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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáCon motivo de haber sido mencionado en el artículo “El sartorismo después del fenómeno: disputas por unos pocos cargos, un líder ausente y el alejamiento de Verónica Alonso de la política”, página 3 del semanario Búsqueda de fecha jueves 16 de julio de 2020, donde se desarrolla una información referida al sector de Juan Sartori y el “veto” (término del que ya opinaré a continuación) de la exsenadora Verónica Alonso y mío por parte de Presidencia para integrar “cargos” en el actual periodo de gobierno debo realizar el siguiente descargo.
En dicho artículo se expresa: “Según informaron distintas fuentes a Búsqueda la respuesta de Presidencia al planteo de Sartori por Alonso fue enfática, su nombre está vetado. No era de recibo ni sería tenido en cuenta en este gobierno. El de ella y el de un dirigente cercano Marcelo Maute Saravia”
La exsenadora Alonso se la consultó por parte del periodista firmante en la nota y ella expresa: “Tomé una decisión equivocada. Y me arrepiento. Pero para atrás no se puede ir”. Concluye el periodista: “La exsenadora aclaró que es todo lo que tenía para decir sobre este episodio”.
En mi caso, no fui consultado por el referido periodista y como se incluye únicamente mi nombre además del de Alonso pretendo y entiendo oportuno dar mi opinión.
Comienzo aseverando categóricamente que yo no me arrepiento de nada de lo que he hecho, reivindico haber apoyado a Sartori y sigo “haciendo política”, porque desde que me inicié a los 16 años y hasta la fecha nunca he dejado de hacer política y vivir la política con pasión, sin necesidad de tener un cargo para practicarla y nunca “viviendo de la política”.
El concepto de “veto” para la designación de cualquier ciudadano propuesto por un sector político en el marco de lo acordado para integrar los órganos de contralor del gobierno no es adecuado ni oportuno. Un ciudadano propuesto para integrar alguno de los órganos unipersonales o pluripersonales referidos pueden no contar con la “venia de la Cámara de Senadores” (uno de los tres órganos del Poder Legislativo) y la razón para dicha decisión “política” puede tener el válido fundamento “jurídico” de que sobre el propuesto ciudadano recaiga algún reparo que pongan en duda la idoneidad para su designación, es, por ejemplo, el caso del señor Cendoya propuesto por el Frente Amplio para integrar el Directorio de Antel en representación de la oposición, a quien el Senado todavía no le ha otorgado la venia para su designación por existir una denuncia sobre su gestión en la Ursec. Hasta aquí estamos en el funcionamiento del Estado de derecho, donde el órgano encomendado constitucionalmente para habilitar la venia de designación (Cámara de Senadores) espera la resolución judicial y dirimir el conflicto.
En una república democrática, a diferencia de la viejas monarquías o de las naciones totalitarias, el presidente de la Republica no tiene la potestad jurídica de “vetar” las propuestas de nombres de ciudadanos de sectores políticos que no son el suyo por “animosidad” o porque “exista una diferencia personal con el ciudadano propuesto”. Esa arbitrariedad no se ajusta a derecho, máxime cuando los fundamentos de fondo no son temas ni judiciales ni éticos, sino que son fruto de haberle manifestado al entonces senador Lacalle Pou (todo está documentado) desde 2016 hasta la fecha muchas verdades que él oculta o se niega a contestar y haberse sentido ridiculizado por artículos en distintos medios de prensa firmados siempre por mí y de frente lo que no es común, ya que abundan las “fuentes anónimas”.
Qué peligro que el presidente no quiera que haya un ciudadano que le ha denunciado situaciones irregulares en su entorno y que demuestra honestidad y frontalidad en lo que denuncia para que no moleste, por el contrario, si se está seguro y tranquilo con la conciencia, debería ser más valioso tenerlo adentro del gobierno para ser controlado. Aclaro que nada de lo que Lacalle Pou le hubiese ofrecido para designarme me hubiese interesado porque “el parto ya venía de nalga”, hablando en criollo.
No le tengo respeto intelectual ni personal a Lacalle Pou y lo he manifestado incansablemente, pero hoy es el presidente de la República y al igual que a José Mujica respeto su investidura (a buen entendedor pocas palabras).
