Nº 2186 - 11 al 17 de Agosto de 2022
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLos icebergs son enormes masas de hielo flotante desprendidas de un glaciar y arrastradas por las distintas corrientes hacia océano abierto. Lo que habitualmente sobresale de esos bloques blancos fuera del agua es apenas un octavo de sus dimensiones reales. El resto permanece sumergido, oculto a simple vista. Son muy peligrosos para las embarcaciones, incluso para las más grandes y resistentes, porque parecen inofensivos pero resultan infranqueables y chocar con ellos provocaría un hundimiento casi seguro.
Estos fenómenos de la naturaleza pueden servir perfectamente como metáfora de la política uruguaya en los tiempos que corren. Los témpanos de hielo, flotando a la deriva, con muchísimo más sumergido que a flote serían algunos de los nuevos liderazgos que están apareciendo en los distintos partidos políticos. Las raíces subacuáticas pesadas y que les dificultan una mayor movilidad y crecimiento podrían asociarse a asuntos pasados, que arrastran como si fueran anclas. Y el glaciar del que se desprendieron serían los líderes y sectores políticos que les dieron vida y de los que ahora buscan independizarse, aunque sin alejarse demasiado.
Para bajar esa licencia literaria a tierra se pueden citar ejemplos de los tres partidos políticos más votados en las últimas elecciones nacionales. En efecto, algunos de los nuevos líderes blancos, frenteamplistas y colorados son como icebergs flotando por el océano de la opinión pública, con un pasado bajo agua, que tratan de evitar aunque no siempre de forma exitosa.
El secretario de la Presidencia, Álvaro Delgado, es el iceberg blanco más grande, que se desprendió primero y que ya recorrió la distancia más larga. No cabe duda de que su presencia impone respeto y que chocar contra él puede tener consecuencias graves. Lo que sale del agua se muestra sólido, brillante y entusiasma. Pero bajo el agua el peso pasado es importante y le dificulta trasladarse con más soltura.
Delgado no es el responsable de eso. En realidad, por lo que dicen algunos dirigentes blancos, está sufriendo las consecuencias de un duro enfrentamiento ocurrido hace más de dos décadas que ni siquiera lo tuvo como protagonista. Fue a fines del siglo pasado entre el exmandatario blanco Luis Alberto Lacalle Herrera y su casi sucesor en la presidencia Alberto Volonté. Lacalle Herrera considera que Volonté, luego de que perdiera las elecciones por unos pocos votos, se alió con el exmandatario colorado Julio Sanguinetti para destruirlo a él políticamente. Desde ese día quedó anotado en su “lista negra”, esa que ningún político asume tener pero que todos guardan en el cajón de sus mesas de luz. No está saldada esa batalla pasada. Las heridas siguen abiertas. Y Volonté es el que dio el primer impulso a la carrera política de Delgado. Así lo ven muchos en el Partido Nacional.
Por eso, y quizás también por otros asuntos, Lacalle Herrera y sus dirigentes más cercanos dicen que no quieren a Delgado como candidato. Prefieren a la dirigente montevideana Laura Raffo y están trabajando para generarle la estructura necesaria que le permita competir por el premio mayor. Delgado procura acercarse y revertir esa situación. Tiempo no le sobra y quizá por eso reconoció hace unos días ante los intendentes de su sector que sí o sí será candidato presidencial en 2024, según informó Búsqueda en la última edición. Lo hizo porque se lo pidieron, en una reunión privada, pero algunos de sus opositores internos ocultos —y no tanto— aprovecharon ese supuesto desliz para dejarlo expuesto en la interna. Pasado y presente volvieron a mezclarse sacudiendo al principal iceberg blanco.
En el Frente Amplio hay dos grandes icebergs que también se desprendieron hace un tiempo y están ocupando un lugar protagónico: la intendenta de Montevideo, Carolina Cosse, y el intendente de Canelones, Yamandú Orsi. Buscan ser sucesores de Tabaré Vázquez, José Mujica y Danilo Astori, que asumieron el liderazgo de esa fuerza política durante las últimas décadas y comandaron los 15 años en los que estuvo en el gobierno. Son ellos tres los que representan los cimientos sumergidos de esos témpanos de hielo frenteamplistas, los protagonistas de ese pasado reciente que ya no está pero que sigue siendo el sostén de lo que se ve fuera del océano.
Hay una diferencia clara entre Orsi y Cosse al respecto. No son iguales esas historias pasadas sumergidas. Cosse tuvo diferencias importantes con Astori cuando ambos eran ministros y también con Mujica, luego de que el Movimiento de Participación Popular la impulsara como candidata en las elecciones internas del Frente Amplio y después quedaran como competidores para las municipales de Montevideo. Algo se quebró en ese vínculo, que todavía se mantiene pero de una forma más fría. Vázquez sí respaldaba con mucho entusiasmo a Cosse, pero no dejó herederos políticos claros que ocupen su liderazgo luego de su fallecimiento. Así que es probable que Orsi sea el candidato de Mujica y Astori, y Cosse todo lo contrario. Allí también juega y jugará esa parte pasada que permanece bajo agua. Lo que hay que ver es de qué forma.
En el Partido Colorado el que más se asemeja a la metáfora del iceberg es Pedro Bordaberry. Su desprendimiento fue hace ya mucho y su momento parecía haber pasado. Pero ahora son unos cuantos los que lo quieren de vuelta. No lo han hecho público pero sí se lo han transmitido en privado. Él, en principio, se niega. No quiere volver, dicen sus correligionarios, salvo que le aseguren que será el candidato presidencial único colorado, sin opositores internos y con toda la estructura atrás. La base de su témpano helado, la que refiere al pasado, también le está pesando. En las últimas elecciones fueron Julio Sanguinetti y Ernesto Talvi los que se negaron a que Bordaberry encabezara su propia lista al Senado, luego de no competir en las internas. Eso fue lo que lo terminó de hundir en su momento y hoy, para volver a salir a flote, se lo tendría que sacar de encima. No está claro que quiera ni que pueda.
Conclusión: “lo pasado pisado” es un lugar común que no funciona en política. Lo pasado presente es lo que más se adapta a la realidad, aunque se mantenga sumergido. Como ocurre con los icebergs, mientras flotan por las aguas saladas y frías. Ahora habrá que ver qué tan intenso es el calor electoral que se aproxima y si es suficiente como para empezar a derretir lo que sea necesario.