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A raíz de la nueva inversión en la planta de celulosa que se estaría por concretar, que es muy auspicioso para el Uruguay, sería importante modificar la ley de agrocombustibles y abrir la producción de etanol también a las empresas privadas. Con reglas claras podrían incrementarse las inversiones en este sector para beneficio del país, que podría producir el etanol necesario a partir de residuos de la industria de celulosa y de otros restos vegetales como la limpieza de montes o rastrojos de cosechas.
La llamada segunda generación de combustibles, que es la producción de etanol a partir de la celulosa, está recomponiendo la producción en el mundo. Con el avance de la bioquímica y los adelantos industriales el camino va en esta dirección.
En Estados Unidos desde 2010 no se construyen más industrias de etanol en base a granos ya que se están tornando antieconómicas, además de recibir críticas y presiones de diferentes organismos por utilizar alimentos para la producción de combustibles. El aumento en la producción de etanol se está dando a través del etanol de origen celulósico. De esta forma Estados Unidos ha superado a Brasil tanto en producción como en exportación de etanol. Lo mismo sucede en China, donde el gobierno quiere llegar a producir 300 millones de toneladas de etanol celulósico en 2020, con el objetivo de dejar de consumir granos para producir etanol.
La Unión Europea tiene proyectos similares.
Brasil, para mantenerse en el mercado, se está sumando a este desafío con producción de etanol a partir del bagazo de la caña (material celulósico resultante de la extracción del azúcar o etanol ).
Se calcula que podría aumentar un 50% la producción de etanol, con esta tecnología sin aumentar una hectárea el plantío de caña. Paralelamente, grandes industrias del sector de celulosa están destinando un 10% de su producción para elaborar etanol celulósico.
Finlandia es el país que posee la tecnología de punta en esta área, varias industrias se encuentran ya funcionando utilizando residuos celulósicos como materia prima, entre ellas UPM o empresas asociadas.
Sería muy importante para el futuro del país tener en cuenta esta alternativa.
El gobierno y algunos sectores insisten en que las empresas públicas son el motor para el desarrollo del país y fuente de innovación.
Esta mentira dicha mil veces no cambia la realidad histórica y lo que hoy estamos viviendo.
Los monopolios estatales son los que están impidiendo que se reciban inversiones en áreas de exclusividad del Estado.
Lo de Alur es el ejemplo más claro. Se pagó por una planta tres veces lo que vale, el costo de producción es entre 4 o 5 veces el precio internacional, Ancap se ve obligado a comprar toda la producción al precio que se lo vende Alur. Ancap se lo transfiere al consumidor o crea un déficit descomunal.
Lógicamente, si entraran otros actores para competir, que sería lo más sano y beneficioso para todos, quedaría al descubierto la farsa de estas empresas estatales y sus colaterales. Es clarísimo que esta burocracia acomodada nunca lo va permitir.
En materia de innovación, asunto también mencionado por el gobierno como uno de los puntos altos de las empresas públicas, el panorama es más triste todavía. Cuando todo el mundo está de vuelta con el etanol en base a grano, Alur inaugura su planta como si fuera un emprendimiento de vanguardia.
Tratemos de mirar hacia el futuro y tener esperanza de que no siempre va a ser así, que en algún momento habrá un gobierno que se libre de esquemas obsoletos y politizados y se dedique a repensar el país, en cómo hacerlo más eficiente y productivo para beneficio de todos.
