La música nos hace mejores

escribe Eduardo Alvariza 

Casi todos los músicos superdotados comenzaron a tocar sus instrumentos a una muy temprana edad y Armando Anthony Chick Corea no fue la excepción. Nacido el 12 de junio de 1941 en Chelsea, Massachusetts, en un ambiente de origen italiano favorable a los bellos sonidos (el padre era trompetista, contrabajista y compositor), el pequeño Chick ya tomaba clases de piano a los cuatro años. En su casa era frecuente que sonaran en el tocadiscos Dizzy Gillespie y Charlie Parker, pero también Beethoven, Mozart, Chopin y la carissima ópera italiana. A lo largo de su intensa discografía y ecléctica carrera, en la cual cosechó además de elogios internacionales más de 20 premios Grammy, hubo un pianista que lo marcó a fuego y al cual Corea parecía volver una y otra vez: Bud Powell. Tal vez uno de sus mejores discos sea precisamente Remembering Bud Powell (1997), producido por el propio Corea para Stretch Records, grabado en los Mad Hatter Studios de Los Ángeles y en compañía de auténticos monstruos del jazz: Roy Haynes, Kenny Garrett, Christian McBride, Joshua Redman y Wallace Roney. Ningún tema de Chick, que esta vez dejó sus habilidades compositivas para inspirarse únicamente en las de uno de los fundadores esenciales del be bop. Los pianistas viajan, escuchan, prueban y siempre retornan al señor Powell.

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