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“A veces cuanto más real es un hecho tanto más inverosímil parece”, dice un personaje de El idiota (1869), novela del gran escritor ruso Fiódor Dostoievski (Moscú, 1821-San Petersburgo, 1881). Esa frase adquirió en estos días un nuevo significado cuando se supo que la Universidad Milano-Bicocca de Italia había pensado suspender un curso destinado a Dostoievski por la posible polémica que podría causar entre los estudiantes debido a la guerra en Ucrania. En un video subido a Instagram, el profesor Paolo Nori, a cargo del curso, mostró su asombro y se preguntó: “¿Ser ruso es un problema? ¿Incluso siendo un ruso muerto? (…). Deberíamos hablar más sobre Dostoievski. O sobre Tolstói, el primer inspirador de los movimientos no violentos”.
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Las críticas que recibieron las autoridades de la universidad fueron tantas que la medida no se llegó a tomar, pero el hecho quedó ligado a una catarata de cancelaciones de obras, espectáculos y artistas rusos en ciudades occidentales. Una realidad inverosímil, diría el personaje de Dostoievski.
Las cancelaciones más notorias son al Ballet Bolshói, la compañía estatal más prestigiosa de Rusia. El Teatro Real de Madrid suspendió La bayadera, del compositor austríaco Ludwig Minkus,que el Bolshói ofrecería en mayo en su escenario; lo mismo decidió el Royal Opera House de Londres, mientras que en Irlanda y Grecia se prohibió la proyección a los espectáculos grabados de El lago de los cisnes, con música de Tchaikovsky. A esto se suma la presión al maestro Valery Gergiev y a la soprano Anna Netrebko (cercanos al presidente ruso Vladímir Putin) para que se pronuncien sobre la invasión de su gobierno a Ucrania. A Gergiev, director del Teatro Mariinsky de San Petersburgo, se lo amenazó con perder su trabajo como principal director de la Filarmónica de Múnich si no se distancia públicamente de la invasión rusa a Ucrania.
Los ejemplos son varios y se han replicado en varias ciudades occidentales, mientras se enciende un debate sobre el lugar que ocupa la cultura y si es válido castigar a los artistas por las acciones de sus gobiernos, sobre todo en época de guerra.
Stefan Lano, compositor y director artístico y musical de la Orquesta Sinfónica del Sodre (Ossodre), se mostró descorazonado frente a esta situación. “La palabra asustado no es suficiente para lo que estoy sintiendo”, le dijo a Búsqueda en conversación telefónica. “En varias partes del mundo se está mezclando la política con asuntos culturales. No se puede cancelar una cultura. Gergiev no tiene nada que ver con lo que está pasando, ni Anna Netrebko ni Tchaikovsky ni Dostoievski.
Lano piensa programar la mayor cantidad de conciertos de música rusa que le sea posible para 2023. “No me puedo imaginar que alguien en Uruguay vaya a estar en contra. Cancelar la cultura rusa, su música, su ballet, la literatura explica por qué el mundo está en una situación tan trágica”.
Para el director, quienes suspenden obras y artistas rusos apuntan “fácilmente” a Putin, pero considera que la situación política en la región es mucho más compleja y que quienes están cancelando artistas la ignoran. “La ignorancia de algunos políticos me deja sin palabras. Hay gente sufriendo en Ucrania que es un horror, y la única responsabilidad que tienen los políticos es mantener la paz militar y económica en el mundo. Ni siquiera son capaces de hacer eso y piden nuestro respeto todos los días. El respeto de este director no lo tienen”.
En Rusia sí hubo pronunciamientos de artistas contra la guerra en Ucrania. El domingo 6 el director musical del Bolshói, Tugan Sokhiev, anunció su renuncia. “Frente a la imposibilidad de elegir entre mis queridos músicos rusos y franceses, he decidido dimitir de mis funciones como director musical del Teatro Bolshói de Moscú y de la Orquesta Nacional del Capitole de Toulouse con efecto inmediato”, dijo en un comunicado. A su renuncia siguieron la de otros bailarines, como Jacobo Tissi y David Motta Soares, primer bailarín y primer solista del Bolshói, y Xander Parish, primer bailarín del Ballet Mariinsky, y Victor Caixeta, segundo solista del mismo ballet.
Uruguay no cancela
El Ballet Nacional del Sodre (BNS), bajo la dirección de María Noel Riccetto, tiene en su programación varias obras de autores rusos. En abril se estrenará Pájaros de fuego, con música de Igor Stravinsky; en agosto, Raymonda, de Aleksander Glazunov, y en diciembre El lago de los cisnes, con música de Tchaikovsky.
“No tenemos pensado cancelar nuestra temporada”, dice, rotunda, Riccetto a Búsqueda. “Yo veo al artista y su obra, no su nacionalidad. Si empezamos a cancelar a artistas rusos nos quedamos sin repertorio. Además se comete una injusticia hacia coreógrafos, directores y bailarines que se formaron toda la vida para ejercer su arte y viven de su arte. Me apena la situación que se está viviendo, tanta gente involucrada que sufre cuando muy pocos toman las decisiones”.
Sobre las renuncias de algunos directores o artistas, Riccetto dice que cuando es una decisión personal la respeta. “Cuando un director, artista, coreógrafo o bailarín lo decide, lo celebro. Pero es diferente cuando hay una presión política. Por ejemplo, Alexei Ratmansky canceló su obra en el Bolshói, pero es su obra”. Ratmansky dirigió el Bolshói desde el 2004 al 2008 y renunció al estreno de El arte de la fuga en marzo en Moscú en rechazo a la guerra en Ucrania.
Riccetto recuerda las variadas nacionalidades que tienen los cuerpos de baile, incluso el del Sodre. “Estuve años en el American Ballet de Nueva York y convivíamos bailarines de varias nacionalidades. Se habla tanto de tolerancia y ojalá esa palabra fuera ahora la bandera”.
Hoy, jueves 10, el BNS estrena Giselle con coreografía de Sara Nieto y música interpretada por la Orquesta Sinfónica del Sodre y dirigida por Martín García. “Nieto fue la coreógrafa de Giselle en 2010 cuando se creó el BNS. Estoy muy contenta de que esté nuevamente con nosotros y con el resultado de este ballet que es maravilloso”.
Por su parte, la Orquesta Filarmónica estrenará en mayo Cuadros de una exposición, del compositor ruso Modest Mussorgsky, que dirigirá Martín García en homenaje al maestro Federico García Vigil, porque era una de sus obras favoritas. También en mayo, en el Teatro Solís se reestrenará El Capote, una adaptación de la nouvelle de Nikolái Gogol, dirigida por Pablo Albertoni, Richard Riveiro y Fabiana García.
Mientras esto sucede en Uruguay, las cancelaciones a la cultura rusa continúan en otras latitudes. La Academia de Cine Europeo eliminó todas las películas rusas de los premios de este año, y la Filmoteca de Andalucía decidió no exhibir Solaris (1972) de Andréi Tarkovski, director que fue perseguido por las autoridades soviéticas en época de la URSS. En su lugar, está proyectada la versión estadounidense de la película. “A veces algo ocurre y dejo de soñar”, dice un personaje de Solaris, y parece que lo estuviera diciendo hoy.