En el curso de la Semana Santa, de Turismo, pero en este caso, especialmente, Criolla, los orientales hemos sido espectadores del injusto sufrimiento al que fueron sometidos los equinos participantes en las jineteadas de la Rural del Prado.
En el curso de la Semana Santa, de Turismo, pero en este caso, especialmente, Criolla, los orientales hemos sido espectadores del injusto sufrimiento al que fueron sometidos los equinos participantes en las jineteadas de la Rural del Prado.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáUna serie de gauchos brutos, munidos de ominosos ponchos, con los que trapeaban a los pingos en sus frágiles cabecitas, se aferraban como garrapatas a los corcoveantes caballos, que hacían todo lo posible por sacarse de arriba aquellas incómodas visitas, cosa que lograban en muchas oportunidades.
Por suerte, un bienpensante grupo de ciudadanos de pro, munidos de cartelería sensible y elocuente, llamaba desde la entrada al predio de la Rural a suspender aquella carnicería y a terminar para siempre con este suplicio bárbaro, más digno de Atila y sus hunos que de los avanzados y respetuosos criterios animalistas que fluyen con viento en la camiseta en la actualidad. Muchas señoras y mujeres jóvenes (curiosamente poquísimos hombres, casi ningún muchacho) exhibían, en medio de cánticos alusivos, carteles (algunos muy elaborados, otros muy caseros, a puro drypen y bolígrafo) con alegaciones de dramatismo tales como “terminar con las torturas”, “basta de sacrificios inútiles”, “prohibir las salvajes jineteadas, ¡Ya!”.
Como lo de la prohibición no parece muy probable, ya que la cosa está muy arraigada en las tradiciones criollas y es objeto de admiración y festejo por parte de miles de asistentes a estas y a todas las criollas alrededor de nuestro mapa vernáculo, mi espíritu de cooperación y estímulo a la convivencia pacífica de todos los orientales, los de dos patas y los de cuatro, me lleva a proponer algunos cambios que den satisfacción a todas las partes.
Se expropiará la cancha de Wanderers, ahí a la vuelta de la Rural, construyéndose en el mismo predio el Hilton Enjoy Your Horse, un hotel de cinco estrellas para alojar a los equinos durante su estadía en Montevideo en la Semana Criolla. El hotel tendrá piscinas de agua tibia para inmersiones diarias de los caballos y un spa equino, donde los nobles brutos recibirán masajes con pomada de jengibre perfumado con esencia de rosa. La idea es atender de forma debida a los protagonistas del espectáculo, de manera que, cuando lleguen al ruedo, lo hagan en el mejor estado de reposo, sin estrés ni malas noches, habiendo dormido en los mullidos colchones de resortes y plumas de ganso con los que contará cada dormitorio equino en el nuevo hotel.
Los caballos se levantarán a la hora que ellos quieran y tendrán a su disposición un desayuno con brotes de alfalfa premium sazonados con azafrán y sésamo, así como baldes de agua mineral sin gas, perfumada con hojas de salvia.
Cuando lleguen al ruedo, los equinos exhibirán una gran calma y aceptarán ser ensillados sin corcovos ni patadas para atrás, con lo que los jinetes los montarán sin resistencia. Caballo y jinete saldrán entonces a recorrer el predio, poncho al aire, dando vueltas al ruedo sin el menor intento de separarse, y mucho menos en forma violenta.
Es probable que el público no reaccione como antes, esperando revolcones, corcovos, coces al aire, lo que motivaba hasta este año aplausos y vítores, pero lo importante es que se respete la integridad de los animalitos y que nadie salga lastimado, ni los caballos ni los jinetes.
Para estos últimos también habrá novedades. Sin excepción, todos los jinetes participantes deberán usar casco protector del tipo del que usan los motociclistas, así como chaleco protector contra los golpes. Estos chalecos acolchados especiales evitarán que los jinetes se lesionen al bajar de los caballos, no ya al caer, porque ya no caerán violentamente al piso como antes ni los rescatarán, colgándolos, dos colegas que rodeaban al caballo violento con sus caballos mansos, debido a que las jineteadas serán de aquí en adelante un juego apacible, armónico y no violento. Pero igual hay que preservar a todos los protagonistas. Los jinetes, además, no usarán botas de montar, y mucho menos espuelas, sino unos zapatones de lona reforzados, parecidos a los zapatos deportivos de básquetbol.
Habrá todas las tardes, a la puesta del sol, talleres y terapias de armonía humano-animalistas en las que destacados sicólogos dictarán manuales de convivencia armónica y respeto no violento al semejante. Se tomarán pruebas de suficiencia entre los gauchos asistentes y se premiará a quienes mejor interpreten el contenido civilizatorio de los cursos. Se extenderán diplomas a los asistentes.
No habrá asado ni achuras a las brasas para cerrar las noches, evitándose así el recurso a las entrañas de las pobres vacas sacrificadas de manera violenta, y se servirán en cambio tazas de chocolate caliente con churros.
No es seguro que estas novedades, de ponerse en práctica, dejen contenta a mucha gente. Las tribunas de la Rural, de la de Montevideo y de las muchísimas criollas que tienen lugar semanalmente en el interior del país, buscan la emoción, el riesgo, la audacia, el enfrentamiento de jinete y caballo en una buena, procurando que los pocos segundos que permanece en el lomo o en las grupas del noble bruto el jinete demuestre sus habilidades y su baquía, su coraje y su arrojo. Y, por sobre todas las cosas, que se consolide ese sólido sentimiento tradicionalista, que está en las bases mismas del ser oriental y de sus costumbres criollas.
Pero, eso sí, los animalistas van a descansar tranquilos, y ya no agitarán más carteles apocalípticos en la puerta de la Rural del Prado.
Pueden irse a dormir, che.