Sr. Director:
Sr. Director:
Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acá“La creencia de que podemos contar con accesos directos a la felicidad, la alegría, la comodidad y el éxtasis, en lugar de trabajar estos sentimientos con el ejercicio de las fortalezas y virtudes personales, conduce a legiones de personas que, en medio de una gran riqueza, están hambrientos espiritualmente”. Martin Seligman
A todos nos ha pasado de estar muy compenetrados en alguna actividad que nos apasiona. Perdemos la noción del tiempo y pasamos largo rato, incluso el día, dedicados a esa tarea. Las actividades varían desde pintar, escribir, bailar, practicar deportes, tocar algún instrumento, “trabajar”, leer o jugar a videojuegos. Ese estado de involucramiento total en una actividad es conocido como “fluir”, como le llamó Mihaly Csikszentmihalyi (Csikszentmihalyi, Mihaly. 1997. Fluir _ Flow _ Una psicología de la felicidad. Barcelona. Editorial Kairós S. A.).
¿En realidad qué es lo que nos sucede? Al ejecutar dichas actividades que nos deleitan, aumenta la atención selectiva a esa tarea que nos hipnotiza. Se pierde la noción del tiempo, e incluso de uno mismo. Como consecuencia de este impacto positivo, disminuye la ansiedad y el estado de alerta. Cuando se ingresa en un estado de flow, “se ingresa en una especie de realidad alternativa”, Mihaly Csikszentmihalyi dixit. También se puede experimentar una enorme claridad mental, que determina saber lo que hace falta hacer y cuán bien lo estamos haciendo. La mente no permite procesar ningún otro tipo de información, sea interna o externa a nosotros. El aumento de actividades que conducen a ese estado nos vuelve más felices. Esto coincide con la vía eudaimónica (significado y propósito de la vida) del bienestar, a la que se llega a través de la satisfacción por el trabajo realizado (Manes, Facundo y Niro, Mateo. 2018. El cerebro del futuro. Grupo Editorial Planeta S.A.I.C.). Una manera de dejarnos llevar por nosotros mismos, nos conectamos con lo más profundo de nuestro propio ser. A su vez, nos encontramos más serenos y sin preocupaciones y se alcanza una sensación expansiva que trasciende las fronteras del ego. La actividad que nos cautiva adquiere valor por sí misma, y ello “nos hace sentir que somos parte de algo más grande que nosotros mismos”. Como “mi” experiencia es aquello en que pongo atención, mi felicidad es una experiencia de alegría, satisfacción y bienestar positivo, combinada con la sensación que nuestra vida es buena, tiene sentido, vale la pena (Lyubomirsky, Sonja. 2008. La ciencia de la felicidad. Ediciones Urano S. A.). Ser feliz es un objetivo serio, legítimo y digno, el propósito y fin de la vida. Ser feliz no solo te hace sentir bien, sino que conlleva consigo múltiples ventajas adicionales. Las personas más felices son más sociables, tienen más energía, son más generosas y están más dispuestas a cooperar y caen mejor a los demás. Son más flexibles e ingeniosas y más productivas en el trabajo, mejores líderes y negociadores y ganan más, son más fuertes ante la adversidad, tienen un sistema inmunitario más potente, son más sanas y viven más (Lyubomirsky, Sonja. 2008. Op. Cit. Pág. 41). Por otro lado, el materialismo no sólo no produce felicidad, sino que está demostrado que es un factor que permite predecir la infelicidad (Lyubomirsky, Sonja. 2008. Op. Cit. Pág. 60).
¡¡Con razón los marxistas son tristes, resentidos y amargados, todo por creer en una fantasía materialista!!
A lo largo de la historia, numerosos pensadores, profetas y gente común, definieron a la felicidad como el bien supremo. Epicuro, uno de los primeros filósofos de la antigua Grecia, afirmó que la felicidad es el único propósito de la vida. Antiguamente dicha posición era muy rechazada, pero hoy en día se ha convertido en una opinión generalizada.
Para Epicuro, la búsqueda de la felicidad era un objetivo personal, en la modernidad se la ve como un proyecto colectivo.
En 1776, los Padres Fundadores de EE.UU establecieron el derecho a la búsqueda de la felicidad como uno de los tres mayores derechos, junto al derecho a la vida y el derecho a la libertad.