Al haber sido un acérrimo defensor de Lacalle Herrera y Julia Pou en la década del 90 luego del gobierno blanco cuando se los denunciaba un día sí y otro también sobre hechos de corrupción, Lacalle Pou (hoy presidente) sabe que conozco muchos hechos y secretos de los que no me beneficié y era mero espectador e inocente joven idealista que escuchaba y veía pero guardaba. Es esa la razón por la que Lacalle Pou pretende silenciarme y desde que en el año 2016 comenzamos a discutir sobre estos temas, para él (incluso para Lacalle Herrera y la propia Julia Pou) soy un estorbo y por eso no me quiere en el gobierno, lo cual no es para un orgulloso tataranieto de Aparicio Saravia un impedimento para que siga con voz firme y clara y con mi pluma aguda y corajuda. Nada de lo que he escrito o dicho me lo han podido desmentir ni refutar y por eso no lo han hecho nunca.
Es natural que los nombres del sector político de Lacalle Pou cuentan con su beneplácito y hasta quizás amistad o afecto, pero en los demás sectores dentro y fuera del propio partido por razones institucionales no puede cometer tremendo avasallamiento democrático. Para eso existen los cargos de particular confianza exclusivamente.
El veto presidencial en nuestro sistema jurídico está regulado en nuestra Constitución para las “leyes” exclusivamente y no para las “personas”por mera arbitrariedad, ya que eso es “proscripción política” y no tiene antecedentes desde la reapertura democrática, lo que no deja de enorgullecerme pero agradezco que el presidente Lacalle Pou me haya galardonado inmerecidamente con tan tremendo honor que lo llevaré dignamente en mi legajo partidario. Lacalle Pou, de acuerdo a lo informado por Búsqueda, nos retrotrae a la vieja frase Luis XIV: “El Estado soy yo” (L’État, c’est moi).
Para ser más elocuente sobre este punto, le recordaré al lector un episodio histórico que define el rol de un presidente, el rol de un líder de la oposición y del respeto a las instituciones. En la reapertura democrática el presidente Sanguinetti le solicita a Wilson en una reunión de negociaciones si podía “reconsiderar” el nombre de Dr. Alembert Vaz para ser designado en un cargo diplomático. El motivo era que Dr. Alembert Vaz en las negociaciones previas a las elecciones de 1984 había sido un duro crítico del Pacto del Club Naval y en un debate público leyó una carta de Wilson que lo calificó como “Pacto Sanguinetti – Medina”, lo que llevó a que Sanguinetti lo calificara a Alembert de “personero” de Wilson, por lo tanto había enfrentado y complicado los intereses del entonces dirigente colorado Sanguinetti y desde aquellos episodios le guardaba una gran animosidad. La respuesta del caudillo blanco al presidente Sanguinetti fue tan categórica como digna de un jefe político: “Presidente, yo no tengo nada que reconsiderar. El nombre propuesto por el sector Por la Patria es el del Dr. Alembert Vaz. ¿O cometió algún delito o falta ética y yo no me enteré?”. A los pocos días el presidente Sanguinetti designaba en el referido destino diplomático al nacionalista arachán Dr. Alembert Vaz. Otros hombres, otros tiempos, otras conductas.
Haberse tomado “revancha” con Sartori (ignorándolo en la integración de los ministerios), luego en la cantidad y calidad de asignación de cargos y por ultimo no respetando los nombres que él propuso para cargos de contralor, o “vetando”, tuvieron en la inexperiencia de Juan Sartori un caldo de cultivo ideal para Lacalle Pou y Álvaro Delgado, eso es indiscutible pero será para otro análisis.
Aclarado algún tema de “forma”, seré concreto en el tema de “fondo” que amerita la presente.
Deseo expresar que la información de que Lacalle Pou y Álvaro Delgado no querían que yo integrara el gobierno la conozco y soy consciente desde antes de las elecciones de octubre de 2019 y así me lo hizo saber Juan Sartori, sin embargo, trabajé como candidato a diputado por Cerro Largo en octubre y para el balotaje de noviembre como siempre lo he hecho sin taza ni medida para el bien de mi querido Partido Nacional.
