Sr. Director:
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acá¡Basta, “Maestro” Tabárez! ¡Basta, por favor! Lo de “Maestro” entre comillas no es porque no reconozca tal merecida calidad en cuanto maestro de escuela, pero me dirijo a usted en su capacidad de director técnico del seleccionado nacional donde, perdóneme que ya se lo digo, no le reconozco tal dignidad.
Así que, señor Tabárez, basta de jugar mal, mejor dicho, de jugar el peor fútbol que practica equipo alguno en este planeta, o de no jugar a nada y hacernos pasar tamaña vergüenza ante la afición del mundo entero, como la que pasamos ante un equipo muy digno de jugadores desconocidos —como lo es Jamaica— que, tras darnos flor de baile, no nos ganó por impericia de sus inexperimentados titulares, que erraron goles hasta después de haber eludido a Muslera.
Nadie, pero nadie —sépalo bien—, es capaz de adivinar a qué juegan los equipos que usted dirige, señor técnico del otrora talentoso y glorioso seleccionado de mi país. Nadie puede entender que se erren pases de cuatro o cinco metros, que haya jugadores a quienes usted ha ungido como titulares del seleccionado uruguayo, nada menos, mientras que en ningún otro equipo del mundo militan sino en el banco de suplentes y si entran lo hacen por cinco o diez minutos.
Y lo peor es que su estilo de “no juego” se transmite sin cambios a toda selección juvenil uruguaya que se precie, que sigue su mismo triste patrón.
Basta de insistir con jugadores en franca decadencia, entre los cuales incluyo —además de los consabidos “Cebolla” Rodríguez (que hizo un gol sin darse cuenta), Stuani (que erró no menos de cinco goles cantados en los partidos que jugó en esta Copa), el “Tata” González, incluyo a Lodeiro, para usted el “cerebro” de nuestro fútbol, quien llegó a Boca en franca caída libre, que no dio ni da un pase de gol, pero sí mil vueltitas acaparando pelotas que son todas desperdiciadas.
Y basta de insistir con Cavani cuando viene a jugar en calidad de estrella sin transpirar, como lo fue esta vez en Chile, tirándose al suelo pretextando faltas inexistentes, sin sentir el fuego que era necesario inflamar en esta instancia ante la ausencia de Luis Suárez.
Basta de arruinar jugadores que pudieron tener mucha mayor incidencia en este proceso, caso del “Mono” Pereira, que en sus inicios en Defensor Sporting, donde destelló, era armador, goleador, tiraba libres de afuera del área impecables, hacía goles con remates imponentes, goles de cabeza, mientras usted lo transformó en un anodino lateral que no siente la marca y ya no se anima a ser el gran jugador que era antes. O de anular a jóvenes promesas como Abel Hernández, que con sus goles hizo subir al Palermo a la Primera División italiana, a quien usted tiene perchado hace diez años, si bien cuando lo puso hizo cuatro goles (a un equipo como Jamaica sí, pero hay que hacerlos, a la prueba está), utilizándolo diez minutos en partidos que ya estaban perdidos; que cuando fue su gran oportunidad ante la malhadada suspensión a Suárez, usted optó nuevamente por el otrora portentoso pero ya decadente Forlán, que venía de malograr varios penales, y así nos fue contra Colombia en el penoso partido en que nos dejaron fuera del Mundial de Brasil.
O de no insuflar confianza en De Arrascaeta, ídolo indiscutido en Brasil, poniéndolo medio tiempo y sacándolo luego para siempre en todo el torneo, mientras Lodeiro insistía en sus vueltitas anodinas.
Basta, Maestro de escuela Tabárez, de cobrar sueldos cuantiosos para el Uruguay sin hacer un gesto en todo el partido, sin dar una indicación, ni un reproche tantas veces merecido, limitándose a mirar con aire preocupado, para luego en el vestuario, lo imaginamos, transmitir que “la esperanza es el camino” (o a la inversa, ya no sé). Hubiera querido verlo al borde del terreno, como a tantos otros directores técnicos, gritando, arengando, dictando jugadas que nunca se hicieron; mírese en el espejo de Ramón Díaz alentando a los jugadores paraguayos ante de empezar la tanda de penales contra Brasil, tras jugar un fútbol bien pensado e hilvanado, con jugadores todos dueños de sus puestos como debe ser. Porque no basta con poner cara de malo en cada rueda de prensa tras los partidos, molestándose con las preguntas que le hacen, a las cuales tiene derecho una sufriente hinchada uruguaya que busca explicaciones al por qué jugamos tan mal.
Sí, ya sé, me va a decir que fuimos cuartos en Sudáfrica y campeones de América en Argentina, lo cual le agradecemos todos por lo que usted haya contribuido, en un equipo donde Forlán, Suárez y Cavani andaban derechos como nunca, equipo que hasta un masajista, o yo, somos capaces de armar y dirigir (sin hacer ni un gesto ni ninguna indicación, como lo hace usted).
Por todo ello, por la gloria pasada que jugando así se ve difícil de recuperar, por un futuro que jugando así se ve muy incierto o más bien negativo, somos muchos los que le rogamos que tenga la dignidad de dar un paso al costado y dénos la oportunidad de armar algo que se parezca a un equipo de fútbol y no a un grupo de rejuntados que se quieren mucho, pero que bajo su dirección no juegan a nada.
Carlos Fernández Ballesteros