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    La productividad

    Sr. Director:

    Un poco de historia: Europa

    En el año 1959, hace 64 años y a catorce años de finalizada la II Guerra Mundial, los representantes de la Federación de Industrias Belgas, la Federación de Empresas no Industriales de Bélgica, la Federación General del Trabajo de Bélgica, la Central General de Sindicatos Libres de Bélgica y la Confederación de Sindicatos Cristianos de Bélgica firmaron una Declaración Común sobre la Productividad.

    El documento establece que las partes “se declaran formalmente convencidas de la necesidad de una actitud favorable y perseverante hacia el problema de la productividad”.

    Y marcan su acuerdo sobre los puntos sostenidos en ese protocolo: 1) estudiar y aplicar los medios de impedir el desempleo tecnológico; 2) colaboración leal a escala nacional y profesional basada en una información completa de la situación. Los medios y métodos para mejorar la productividad serán estudiados en común; 3) es en las empresas que la colaboración reviste la mayor importancia. Es en el seno de los Consejos de Empresas que se establecerán los métodos y medios para registrar los resultados obtenidos; 4) el aumento de la productividad no puede ser obtenido comprometiendo la integridad física y moral de los trabajadores ni atentar a su dignidad humana; los trabajadores, por su parte, expresan que ese esfuerzo no servirá de pretexto para intentar cambiar el status de las empresas ni poner en duda la autoridad de sus jefes; 5) los representantes de los empleadores se comprometen a intervenir frente a los empresarios exhortándolos a mejorar la productividad. Para contribuir a que los trabajadores apliquen con confianza estos procedimientos y métodos modernos, es posible que las empresas recurran a especialistas sindicales. Los representantes de los trabajadores intervendrán frente a sus mandantes para que aporten, en su propio interés, toda su colaboración a la mejora de la productividad; 6) se fomentará la formación profesional; 7) la mejora de la productividad se buscará con la voluntad de mejorar la economía del país. Los frutos del crecimiento de la productividad serán repartidos entre la empresa y los trabajadores.

    Finalmente concluye diciendo que el futuro de la economía y sus propias condiciones de vida depende ello. Hasta aquí esta versión abreviada.

    Un poco de historia: América

    1959 fue el año de la victoria de la Revolución cubana. Una vieja ideología tenía un nuevo actor, influyente, convincente y con poder para influir en las masas trabajadoras del continente: socialismo y anticapitalismo eran dos pilares de la propuesta. Las centrales sindicales de los países hicieron suyo ese slogan. Uruguay no fue una excepción. La mejora de la productividad no estaba entre sus objetivos.

    Un poco de historia: Uruguay

    Nuestro país transitaba por esos días por la senda de la sustitución de importaciones: altas barreras arancelarias para detener artículos importados que pudieran hacer competencia a la industria local. No importaba que un productor rural tuviera que vender más carne para comprar un rollo de alambre uruguayo, aunque con menos carne compraba el mismo en Brasil. La sustitución de importaciones generaba un mercado cautivo. ¿Se puede pensar que, con una situación así, el aumento de productividad significara una preocupación para la empresa? Habrá ejemplos, pero no en su abrumadora mayoría. No estaba en los primeros lugares de la agenda

    En 1985, con Hugo Fernández Faingold ocupando el Ministerio de Trabajo, con apoyo de la OIT, se convocó a un seminario tripartito sobre productividad. Se sabía que una de las partes era reacia a tratar el tema. Ese día, el Ministerio de Cultura, atendiendo una denuncia de asociados de un sindicato (¿Conaprole?), por un problema interno, decide intervenirlo. Es preciso aclarar que las organizaciones civiles (clubes, sindicatos, asociaciones, etc.) están reguladas por ese ministerio, quien atiende reclamos cuando algunos socios entienden que no se están respetando los estatutos correspondientes. Una de las partes que asistió al seminario entendió que eso era “ingerencia en lo sindical”, se levantó y abandonó el seminario. Fracasó el seminario y nos quedamos sin discusión.

    Posteriormente nos visitó un experto mexicano, también de la OIT, pero no dejó escuela. Me consta que hay aquí varios manuales de Joseph Prokopienko, experto de la OIT sobre el tema productividad, pero ignoro en qué biblioteca están y si son consultados.

    Por eso cuando en un programa de TV veo una joven que dice “hay que hablar de productividad”, pienso: ¡¡¡tiene la misma edad que tenía yo cuando se hablaba del tema!!!

    Ahora se habla de la reducción de la semana laboral. Encarar eso sin hablar de productividad es como querer hacer un asado sin carne. Imposible. Hay muchos datos y parámetros que utiliza el estudio de la productividad que se necesitan en la reducción de la semana laboral.

    Entonces la pregunta es: ¿estarían las partes dispuestas a firmar hoy un documento como firmaron los belgas en 1959? Si no lo están, habrá que esperar otros 64 años. Como dicen: a Uruguay las cosas siempre le llegan un poco más tarde.

    CI 872.372-1