Respecto a la exsenadora Alonso desconozco la causa del denominado “veto de Presidencia” y no me corresponde opinar.
En mi caso, la “disconformidad” no es ni por razones judiciales, ni éticas, ni morales, muy por el contrario, es porque desde el año 2016 he venido ininterrumpidamente y públicamente firmando mis opiniones (muchas de ellas en el propio semanario Búsqueda, en su sección Cartas al Director) sobre mi visión crítica y dura sobra la conducta ética del excolono y senador veterinario Álvaro Delgado, por un lado, y, por otro, la conducta ética de Luis Lacalle Pou luego de que yo le hiciera saber en el año 2016 presuntos hechos de corrupción en su entorno, que él conocía y que están documentados en intercambios de mensajes e incluso amerito una solicitud suya (por mensaje de texto) para una reunión en mi departamento para “solucionar” el tema que se concretó.
Me reservo el contenido de esos mensajes, los diálogos con Lacalle Pou, mis denuncias transmitidas a él y las que nunca me contestó (todo documentado), estrictamente por razones de su actual investidura presidencial. Hoy opto por el sereno y prudente silencio por el bien de la patria y de mi partido, pero no descarto que si se necesitan judicialmente, se me exijan para que demuestre lo que afirmo; o si se sigue cobardemente poniendo mi nombre en un medio de prensa para pretender mancillarme (algo que no pueden hacer igualmente porque no tienen la talla moral para hacerlo), dicho contenido será aportado gustosamente.
Aclaro que como yo no soy funcionario público no me veo en la obligación legal de denunciar un hecho con apariencia delictiva en la órbita del Estado una vez que tomo conocimiento, pero Lacalle Pou es funcionario público desde los 25 años, cuando por la suplencia de su madre ingresó a la Cámara de Representantes, hasta la actualidad, por lo que debería conocer sus responsabilidades y máxime siendo abogado (aunque nunca haya ejercido).
Incluso actualmente el Equipo de Comunicación de Presidencia me sigue respondiendo sobre aquella información que se encuentra en la cuenta Messenger de Lacalle Pou que “ahora dicha cuenta es manejada por ellos y que debo plantearlo por otra vía”, lo que demuestra que ponerle trabas o intentar sacar del sistema a quien molesta y que ocupen los lugares los obsecuentes del entorno parece ser la práctica a seguir. Todo lo que digo está debidamente documentado y en varias copias por las dudas...
El veterinario Álvaro Delgado explotó durante más de 20 años un predio de 339 hectáreas en la Colonia Horacio Ros de Oger, en Paysandú, viviendo en Montevideo, siendo desde 2000-2005 director nacional de Trabajo, en 2005-2010 diputado por el sector del exsenador Francisco Gallinal, en 2010-2015 diputado por Lacalle Pou y en 2015-2020 senador (suplente de una mujer, a la que le correspondía por cupo de género la banca, pero la ocupó él tras la “renuncia” de la electa Graciela Bianchi, “cosas que pasan”, diría José Larralde).
Álvaro Delgado designó por su sector político siendo “colono-senador” al Sr. Rodrigo Herrero en el Instituto Nacional de Colonización en momentos en que se iba a analizar su situación “irregular”, siendo el representante de la lista de Delgado en la reunión de Directorio del Instituto de Colonización el único que defendió su situación. A mi modo de ver, es una falta a la ética (por lo menos) de Delgado, siendo Herrero una víctima más del sistema.
El término ética proviene del griego ethos, que significa “predisposición para hacer el bien”.
Recuerdo las enseñanzas del profesor Augusto Durán Martínez sobre el concepto de improbidad: “Una conducta deshonesta, no recta, no íntegra. Implica también admitir cualquier provecho o ventaja, cualquiera sea su naturaleza, obtenido por sí o por interpuesta persona, para sí o para terceros en el desempeño de su función en desmedro del interés público. Implica además cualquier acción, en ejercicio de la función pública que exteriorice la apariencia de violación de las normas de conducta en la función pública”.
