frente del gobierno.

    Pero Carolinakossek I se reía de estos negros augurios, y mandaba a los visires de las finanzas a extraer más lingotes de oro de las bóvedas del tesoro de los faraones anteriores, que habían hecho de la austeridad la norma de sus administraciones, dedicándole a la construcción de las pirámides tan solo los fondos presupuestados para ese fin.

    A lo largo de la conferencia de prensa de Lord Gabriel Gurmendy, los periodistas asistentes le formularon toda suerte de consultas relativas a los extraordinarios perfiles de su descubrimiento, las que él respondió en la medida que los papiros lo permitían, pero sin duda iban quedando por el camino muchas preguntas sin respuestas. Todo el episodio de la faraona desaparecida sin dejar rastros y de la cuarta Gran Pirámide de la que no había ni la menor pista, habían causado el comprensible clima de misterio en torno a estas desconcertantes revelaciones.

    Ya en el cierre, uno de los periodistas le preguntó al arqueólogo e investigador cómo se explicaba el supremo misterio de la desaparición de la pirámide.

    —Bueno —dijo Lord Gurmendy—, de esto tenemos al menos una pista bastante creíble. Al igual que los castillos que los niños hacen en las playas, un buen día la pirámide desapareció, debido al material con el que estaba construida.

    —¿Y cuál era ese material? —inquirió el periodista.

    —Antelarena —replicó Lord Gurmendy.