N° 1880 - 18 al 24 de Agosto de 2016
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acá“La primer generación funda la empresa, la segunda la disfruta y la tercera la funde”.
Esta chanza tiene su razón de ser. Las estadísticas que se llevan en España muestran que solo 33% de las empresas familiares pasan a la segunda generación, menos del 15% a la tercera y apenas 1% a la cuarta.
La empresa familiar debe lidiar con dos factores clave: los propios de la empresa (productos, mercados, competencia, regulaciones, etc.) y los propios de la familia (comunicación, valores compartidos, relaciones, celos, disputas, egos).
Pero vale la pena hacerlo. Las empresas familiares representan el 85% de las empresas formalmente constituidas, generan más del 50% del PBI y son una matriz de creación de nuevos emprendedores.
La frase del comienzo tiene validez ya que muchos empresarios que crearon su negocio con espíritu emprendedor, sacrificio y asumiendo riesgos, no trasmiten esos valores a sus hijos. Como no quieren que los chicos pasen por tales penurias, buscan dejarles la vida resuelta, como si tal cosa se pudiera lograr.
Entonces, en lugar de animarlos a emprender como lo hicieron los fundadores en el pasado, les dan un empleo en la empresa, y un empleo más parecido a un empleo público que a uno privado: los hijos saben que son casi inamovibles, asumen pocas responsabilidades, si cometen errores no son sancionados, suelen ganar mejores sueldos que otros empleados, tienen privilegios de horarios y además gozan de otros beneficios que en cualquier empresa privada son solo para los que tienen una larga trayectoria de logros.
Los fundadores y su primer camada de hijos, suelen hacerse una mala pregunta a la hora de planificar la vida laboral de sus descendientes y es: ¿en qué puesto los pongo a trabajar? ¿cómo hacer para darles cabida a todos los parientes? De esta manera, esa empresa próspera que dio buen pasar a una familia con cuatro hijos, ahora tiene que darles lo mismo a cuatro familias, vaya a saber uno con cuántos hijos. No parece posible.
Las preguntas correctas a hacerse son: ¿cuál es la vocación y la pasión de mis hijos? ¿acaso está en la actividad empresarial? ¿y si es así, lo estará en el rubro en que actuamos y en esta empresa? ¿no serán más felices haciendo otras cosas y apoyarlos como familia a que sean exitosos en sus vidas?
Pocos lo hacen. Y ahí vemos el desfile de “hijos de”, dando órdenes como si supieran, cuando ni siquiera saben darse órdenes a sí mismos.
La otra pregunta a hacerse, no es ¿cómo repartir la empresa entre los parientes? (pregunta propia de sindicalista marxista), sino ¿cómo podemos hacer crecer los negocios? ¿cómo aprovechar nuestra experiencia en compras, producción, distribución, finanzas y recursos humanos para desarrollar nuevos negocios que den oportunidades a otros familiares?
La empresa es un ámbito de valor y de transmisión de valores. Valor para los clientes, valor para los empleados, valor para los accionistas. Pero sobre todo, debe ser un ámbito de transmisión de valores. ¿Saben las familias empresarias qué valores transmitir?