Finalmente el tiempo confirmó mi opinión sobre el tema de Delgado y el campo de Colonización, como se verá, y eso es uno de los motivos de mi “veto”.
En el debate presidencial entre Daniel Martínez y Luis Lacalle en 2019, el candidato frentista aseguró que Delgado recibió del Instituto Nacional de Colonización un terreno en 1994 “por ser secretario del ministro de Obras Públicas del momento”. Y sentenció: “Un campo pegado al de su suegro. ¡Oh casualidad!”.
El error aparente de Martínez es que el campo lindero no era del suegro sino de la madre de Álvaro Delgado, la Sra. Celeste Ceretta, y entre los terrenos de ambos, la familia tenía unas 1.500 hectáreas en la Colonia Ros de Oger, en Paysandú. Según se informó, 16 personas se presentaron al llamado para aspirar a la fracción 66, y de estas un total de nueve quedaron preseleccionadas. El nombre de Álvaro Delgado no estaba entre estos, ya que había otras personas con mayor necesidad y que cumplían más criterios de elegibilidad. El Directorio del INC del momento agregó posteriormente su nombre y terminó siendo el seleccionado.
El Instituto Nacional de Colonización resolvió por mayoría el 25 de abril de 2018 rescindir el contrato de arrendamiento de Álvaro Delgado, el voto discorde fue del representante de Álvaro Delgado en el directorio.
Luego de la pandemia que padecemos y deseosos de que cuanto antes se pueda volver a una nueva normalidad, veremos el desempeño de Lacalle Pou como gobernante y al pasar raya en 2025 deseo que el saldo sea el mejor por el bien nuestra patria, pero no seamos ingenuos, ya a tres meses de asumir el líder y socio del principal partido político de la coalición, Ernesto Talvi, renunció a la Cancillería por notorias diferencias con Lacalle Pou y su estilo. Dicen que “el fruto juzgará la semilla”.
Finalizo asegurando que la información brindada la semana pasada por Búsqueda acerca de que mi nombre no era del agrado de Lacalle Pou y Álvaro Delgado y que esto se lo transmitieron a Juan Sartori recientemente es conocida por mí desde antes de las elecciones de octubre e incluso me lo expresó el propio Juan Sartori, dicho a él por el entonces candidato Lacalle Pou, por lo que no entiendo que aparezcacomo una novedad o quizás coincida con la publicación de mi libro Qué lindo ser blanco (por razones obvias lo he presentado virtualmente hasta poder realizar la presentación del texto físicamente), donde se describen muchos episodios históricos de los mencionados que dejan muy mal parado al hoy presidente Lacalle Pou.
A pesar de saber que no iba a ganar la banca como diputado en Cerro Largo compitiendo con el exintendente y querido compañero Sergio Botana y que no iba a ocupar ningún “cargo” en un gobierno presidido por Luis Lacalle Pou, igualmente trabajé y dejé todo en la cancha para que ganara mi querido Partido Nacional. Yo no me caracterizo por mezquindades, ni complejo de petiso, por el contrario, se me puede juzgar por ser frontal y expresar lo políticamente incorrecto de frente y firmando siempre mis opiniones sin medir consecuencias respecto a cargos o posiciones futuras.
Como hasta ahora, no necesito en estos cinco años ocupar un cargo para seguir haciendo política y sentirme profundamente blanco y saravista y jamás seré un zángano o parásito del Estado a cualquier precio, ese es mi mayor patrimonio y el legado que les dejaré a mis hijos.
Cuentan que en la antigua Roma las lentejas eran la comida más económica y consumida por los más pobres y necesitados. Estaba Diógenes, un pobre pero respetado ciudadano, por sus valores e ideales elevados, comiendo un plato de lentejas en los escalones del templo y al pasar dos soldados del Imperio, uno de ellos lo miró y sonriendo le dijo: “Ay, Diógenes, si adularas más al emperador, comerías menos lentejas”. Diógenes levantó su mirada, sonrió y sentenció: “Ay, hombrecitos, si comieran más lentejas, no tendrían que adular tanto al emperador”.
Ese es el camino, el de Diógenes, el camino de la dignidad y el autorrespeto.
Dr. Marcelo Maute Saravia