Sin planificación gubernamental, recursos económicos e investigación científica, los individuos no llegarán muy lejos en su búsqueda de felicidad. Sin embargo, a pesar de la mayor prosperidad, confort y seguridad, la tasa de suicidios en el mundo desarrollado es mucho más elevada que en las sociedades subdesarrolladas. Ya lo había dicho Epicuro, “para ser feliz hay que trabajar con ahínco, los logros materiales no satisfacen durante mucho tiempo, más bien su búsqueda ciega nos hace más desdichados”.
La felicidad se sustenta en dos fuertes columnas: la psicológica y la biológica. En el plano psicológico, la felicidad depende de las expectativas y no de condiciones objetivas. Nos sentimos satisfechos cuando la realidad se ajusta a nuestras expectativas, el problema es que a medida que las condiciones mejoran, las expectativas se disparan y pueden dejarnos tan insatisfechos como antes. En el plano biológico, tanto las expectativas como la felicidad están determinados por la bioquímica más que la economía, la política o lo social. La neurociencia dice que la felicidad y el sufrimiento no son otra cosa que equilibrios diferentes de las sensaciones corporales. Si la ciencia está en lo cierto, y la felicidad viene determinada por el sistema bioquímico, la única manera de asegurar ese estado de manera duradera es manipular la bioquímica humana.
El Estado confía en regular la búsqueda bioquímica de la felicidad y separa las malas manipulaciones de las buenas manipulaciones. Esto se ve claro, las manipulaciones bioquímicas que refuerzan la estabilidad política, el orden social y el crecimiento económico se permiten e incluso se refuerzan. Las manipulaciones que amenazan la estabilidad y el crecimiento, se prohíben.
“La felicidad pública”
Existen paradigmas filosóficos que ensalzan la vida contemplativa (Platón – Buda) frente a la acción o bien se centran en otro tipo de cosas (Marx: trabajo). Otros procuran recuperar alguna tradición política que realmente dé cuenta de la acción y pluralidad humana. Hannah Arendt alude a situaciones en las que se pone de manifiesto el espíritu público, a través de la creación de un espacio común de libertad en el que puedan manifestarse la acción y el discurso (Sánchez Muñoz, Cristina. 2019. Hannah Arendt. Shackleton Books. SL. Pág. 115).
“Estaría compuesta por escritores y hombres de acción, más que por filósofos en el sentido estricto. Esta tradición oculta recupera y dignifica la actividad política, como un fin en sí misma. Esta tradición permite recuperar un tesoro, que como todos los tesoros no es fácil de encontrar, lo que los Padres Fundadores de la revolución norteamericana denominaron la experiencia de la “felicidad pública”. Esto es, “que nadie podía ser feliz si no participaba en la felicidad pública, que nadie puede ser libre si no experimenta la libertad pública, que nadie puede ser feliz o libre si no participa y tiene parte en el poder público” (Sánchez Muñoz, Cristina. 2019. Op. Cit. Pág. 118).
Esa felicidad pública solo se dio en los momentos de apertura revolucionaria hacia un nuevo curso de acción espontáneo, en el que los individuos participaron intensamente en la creación de nuevos espacios de libertad. El declive de la política, la apatía y el conformismo ciudadano y la primacía de la individualidad por encima del mundo común han eliminado los marcos de comprensión y entendimiento acerca de la dignidad política.
Quizás hoy estos temas se observen como una “tradición perdida”: felicidad pública, participación política, poder de los ciudadanos, libertad pública, espacio público, todos temas que recorren la obra de Hannah Arendt.
¿Qué tradiciones son las que hoy sobreviven, cuáles se necesitan?
Para Arendt, el triunfo de un individuo despreocupado de la vida pública, centrado en sus intereses privados, interesado únicamente por la seguridad de los suyos a cualquier precio, constituye el pasto del que se nutre el totalitarismo. Este individuo representa la figura opuesta a la del ciudadano. El individuo “privado” representa la triste opacidad de la vida privada, de una vida centrada sólo en sí misma, un individuo aislado en sus intereses de confort y consumo. Arendt encuentra en este tipo de individuo, tan presente en nuestras sociedades, el fermento apropiado para un devastador conformismo social y político, que conduce al totalitarismo (Sánchez Muñoz, Cristina. 2019. Op. Cit. Pág. 66), que conduce a que la “Democracia sea incomprendida”.
¿Qué nos hace hoy felices?
. “Es difícil encontrar la felicidad dentro de uno mismo, pero es imposible encontrarla en otro lugar”. Arthur Schopenhauer
Rafael Rubio
CI 1.267.677 - 8